31. Oblivion

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Base de las Fuerzas Aéreas Jirah
Al-Tabqa, Siria
8 de abril de 2016

El barracón panelado donde descansaba la séptima unidad de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos, apodados Aftermath Dragons, estaba a más de veintiocho grados en plena madrugada. Entre sus ocho miembros se encontraba el teniente Nathan Parker, el cual padecía un fuerte insomnio a causa de las altas temperaturas. Desnudarse y literalmente haber arrancado las sábanas del rígido colchón no había servido de nada. Notaba el sudor escurrirse por su pecho, su frente, la espalda pegada a esa esponja sobre la que dormía y a la que llamaba cama.
Pero no era el único. José Ramírez, oficial veinteañero de origen cubano, se había molestado en llevarse a un comando hasta un mercadillo de Khirbat, una localidad cercana, para comprar un ventilador y colocarlo junto a su cama. El crío que lo atendió, no contento con haberle estafado pasta, le dio uno a pilas, pequeñito, y ahora tenía que conformarse con colocárselo cerca de sus partes nobles y aguantar el resto de la noche como los demás. Solo Junior Stewart, el analista del equipo, había sido lo suficientemente listo para agenciarse una cama cerca de una junta mal sellada por la que se colaba la cálida brisa del desierto. Por algo era el cerebrito.
No era la primera vez que Parker se desplegaba en Oriente Medio.
Durante la Segunda Guerra del Golfo, en Iraq, pilotó a los mandos de un potente Strike Eagle, uno de los muchos cazabombardero del ejército, durante algo más de seis meses a lo largo de 2010. En ese breve periodo de tiempo conoció a la que se convertiría en su mujer, Deina Morgan.
El insomnio le estaba haciendo recordar cosas que no quería, debía centrarse en la misión del día siguiente. Sin embargo, se dejó llevar por los recuerdos.
Aún le ponía nervioso pensar en ella. Recordaba con ironía y cierta nostalgia, el día que se prometió a sí mismo nunca mantener una relación estable con una mujer que tuviese un trabajo relacionado con la política. Su madre lo había hartado con burocracia, normas y estereotipos.
A pesar de ello, contrajo matrimonio con una hermosa diplomática de la costa oeste. Después de pasar su primera noche juntos en la base aérea H-1, un área remota, perdida en el medio del desierto occidental cerca de Jordania, Nathan había sido la envidia de todos los que la conocían.
Esa mujer era una eminencia con los idiomas, las relaciones diplomáticas y sobre todo con su implicación en los casos que involucraban a población civil. Nunca dejó uno sin investigar. A pesar de sus logros, trataba de pasar desapercibida. Tenía ese algo especial que no se puede describir porque nunca antes lo habías visto. Parker tuvo que armarse de valor para pedirle salir, pero una vez se atrevió el resto fue rodado.
Hasta que cuatro años después, el trabajo se antepuso para ambos. Con el inicio de la guerra en Siria, Nathe pasaba más tiempo en el Pentágono que en casa y Deina tuvo la oportunidad de dejar su puesto en el Ministerio de Asuntos Exteriores para trabajar en el embajada de Moscú, con un sueldo de escándalo, como mediadora de la ONU en el conflicto entre Rusia y Ucrania.
A ninguno le resultó fácil percatarse que poco a poco se iban distanciando el uno del otro, hasta que la realidad se les vino encima y cada uno tomó su propio camino. Dos años después, Nathan aún llevaba la alianza en su uniforme.

- ¡Eh, Bella Durmiente! - oyó el teniente antes de que una camiseta sudada le cayese en la cara.

Se había dormido sin darse cuenta. Ya estaba amaneciendo. Junior lo miraba desde el otro extremo del barracón.

- Hoy toca currar, teniente. Vístase - le ordenó desde la puerta el recién llegado Mayor Cox - Cuando estén preparados vayan al Sector 3
- ¡Sí, señor! - gritaron a pleno pulmón los ocho miembros de la unidad.

Nunca había sido santo de su devoción. Todos coincidían en que era un hijo de perra con demasiada suerte. Se había ganado las medallas dejando un reguero de cadáveres tras de sí. Representaba todo los valores que no defendían las Fuerzas Aéreas, pero a pesar de ser una alimaña, ahí seguía, subiendo de rango. La base entera era consciente de que su único objetivo era llegar hasta el Congreso, le daban igual las vidas de sirios, iraquíes, afganos o cualquier otro ser humano que no fuese blanco o él mismo. Despreciaba sutilmente a los soldados negros y denigraba a las pocas soldados allí presentes.
Por personas como él, la guerra en Siria se había vuelto sucia. Ninguna guerra se puede clasificar como juego limpio, pero cuando el salvar vidas se deja de lado por llevarse la mayor cantidad de petróleo posible, las mentalidades cambian.
El trabajo de los Aftermath Dragons era de respaldo y a veces de ofensiva. Los bombardeos eran las misiones más deplorables.

CONTRABAND - Una guerra sin fronteras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora