47. Lex Talionis

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La pared de contrachapado metálico contra la que acababa de apoyarse Catherine había vibrado generando un molesto y duradero tintineo que la incomodó tanto a ella como a Frank, quien se había detenido justo tras de sí. El sol incidía de frente, pero a pesar de ser consciente de la ardiente sensación que debería estar transmitiéndole al contacto con su espalda, no sintió nada más allá de su respiración agitada y el peso del arma que sujetaba entre sus manos. Sabía que estaba chorreando de sudor, lo supo al ver el rostro colorado de su compañero, cubierto por una fina capa brillante. 

- ¿Estás? - preguntó ella entrecortadamente. No estuvo segura de recibir respuesta pero dio por sentado que sí. 

Separó su espalda de la pared y avanzó, medio agachada, con su arma en alto, cubriendo todo aquello que su campo visual abarcaba. Fue entonces cuando se ubicó con exactitud. Estaba en un complejo industrial y acaba de alejarse de un enorme tanque metálico que conectaba con un edificio de ladrillo ennegrecido mediante varias tuberías. Caminaba con viveza, marcando sus pasos con decisión, seguida por Kavanaugh, hacia una valla, culminada en alambre de espino, que ponía fin al área y daba paso a pequeñas casas de clase obrera, construidas a base de materiales visiblemente deficientes y baratos. 

- Cubro tu derecha - informó el irlandés, acelerando sus pasos mientras apuntaba con su Sig Sauer hacia una de las entradas a la fábrica.

Catherine conocía ese lugar. Inmediatamente después de recordarlo se sintió tremendamente angustiada, casi culpable de lo que sabía qué ocurría. El petardeo del tubo de escape de un coche modificado resonó en alguna de las calles cercanas. Esta distracción le permitió fijarse con mayor detenimiento en las viandantes que había por la zona. Estaba casi segura de haber visto a dos jóvenes apoyados contra la barandilla de una de las pequeñas escaleras de madera que daban la bienvenida a esas casas, iguales todas unas a otras. Creyó vislumbrar a su izquierda a una señora cargada con dos bolsas de la compra, pero verla le resultó irrelevante, porque solo tenía ojos para la otra persona que caminaba varias baldosas más adelante.

En un parpadeo, todos desaparecieron excepto ella y Frank. Catherine sintió que la escena se detenía, para permitirle analizar a la niña. Aunque no le hizo falta, la conocía bien. había escrutado cada detalle de su vida, cada rasgo característico de su persona.

Un portazo interrumpió sus pensamientos, desviando su atención hacia un ágil individuo que corría en perpendicular a Frank hacia la salida de la valla. Blake supo inmediatamente lo que hacer y por un instante sintió que podría cambiar el resultado final, pero la voz no emergió desde sus entrañas. Desconoció el por qué, pero sí sabía que ya era tarde. Su compañero se identificó y el chico, huidizo y asustado, encañonó a Catherine en un último y esperado intento por librarse de uno de sus perseguidores. Apretó el gatillo con torpeza justo antes de que Frank lo agujereara dos veces, tras dos certeros disparos en el pecho. Por desgracia, la bala ya había salido del cañón del arma y alcanzado al objetivo erróneo. El ensordecedor disparo fue la sensación más real que había experimentado en los últimos minutos.

Cathe abrió los ojos sintiéndose ensordecida por el estallido de la Star BKM. Se incorporó como un resorte hasta encontrase a sí misma sentada en vertical sobre la confortable cama de su alojamiento en el complejo de los Reyes. Recordar dónde estaba fue todo un reto. Palpó las sábanas, empapadas. Entonces llevó una de sus manos a la clavícula, haciéndola discurrir por su cuello, desplazando la fina película de sudor que la cubría. Se encontraba mal, agitada e incómoda por motivos que eran obvios.

Escuchó cómo alguien picaba a la puerta con delicadeza o más bien, casi temor. Segundos después de darle permiso, una joven cabizbaja, de piel ligeramente tostada, y pelo castaño oscuro, recogido en una perfecta cola de caballo, se adentró sin alejarse de la puerta. La noche anterior se había presentado a dejarle la cena cuando se estaba duchando y no había podido verla. 

CONTRABAND - Una guerra sin fronteras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora