14. Identidad

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La respiración de Alex se aceleró, aunque intentó disimularlo como bien pudo. Varias armas se habían desplegado por la habitación buscando intimidar a alguno de los tiradores.

- ¿Qué mierda estás haciendo tio? Deja de encañonarla o te mato - amenazó Ian a El Jefe intentando salvar la vida a su hermana.
- ¿Te ves de verdad en posición de darme órdenes? ¡Will! - indicó el líder a su matón señalando hacia el arma del puertorriqueño para que le fuese arrebatada de las manos.
- Ella sabe poqué está en el punto de mira... ¿verdad? Díselo a tu novio.

Le obligó a darse la vuelta y a mirar a los ojos a su amigo. Una tímida disculpa hacia su hermano precedió a que El Jefe quitara el seguro de su arma. Alejandra cerró los ojos apretando sus párpados con fuerza. Una última súplica de Maldonado intentó evitar el homicidio y unos breves segundos precedieron a que colocara el dedo en el gatillo. Unos breves segundos que parecieron años, en los que la joven ya no oía nada a su alrededor esperando el disparo que acabaría con su vida. La respiración del hombre recaía sobre la sien derecha de la puertorriqueña, la cual apretó los puños y contuvo una última bocanada de aire en el instante en el que un leve click de la Glock avisaba de la inmediata salida de los 9mm de plomo que harían que la vida abandonara su cuerpo.
Pero cuando todo el mundo en el apartamento se había quedado en absoluto silencio, unos leves pitidos comenzaron a perpetrar el ambiente.
Un pitido, dos pitidos.

- ¿Qué cojones es eso? - preguntó Bobby B sin recibir respuesta.

Tres pitidos, cuatro pitidos. Silencio.
La fina puerta del apartamento reventó en su zona central, mientras la cerradura y las visagras salían disparas al intetior del mismo. Un trozo de puerta golpeó a uno de los matones en la cabeza. El haz de luz de varias linternas acabaron con el amarillento ambiente que había en el piso.
Alejandra aprovechó para pegarle un cabezazo a El Jefe, partiéndole la nariz y arrebatándole la pistola de las manos.
Al grito de <<¡Agentes federales!>> y <<¡FBI!>> varios agentes irrumpieron en el lugar deteniendo a todos los presentos excepto a un matón que se vieron obligados a abatir.

- ¡Al suelo, vamos! - gritó uno de los agentes
- ¡Levanta las manos! ¡Las manos arriba! - dijo otro.
- ¡Suelta el arma, chica! No quiero dispararte - rogó otro de los agentes a Morales cuando la vio con la Glock 17 empuñada.

Rápidamente la joven hizo caso y se tiró al suelo donde el federal le colocó las esposas y la sacó del lugar.

- ¡No digas nada Alex! ¡Me oyes! ¡No les cuentes nada! - gritó Ian a su hermana.
- ¡Arrea! - le dijo un agente empujándolo.

El encargado del arresto de Alejandra la estaba llevando hasta uno de los Suburban de la agencia. Esos siniestros todoterrenos negros con cristales tintados iban seguidos de un Charger y varios Taurus del NYPD. El camión de los SWAT estaba cargando el dinero que habían dejado en el coche de William, mientras otros bajaban la droga del apartamento.

- Cuidado con la cabeza - le dijo el agente antes de meterla en el coche.

Dos hombres se encontraban en los asientos delanteros, en silencio mirando hacia ella por los reteovisores.

- ¿Le han leído sus derechos?
- Vete a la mierda.

Unas breves risas precedieron a las palabras del otro agente.

- Te veo bien Cath.
- Bueno... tenemos la droga, ¿no? Creo que me he ganado el quitarme las esposas. Frank, ya estas soltando las llaves.
- ¿Cómo te ha pillado?
- Cuando se puso chulito con nosotros se acercó a mi y me colocó el pelo detrás de la oreja y... - pronunciaba la joven mientras se quitaba los hierros de las muñecas
- Y te vio el auricular - completó el agente más joven

Un hombre de aspecto irlandés, pelirrojo, con una frondosa barba del mismo color le pasó las llaves de las esposas. A su lado, Justin Donson, un joven blanco de pelo castaño iba a los mandos del todoterreno.

- ¿Sabes que voy a tener que evaluarte verdad? - informó a la recién llegada.
- Justin, ¿llevo tres semanas infiltrada? No ha cambiado nada.
- Es el protocolo cuando un agente vuelve de una operación encubierta. Además... sabes que Baskett no te dejará volver si no pasas la revisión.

Siara Baskett era la jefa que dirigía la unidad para la que trabajaban Cathe, Justin y Frank, junto con una analista, Brooklyn Foster.
Baskett era una mujer negra que ya había superado la barrera de los cincuenta. Nació en la zona sur de Los Ángeles en la década de 1960. A diferencia de muchas familias afroamericanas que criticaban la brutalidad policial, sus padres siempre habían creido en el departamento.
Tras graduarse en la academia con honores, su carrera no hizo más que crecer hasta entrar en el FBI como jefa de unidad tras haberse graduado en Quantico.
Por primera vez en su vida, Cathe había encontrado su lugar. Tenía una "familia" que la protegía y apoyaba. Sus compañeros habían hecho mucho por ella y Cathe por ellos. Baskett la admiraba y ella le mostraba el máximo respeto. La AIS era el hogar que Catherine no conocía desde su infancia, porque desde la muerte de su madre y su hermana todo se había hundido poco a poco.

- Gracias, chicos.
- ¿Por qué Cathe? - preguntó Justin ante el repentino agradecimiento de su compañera.
- Sé que habeis pasado horas... muchas horas, de vuestra vida vigilándome. Incluso sabiendo que la misión se la pedí yo a Baskett cuando supe que los Black Soul movían droga del Charro.
- ¿Qué esperabas, que te dejásemos tirada?
- No es la primera vez que te pasas noches sin dormir por casos que nosotros hemos abierto por "asuntos personales" - añadió Frank creando unas comillas con sus dedos en los supuestos asuntos personales, que si así fuesen, el departamento no les dejaría investigar.

Avenida tras avenida el Suburban discurría por la concurrida ciudad de Nueva York. Bordeando East Williamsburg y Green Point los agentes se adentraron en la 495 de camino al túnel de Queens Midtown. Ya en Manhattan y bordeando Hell's Kitchen, se encontraron ante ellos el imponente edificio Seagram, en la esquina de la 53st con Park Avenue.
Dos de las plantas habían sido compradas en 2013 por diversas agencias federales con el fin de crear una unidad de élite conjunta, formada por agentes del FBI, la ATF, la DEA y el NYPD para reducir las preocupantes cifras de contrabando que entraban en la ciudad por tierra, mar y aire.
El "Servicio de inteligencia anti-contrabando" o AIS con sus siglas en inglés, había sido el resultado del proyecto.
Docenas de redes de tráfico de armas, drogas e incluso trata de blancas habían sido desarticuladas desde su fundación cuatro años atrás.
Después de cada caso, Catherine recapitulaba sobre lo mucho que la ciudad había cambiado. Dominicanos, italianos, japoneses, puertorriqueños, latinos... Nueva York ya no era la ciudad de turismo que anunciaban en las agencias de viajes, era una batalla campal por dorminar y vender más que el que está junto a ti. La voz cantante la llevaban los cárteles mexicanos, Sinaloa había dominado en la última década el negocio desde la frontera en Arizona. Pero en los últimos dos años, Charro Negro se había impuesto y fue entonces cuando Cathe vio su oportunidad de involucrarse y destruirlos poco a poco hasta poder encontrar la identidad de Kalaca.

CONTRABAND - Una guerra sin fronteras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora