Eran las seis de la tarde cuando Harry y su madre terminaron de decorar el pastel. El pastel que le llevaría a los vecinos recién llegados como signo de bienvenida. Era una vieja costumbre de los Styles, porque todos eran panaderos, y todos eran buenas personas.
—Recuerda darle mi número de teléfono y ofrecerte para lo que necesiten—le dijo Anne, aquella mujer de sonrisa brillante mientras acomodaba el cabello de su hijo.
Harry abandonó la casa con la bandeja en la mano y cruzó la cerca al jardín de al lado. Este estaba descuidado, y se notaba que no lo habían podado en bastante tiempo, pero supuso que en el momento en que los recién llegados terminaran de instalarse, lo arreglarían.
Harry tocó el timbre y esperó. Y esperó. Y esperó. Pero nadie salió. Volvió a hacerlo con más insistencia porque sabía que si regresaba a casa con el pastel, su madre se molestaría por no insistir lo suficiente. Escuchó movimientos detrás de la puerta y luego se abrió.
¿Qué tan cliché puede verse que la figura que se encontraba detrás de la puerta vieja de madera, fuera aquella chica nueva del instituto?
Harry pronto perdió la voz, o al menos la capacidad de formar oraciones con sentido. Sintió su lengua amarrarse y algo en su pecho se cerró. ¿Por qué el corazón le latía tan deprisa?
—Te conozco—escuchó su voz por primera vez— vas al instituto.
—Yo...ah...s−si—Harry detestaba balbucear, en especial frente a chicas como Olivia—, Soy Harry.
—Olivia—se presentó ella. Ya no llevaba aquella chaqueta gigante de mezclilla, pero su cuerpo estaba tapado con un suéter de lana con algunos agujeros en los codos. Ante su presencia, Olivia jaló las mangas de sus muñecas hasta apretarlas en sus manos.
Harry recordó para qué estaba allí.
—Vivimos al lado—le explicó—, mi madre les preparó este pastel para darles la bienvenida—ella dudó en aceptarlo, pero finalmente lo hizo—, y también mandó esto-se sacó del bolsillo trasero un papel doblado−. Es su número telefónico, puedes dárselo a tu mamá.
—Yo no...no tenemos teléfono.
—Oh, bueno, puedes anotarlo en tu celular. Mi mamá quisiera invitarla a su club de libros, no es que sepa si a tu mamá le gusta leer, pero si lo hace entonces...
—No le gusta—lo cortó Olivia.
—Ya, claro—se hizo un silencio incómodo y Harry aun sostenía en sus manos el papel. Notó que la pierna de Olivia se movía intensamente mientras lo miraba. Quería que se fuera—. Bueno, vivimos en la casa de al lado—señaló torpemente el chico rizado—, en caso de que necesiten algo nosotros podemos...
—Estamos bien.
—Vale—alargó a e y se rascó la cabeza—, entonces te veo en la escuela.
Su madre siempre le había enseñado que debía ser amable, cortés y atento, pero también le había enseñado a saber detectar cuando era momento de irse. Si no te quieren en un lugar, entonces no estés allí, siempre le decía. Y era obvio que Olivia no lo quería ahí.
¿Será algo que dije? ¿No le caigo bien? ¿no le gusta el pastel de chocolate? Eso tenía que ser. A no todo el mundo le gusta el chocolate. Debí haberlo hecho de vainilla, pero que tonto.
Se dio la vuelta luego de un asentimiento cuando comprendió que Olivia no diría nada y empezó a caminar hacia su propio patio, aunque una voz lo paralizó y lo hizo darse vuelta de nuevo.
—¿Harry?
—¿Sí?
—Gracias. — y después de esto cerró la puerta.