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—¿Qué? —Jeongyeon parpadeó varias veces, sin entender porqué ese chico le había soltado aquello— ¿Quién eres?

El de tez pálida inclinó su rostro y mantuvo pulsado el botón de mantener las puertas del elevador abiertas.

—Oye, contéstame —pidió—. Cierra el ascensor, rápido.

—No.

Jeongyeon frunció al ceño y se acercó al chico con extrañez, ¡ese tipo le sonaba demasiado!

—¡Eres el chico que andaba con Jimin esta mañana! —exclamó, horrorizada— Que quede claro, Jimin es mío.

—Desde luego. Tuyo es; lo has secuestrado.

—¿Qué? Yo no- —Una gota de sudor le recorrió la frente.

—Y ahora nos llevarás hasta donde lo has escondido, ¿sí? —determinó, totalmente amenazador.

La castañita tembló.

—¿Nos?

La chica restante entró instantes después.

—¡Momo! —La peli-corta se colocó detrás de ella en cuanto tuvo oportunidad— ¡El pegajoso de tu amigo está pirado!

El azabache frunció el ceño. Momo chasqueó la lengua.

—Para tú información, no lo creo pegajoso del todo —señaló, con una sonrisa.

El chico también se hizo con una sonrisa por boca al percatarse de que no había negado lo de «amigo».

—¿Eh? ¿Vienes con él? —La menor abrió los ojos de par en par.

—Sí, viene conmigo —intervino el aludido—. Estamos salvando a Jimin ahora mismo, así que, ¿podrías hacer el favor de decirnos dónde demonios lo tienes guardado?

—Has hecho muy mal secuestrándolo —reprochó la otra—. Sé que te gusta, pero no esperaba eso de ti. Bueno —se rectificó—, sí lo esperaba, pero no debiste hacerlo.

—N-no lo secuestré —prometió, cada vez más nerviosa.

—Claro, y Jimin es heterosexual —ironizó su amiga, cruzando sus brazos—. Desembucha.

—No lo he secuestrado —reiteró sin entender lo anterior dicho, con un nudo en la garganta.

Momo iba a añadir algo más, pero Yoongi la detuvo.

—No entremos en detalles —pidió con un tono serio, propio de liderazgo—. ¿Dónde está Jimin?

La rubia frunció los labios y, muy lentamente, terminó por presionar uno de los botones del elevador, que los llevó al último piso, donde se situaba el cine y la zona de restauración. La menor los llevó al interior del cine, a un pasillo que, sin entrar en la zona prohibida para los clientes, no llegaba a estar transitada por estos. El lugar contaba con una oscura y abandonada cafetería, una desaliñada y sombría zona de descanso, con sofás y pequeñas mesas, y varias puertas con casi imperceptibles carteles. «Almacén», decían.

—Ahí —De forma, quizás, excesivamente tímida, señaló la puerta central.

—Chica mala... —Momo gruñó y le propinó algunos golpes en el hombro.

—¡Yo no lo secuestré! —volvió a defenderse— ¡De verdad que no!

Su amiga continuó golpeándola rabiosa y levemente, pues tampoco quería lastimarla, de todos modos. Yoongi decidió ignorar aquella tonta riña y caminó hasta la puerta indicada. Intentó girar la manilla de la puerta, sin efecto. Resultó estar atascada.

Shut up and let's loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora