37. Salam

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Tras algo más de una hora a la intemperie, la mullida manta de lana que Fhiona le había prestado estaba por fin calentando la espalda de Catherine. Hacía horas que había anochecido, las temperaturas se habían desplomado y ella era totalmente reacia a entrar de nuevo al piso franco a pesar de la insistencia de Rivera y Fhiona.
Se había acomodado en la azotea, sobre una tubería, utilizando como respaldo un conducto de ventilación. Estaba embobada admirando el sobrecogedor horizonte nocturno de Ciudad de México. Nunca imaginó que una ciudad de la que conservaba tan malos recuerdos podría llegar a ser tan bella.
Una frondosa arboleda creaba una gran cúpula natural sobre los barrios humildes de las afueras, contiguos a la Argentina Antigua.
Al fondo, los rascacielos del centro, creados a partir de cristal y metal, eran candeleros de centenares de pequeños focos de luz que iluminaban las montañas y valles colindantes a la urbe.
Solo sentía calma, sosiego por primera vez en varios días. Le había costado tranquilizarse tras regresar de la casa de la familia Sandoval.
En sus años de servicio había visto ejecuciones antes, pero nunca algo tan grotesco como lo del bebé. Por otra parte, sabía que no debía cargar con la culpa de sus asesinatos, el único culpable era Leviatán.
Pero había sido ella la que había golpeado el avispero y la naturaleza simplemente decidió seguir su curso.

- ¡Madre mía!

La voz de Nathan la sobresaltó, no lo había oído subir.

- Por lo que habíamos visto hasta ahora de México nunca pensé que podría haber algo tan hermoso detrás. Deberíamos volver más adelante como turistas
- ¿Me estás proponiendo un viaje juntos?
- Como compañeros, Catherine Blake, cuando realmente empecemos a trabajar juntos - respondió él, sonriente, antes de sentarse junto a ella.

Le reconfortaba su compañía, aunque realmente no tenía muchas ganas de mantener una conversación. A pesar de ello sabía que insistiría, sabía que él era así: dedicado, afectuoso, honrado con las personas que le importaban. Ser una de esas personas la ilusionaba inocentemente habiendo pasado tan poco tiempo juntos.

- Esta mañana te observé cuando hablamos con tu equipo. ¿Los echas de menos?
- Desde el momento en el que me despedí de ellos antes de irme - respondió con rapidez.
- En parte te envidio - le confesó para sorpresa de la joven.
- Ya te haré cambiar de opinión - consiguió hacerla sonreír a la vez que respondía con ironía - Me he pasado la vida buscándome y mira hasta donde me ha traído.

Llevaba varias horas replanteándose sus objetivos. Solo tenía clara una cosa, quería regresar a casa con su familia, junto a su inseparable amiga, Brooklyn. Quería ver crecer  a los retoños de Frank. Además de su devoción por el agente, éste había conseguido formar la vida que ella siempre había deseado y el estatus de tia, la colmaba de satisfacción por el momento. Seguía debiéndole a Siara un centenar de favores, agradecimientos y disculpas por su protección y dedicación para con sus problemas a lo largo de los años. No había encontrado el momento de crearle un perfil a Justin en alguna página de contactos para obligarle a dejar su trabajo y tener, por fin, alguna cita, aunque fuera fugaz. Él la tachaba de hipócrita, pero ambos bromeaban sobres sus vidas amorosas.

- Pues estas vistas no son tan malas - replicó el joven, sin apartar la vista del horizonte - Algo tendrás que haber hecho bien. Tienes personas que te quieren esperando en casa, tienes una carrera prometedora...

Parecía que Catherine meditaba su respuesta.

- ¿Y tú que tienes esperándote? - preguntó finalmente.
- Una deuda - respondió él sacando el muñeco de trapo quemado del bolsillo de su chaqueta. Se lo extendió a Catherine. Ella lo miró esperando aprobación por su parte. Su sonrisa le dio la confianza suficiente para cogerlo y detenerse a mirarlo.

Lo acarició con sus dedos. Presentaba un tacto seco, áspero y poco apropiado para un peluche. La zona quemada parecía papel de lijar más que la tela que realmente debía recubrir al relleno. La inscripción en árabe seguía intrigándola.

CONTRABAND - Una guerra sin fronteras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora