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Querido Kenneth:

¿Recuerdas la primera vez que nos conocimos? ¿Cómo nuestro tropiezo y mismo deseo por aquel simple escarabajo en ese viejo parque terminó con nuestra primera pelea?

Yo sí puedo recordarlo.

Recuerdo tu cara roja de indignación y tus ojos claros negándose a llorar, aunque las lágrimas empezaban a acumularse en ellos. Y todo porque yo te había golpeado y llamado «nena llorona», mientras te negabas a ceder en abandonar la posesión de aquel insecto, sin importar que yo fuera más fuerte y tú tan pequeño y débil.

También puedo recordar cuando aparecieron nuestras madres, y terminé siendo halado por las orejas por negarme a disculparme con una «niñita llorona», y cómo al final del día, de alguna manera terminamos jugando juntos con aquel mismo escarabajo que fue el motivo de nuestra discordia.

Pero, sobre todo, recuerdo esto por lo que me dijo mi madre sobre aquel día acerca de lo afortunado que era al haber encontrado finalmente un amigo, uno al que no pareciera importarle nuestras diferencias raciales, como solía ocurrir en nuestro antiguo vecindario. Y aunque en ese entonces no comprendí era tan pequeño como para comprender el significado de aquellas palabras, siempre he estado agradecido por aquella pelea que nos unió.

Y creo que ahora recuerdo todo esto, porque al leer tu última carta me he sentido culpable y como un maldito egoísta, porque esta vez sí puedo sentirme afortunado al saber que estás vivo. No sabes lo culpable que me siento tras leer tu carta y el destino de tu amigo, acerca de tus sentimientos y, sobre todo, el alivio de que no fueses tú. Aunque el pensamiento de ti siendo despezado por una maldita mina es una pesadilla que me atormenta durante mis noches.

Y me gustaría decirte que eres afortunado, o al menos decir qué significa realmente ser afortunado. Pero el solo pensarlo me llena de culpa, y solamente puedo agradecerle a Dios que estás vivo, y rogar por tu regreso.

Sin dejar de sentirme culpable,

Phong.

El significado del deberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora