Once.

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JUNGKOOK



Hoseok y Jimin podrían haber crecido juntos, pero eran tan opuestos como el día y la noche. Y no solo porque mi hermano mayor provenía de un ambiente privilegiado, y Jimin era tan obviamente de las calles. Iba más allá de sus claras y oscuras apariencias también. Me desperté temprano de nuevo, sobre todo porque estaba rodeado de un medio desnudo Jimin y tenía sus manos enredadas dolorosamente en mi cabello. Incluso en el sueño, era como si estuviera luchando, luchando contra un enemigo invisible, y eso hizo que mi corazón doliese por él. Hoseok dormía como un bebé. Se despatarraba, roncaba, y no se despertaría si una bomba estallara junto a su cabeza.

Hacer la compra con Jimin era como un deporte de contacto. Salía disparado a través de los pasillos, tirando cosas al carrito al azar, sin idea con respecto a con qué pegaban o con qué podrían hacer una comida. Claramente era un goloso, porque había más dulces en el carro de los que cualquier hombre adulto podría consumir. Hoseok hacía una lista, la descomponía por comidas, y evitaba los pasillos que no contaban con las cosas que quería. Por no hablar de los otros compradores. Jimin los ignoraba, o los fulminaba con la mirada si se detenían para mirarlo demasiado tiempo. No ayudaba que sin su sudadera, no desaparecía la mancha roja a lo largo de su costado, o en la tela de su sudadera gris que había sacado de la parte de atrás de su vehículo. Hoseok era afable. Le gustaba charlar y coquetear descaradamente con cualquier chica o chico que pasáramos. Me estaba costando averiguar cómo lograron los dos tener cualquier tipo de amistad, por no hablar de una hermandad por la que Jimin había estado dispuesto a ir a la cárcel para protegerlo.

Me detuve en seco cuando me di cuenta de que estábamos en el pasillo de la farmacia y él me miraba con una ceja levantada. Había cajas gigantes de condones frente a él y estaba esperando para que decidiera lo que quería hacer al respecto. Todo lo que podía hacer era mirarlo. Si no pareciese ser dos hombres diferentes, sería más fácil. Yo no era el mayor fan de la bestia que andaba dándome órdenes y trataba de intimidarme, pero el Jimin que me sostuvo en la noche y me apartó los mechones de cabello suavemente de la cara, como que estaba bastante embobado por él. Apestaba que ambos habitaran el mismo cuerpo endurecido por la lucha e imposible de ignorar.

Suspiré.

—Solo agárralos. Más vale prevenir que lamentar.

Se rio de mí y luego hizo una mueca y puso una mano en su costado. Me había negado a usar el pegamento extrafuerte en su corte, pero ahora me preguntaba si era una buena idea. La herida aún rezumaba sangre y era obvio que le dolía cuando hacía un mal movimiento. Arrojó no una, sino dos cajas al carro y se dio la vuelta para que pudiéramos pasar por caja.

—Aún creo que deberías ir a ver a un médico y que te den puntos. Fuiste apuñalado.

Bajó la vista hacia mí.

—Fui tasajeado, no apuñalado; gran diferencia. Estará bien. Era un cuchillo muy afilado, fue un corte limpio.

Noté a una chica junto a nosotros en la fila echándole un vistazo. Él solo parecía tener ese tipo de atracción para el sexo. Puse los ojos en blanco.

—¿Cómo supo Namjoon que ibas a ganar? Te dije que me entregó ese dinero antes de que ese tipo enorme te golpeara contra el suelo.

Me dio una mirada penetrante y luego se dio cuenta de que la chica a nuestras espaldas se estaba fijando en él. Mientras que mi hermano le habría sonreído, tal vez ofrecido un pequeño guiño o algo, Jimin se quedó mirándola hasta que ella no tuvo más remedio que apartar la mirada.

Mejor cuando es audaz. #1  [Jikook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora