VIII

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Querido Kenneth:

El que seas un gran y estúpido optimista es algo que no se puede discutir. Supongo que este inmenso optimismo es algo que siempre detestaré de ti al igual que tú detestas mi «pesimismo realista». Así ha sido durante todos estos años, ¿no? Pero si cumples tu palabra, con gusto pagaré cada maldito centavo que puedas beber.

Y le he comentado a mis padres parte de tu última carta acerca Saigón y no imaginas la pena que les causó esto. Sé que ambos siempre han deseado quizá algún día visitarla de nuevo, pero ahora con todo lo ocurrido, ¿podrán hacerlo algún día?

Y, ¿considerarte un cobarde? ¿Quieres hacerme enojar o reír?

¿Puedes considerarte un cobarde cuando aun a pesar de todo mantienes esas esperanzas, cuando sigues pensando de esa manera en tu madre, en todos nosotros? ¿Acaso es un cobarde un hombre que se niega a arrebatar una vida en nombre de unos ideales políticos, de ambición, de poder, los cuales no comparte, algo que va en contra de su propia moral? ¿Eso es cobardía? Si es así, ¿entonces cuál es el significado de la valentía? ¿Luchar ciegamente sin cuestionar el porqué? ¿Hacer daño en nombre de esto?

Kenneth, en verdad tú no eres un cobarde ni nunca lo serás. Nunca vuelvas a pensar algo así.

¿Y sabes?

Estas semanas han sido difíciles. Me enteré de que le contaste la verdad a tu madre sobre Saigón. Al principio, ella me enfrentó reprochándome que se lo hubiera ocultado porque estaba segura de que yo lo sabía, aunque afortunadamente me ha perdonado. Y debes saber que el domingo pasado tu madre estuvo más afectada que de costumbre debido a una misa celebrada en honor a «todos los que luchan por nuestro país». Durante la misa muchas miradas se posaron en ella y ya te imaginarás cómo debió sentirse. Al menos agradezco que hubo otros que le dieron su apoyo, entre ellos la señora Goodwell (¿te acuerdas de ella y sus ridículos vestidos?). Cuando la vi no pude evitar recordar cómo solíamos reírnos de sus horribles vestidos cuando niños y cómo al final nuestras madres nos pellizcaban para hacernos callar. Cuando recordé todo eso me di cuenta de cuánto extraño esos tiempos en que compartía contigo y de cuánto te extraño.

Tu amigo,

Phong.

P.D: No puedo mentirte. Aunque las cosas con algunos de nuestros vecinos siguen igual, las cosas con Tuyen... Hace un par de días mientras ella regresaba a casa junto a unas compañeras de clases unos chicos le dijeron cosas y le arrojaron un par piedras para luego huir como unos malditos cobardes. A pesar de que ninguna piedra la dañó, Tuyen llegó muy asustada y ahora incluso sus amigas temen acompañarla a casa. Por esto estoy furioso y juro que si encuentro a alguno de esos chicos no serán únicamente un par de piedras lo que les regrese.


El significado del deberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora