Querido HyunJin.
El día de ayer me dirigiste la mirada mientras me dirigía a mi salón, fue por tan sólo unos segundos, aunque para mí fue una eternidad, una eternidad en la cual las mariposas en mi estómago parecían hacer una fiesta y mi corazón se...
Los rayos de sol atravesaban tenuemente las hojas de los árboles, cayendo sobre sus cabellos que el suave viento movía creando una hermosa escena.
Sus pestañas seguían el ritmo de su lento parpadeo, sus labios esponjosos y rojizos cual rosas brillaban ante las luz del día y sus ojos, oscuros y profundos, miraban suplicantes al contrario.
Las hebras castañas del menor eran iluminadas por los escurridizos rayos de sol, su mano derecha sostenía aquel lápiz rosado con el cual escribía y sus grandes ojos intentaban no encontrarse con los del azabache a su lado.
Ambos sentados bajo aquel árbol, uno con un cuaderno sobre su regazo y otro opoyado sobre el hombro ajeno.
Los números y signos cada vez iban llenando la hoja en blanco más y más, la mano del menor temblaba levemente, estaba nervioso.
Tener a la persona que le gustaba tan cerca y mirándolo fijamente, no era bueno para su estómago, ni cerebro, ni mucho menos para el corazón.
Definitivamente era lo peor.
A veces, si posaba toda su atención en el muchacho a su lado, podía sentir su suave respiración en su propio cuello. Sus cabellos se le erizaban con sólo pensar en la distancia que los separaba.
Pero tenía que concentrarse y terminar su tarea, no podía perderse en su acompañante
—Vamos JeongIn... Canta un poco.
—Hyung, tengo que terminar mi tarea —"No gires, no gires" se repetía mentalmente.
Un sonido de decepción llegó a sus oídos e inevitablemente giró su cabeza en la dirección que justamente no quería.
En cuanto se giró, sus ojos chocaron contra las galaxias que lo habían atrapado inconscientemente por años, una suave y cálida brisa danzó sobre sus cabellos y sobre todo, esos esponjosos rosados labios que formaban un tierno puchero, provocaban que los nervios lo consumieran cada vez más rápido.
—Vamos Innie, canta para mí.
El nombrado, quien parecía estar atónito ante la cercanía y belleza del otro, reaccionó tímidamente y su rostro comenzó a tomar rápidamente el color de sus propias cartas.
Giró rápidamente su rostro intentando ocultarlo entre sus problemas matemáticos sin resolver.
"Innie", ese apodo retumbaba en su cabeza sin poder salir.
¿Podría ser capaz de hablar siquiera?
—Yo... Uhm, primero ayúdame a terminar esto.
QueridoHyunJin
Desde la compuertade mi nave, a través del gruesovidrio, mis ojospuedenapreciar las galaxiasfrente a ellos, tan profundas que absorbe todo color impidiendo que logre ver lo que hay trasellas, pero aúnasí, hay destellos que me gustanllamarestrellas que iluminan mi díaadía. Cadavez que las veo me preguntoquéserán; podríansersatélites, planetas, solesosolamenterocas, peronosimplesnicomunes, porquesontuyas.