La observó. La observó cada día. Se despertaba muy temprano en la mañana y siempre se retrasaba, porque embobado se quedaba mirando la ventana mientras ella salía de la casa rumbo al instituto. Compartían dos clases más, literatura y educación física. Ella nunca hablaba, y se sentaba en la penúltima fila, pegada a la pared. En los trabajos grupales permanecía sola y si directamente el profesor le preguntaba algo, ella se inclinaba de hombros y no emitía palabra alguna.
La habían catalogado de estúpida.
En el almuerzo nunca entraba a la cafetería, si no que se sentaba en los bancos de afuera y allí escuchaba música. Harry la vio comer solo una vez.
No se sabía mucho de su familia, tampoco. Un hombre salía todos los días de casa acompañado de un niño vestido con uniforme escolar. Una mujer salía justo cuando Olivia llegaba y regresaba diez minutos después con aquel niñito. Olivia siempre caminaba, ellos iban en auto.
¿Quién eres, Olivia? Pensó Harry viéndola caminar sin prisa por el gimnasio, mientras todos calentaban. Sin nada que la protegiera más que un short negro y una camiseta blanca, Olivia parecía sumamente menuda. La tela no le ajustaba del todo y ella no se preocupaba por arremangarse las orillas tres pulgadas más arriba como todas las demás. Usaba un sueter gris, también. El profesor le dijo que le bajaría puntos, pero ella nunca se lo quitó.
¿Qué escondes, Olivia? Se preguntó Harry mientras la veía estirar un poco alejada del resto. Su cabello era largo, y estaba recogido en una coleta alta del que se escapaban algunos mechones. Tenía unas cejas gruesas que según Martha, su amiga de toda la vida, eran envidiables. También tenía un lunar pequeño en la esquina del ojo izquierdo, pero lo que a Harry más le gustaba era el color de estos últimos.
Su iris eran marrón, pero brillaban. A veces, cuando llegaba a casa demasiado cansado como para estudiar, se recostaba en su cama y mientras veía el techo, se ponía a pensar en sus ojos. Intentaba recrear la perfecta imagen en su mente, aunque en nada se compraba a cuando la veía realmente. Ese brillo lo iba a volver loco. Buscó en los ojos de Martha pero no lo encontró. También lo hizo en los de su madre y su hermana, pero allí no brillaba más que la chispa que siempre lo había acompañado. Busco en los propios, y no encontró aquel factor hipnotizante de los ojos de Olivia. Era como si siempre estuvieran reteniendo lágrimas.
—De acuerdo—interrumpió la voz del coach los pensamientos insanos de Harry—, juego mixto. Styles, Nichols, son capitanes.
Susan Nichols chocó los cinco con Harry le dio señal de que él escogiera primero. Todos se acomodaron en fila delante de ellos, incluyendo a Olivia. Harry no lo pensó dos veces.
—Olivia.
A pesar del desconcierto de todos y el propio, la chica se dirigió a él y se colocó a su lado, dedicándose a jugar con sus dedos mientras terminaban de escoger. Cuando debían acomodarse a cada lado de la malla, Olivia se acercó a él.
—No soy buena jugando volleybol.
—Nadie es bueno jugando volleybol, tranquila.
—Pero yo soy peor—le dijo mientras él la acomodaba en su lugar.
—Y por eso mi trabajo es cubrirte ¿ves? solo tienes que lucir como si estás preparada—él le sonrió y ella se vio tentada hacerlo, también.
Mientras se acomodaba en su lugar, Harry no podía dejar de pensar en esos ojos. ¿Qué esconden?
Estoy idolatrando elbrillo de tus ojos, Olivia.