6. La elegancia de la sangre

107 7 0
                                    

Sophie no tardó en notar como la piel del cuerpo se le erizaba, cuando el cañon del arma del sicario presionó su nuca ante las súplicas de su madre. El bullicio de la calle ocultaba los hechos que estaban teniendo lugar en el apartamento.

- ¿Vas a ser la culpable de la muerte de tu hija? ¿Dónde está la otra niña, pendeja? - le dijo el hombre a Gemma.

Al no recibir respuesta, optó por tensar la situación.

- Bueno... como quieras - repitió chasqueándole los dedos a su hombre.
- ¡Noo! Espera. Por favor no le hagais daño.
- ¡Pues responde a mi pregunta! - le gritó acercándose mucho a ella.

Catherine estaba aterrada, supuso que le tocaría salir y dar la cara para que su madre y su hermana no sufriesen daños.

- Se fue con su padre a la oficina - oyó decir a su madre.
- Puedes creerme o no pero es la verdad - continuó Gemma sollozando.

El hombre se alejó de la silla donde estaba la madre para acabar centrando su mirada en Sophie.

- ¿Qué miras gringa? ¿Eh? ¿Te gustan mis tatuajes? ¿Ves este? - le preguntó el amenazante hombre señalando una siniestra figura que tenía en el cuello.

La niña intentó retroceder pero uno de los sicarios se lo impidió.

- Es La Flaca, pequeña. La muerte, lo último que ven los endrogados cuando no pagan sus deudas.

Los ojos verdosos del desconocido se clavaron en los de la hija pequeña de los Blake, justo antes de que desenfundase su arma para enseñársela a la niña, mientras Gemma se revolvía en la silla angustiada por su hija.

- Esta preciosa fusca dorada, me la regaló mi padre. Se lo llevó dios hace años - le explicaba a la niña, regocijándose con su brillante arma.

La respiración de Sophie, la delataba. Aún evitando las lágrimas estaba a punto de explotar.
Bajo el sofá, el polvo y la tensa situación estaban produciendo en Cathe problemas para mantenerse en silencio.

- ¿Cómo te llamas niña? Te pareces mucho a mi hija, a mi pequeña Julia. La Santa Muerte se la llevó demasiado pronto. La leucemia es devastadora allá por donde pasa, destroza vidas de familias enteras, es como un juego de azar: te puede o no tocar. Hay quién diría que alguien me hizo pagar por mis pecados o que después de matar a tantas personas me lo merecía - acabó diciendo mientras le quitó el seguro al arma.
- Todo el daño que dicen que causo, lo empezaron a causar todos los cadáveres cuando decidieron meterse en mis negocios...
- Sophie - susurró la niña con un hilito de voz ante el silencio que el hombre dejó para escuchar el nombre de la pequeña.
- Lindo nombre, Sophie. ¿Entiendes la importancia de los negocios de los mayores?¿Entiendes que no se debe joder a un hombre con su dinero?
- ¿Po... por qué? - balbuceó la niña.
- Porque pasan cosas como esta.

En cuestión de un segundo, el arma dorada orientó su cañon hacia la silla donde se encontraba sentada Gemma y sin tiempo a reacción el muy desalmado apretó el gatillo de su calibre 45, para que una veloz bala saliese y atravesase la rodilla de la señora Blake, para acabar clavándose en la pared.
El estruendo provocado por el disparo, estremeció a todos los presentes, incluidos alguno de sus sicarios. Catherine, no podía contenerse, clavó las uñas al suelo y una pequeña lágrima se escurrió por la tersa y fina piel infantil de su rostro ante los gritos de dolor de su madre.
La multitud con ansias de celebrar la festividad, ocultaban el sufrimiento que se vivía en el apartamento de los Blake.

- Papá se metió donde no lo llamaban, pequeña - dijo volviendo a mirar a Sophie.

Un charco de sangre se estaba formando bajo la silla de Gemma, con ella prácticamente inconsciente, pálida y con dificultades para centrar la mirada.
Cathe se aferró lo más fuerte que pudo al peludito Sammy. El calor que este le proporcionaba era el único escudo que la separaba de la realidad.

- Señores, ¿alguna vez se han fijado en la elegancia de la sangre cuando fluye sin impedimento? - dijo el tirador, con la atenta mirada de sus sicarios mientras admiraba el rastro de sangre activo por la pierna de la mujer.
- Mamá... - susurró la pequeña Sophie ante la quietud de su progenitora.
- Sophie, te quiero presentar a mi heredero, Alejandro. No es el primero, pero es el único capacitado para seguir con el negocio familiar.

Uno de los hombres que le acompañaba dio un paso al frente. Un veinteañero, de pelo castaño, ojos verdosos y mandíbula cuadrada, conjunto que le daba un aspecto serio y amenazante.

- Alejandro Reyes, el próximo Kalaca - dijo el narco acariciando la nuca de su hijo.

En unos breves segundos su rostro de admiración se completó con una oscura sonrisa acompañada de la calibre 45 dorada puesta en las manos de Alejandro.

- Demuestra que llevas nuestra sangre - susurró al oído de su hijo.

Ordenó a los dos sicarios que cogiesen a Sophie y la sacasen del apartamento, antes de salir vio sobre el mueble de la entrada un pequeño medallón dorado

- "Everything is Ok" - susurró Kalaca.

Tras abrirlo y ver las fotos de familia se lo entregó a uno de sus hombres.

- Que le llegue al padre. Que ese gringo sepa que está en mi territorio.

Todos salieron del piso, excepto Alejandro. El joven se quedó mirando fijamente a Gemma, la cuál estaba practicamente sin fuerzas por la pérdida de sangre. Pudo por unos breves segundos, centrar la mirada en el hombre que empuñaba el arma dorada. Sin decir palabra, éste levantó el arma. Sus ojos verdes mantuvieron la mirada a los apagados ojos de Gemma. El sonido del seguro, predecía el futuro de la mujer. Se aferró como pudo a la pata de la silla con la poca fuerza que le quedaba. Su último movimiento fue entreabrir los labios para susurrarle a Cathe un profundo te quiero, pero antes de completar la última palabra, el fogonazo y el ruido sordo del disparo hicieron que una bala le atravesase la cabeza a Gemma de sien a sien, haciendo volcar la silla y caer el cuerpo sin vida de la mujer sobre un oscuro charco de sangre.
En apenas segundos después del disparo, Alejandro salió cerrando la puerta principal tras de sí.
Catherine comenzó a ver borroso sin salir de su escondite y en cuestión de segundos todo se volvió negro.

CONTRABAND - Una guerra sin fronteras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora