Pied piper
La dureza del escritorio es lo primero que siento en mi cachete y lo segundo es un leve dolor en mi cuello. Cuando abro los ojos, Puma (mi gatita blanca) me saluda de manera cariñosa con su lengua rasposa. Acaricio su terso pelaje, sin embargo creo que eso le molesta porque termina bajándose del escritorio de un salto. Me acomodo en la silla y mi brazo izquierdo se enreda con los audífonos, desprendiéndose del celular. Este se enciende ya en el piso y la música se funde con la habitación.
La luz vespertina que se filtra por la ventana parece brindarme un saludo, al igual que el frío. Pese a que estoy más dormida que despierta, mi atención se centra en los apuntes y en las hojas que utilizo para estudiar, ahora se encuentran esparcidos por todas partes. Ver los problemas aún sin resolver me hace soltar un bufido. Pensar en que sólo faltan unos días para inscribirme a un examen que decide si puedo o no entrar a la universidad que quiero, me hace darme cuenta que el tiempo no perdona los errores, pero bueno, tampoco olvida los aciertos.
Bostezo y trato de deshacerme de la flojera estirándome. Recojo el celular y la cara de Jimin en mi fondo de pantalla me hace pensar que algo he olvidado. Quizás el difuso sueño que tuve.
—¡Ariel, baja a cenar! —grita mi madre. Hago caso del llamado, colocando pausa a la canción, saliendo de la habitación y olvidando por completo el asunto.
Los días pasan entre trabajos y tareas de la preparatoria. El estrés es casi un amigo fiel en los salones de último semestre, mientras que los profesores son la viva imagen del mal, a pesar de que a veces pareciera que alumnos y docentes estuviéramos en la misma prisión, casi con la misma sentencia.
Las conversaciones banales de mis amistades de vez en cuando suelen ser acerca del futuro después de la preparatoria. Algunos de ellos dicen tener una idea de lo que quieren desempeñar en la universidad, mientras que otros tienen planes completamente distintos a estudiar. Para cuando llega mi turno de responder, las únicas palabras que salen de mí es un confundido «no lo sé... aún». Mientras que en las conversaciones familiares; cuando surge la misma temática, mi padre suele tomar la palabra después de ver que mi única respuesta es el silencio, iniciando con un «Pues piénsalo bien, porque...» para después de un largo sermón por no tomar este asunto en serio, use a su hermano como un gran ejemplo a seguir: un hombre que ha llegado muy alto en no sé qué por estudiar tal carrera en donde, aparentemente, se gana mucho. Mi madre, por su parte, opta por una actitud más relajada simplemente diciendo «escoge lo que más te llame la atención». Quizás intuye que es lo que quiero o quizá no.
Yo por mi parte, en las tardes que creo que no hay deberes, evado la situación escuchando canciones y estando en redes. Por lo que no es extraño que cuando el día de inscripción (en línea) a examen se presenta, mi mente se divide entre lo que me ha dicho mi padre y lo que quiero. Después de lograr entrar al enlace, mis ojos buscan consuelo en mi cuarto silencioso y sin querer me topo con el estuche del violín que se encuentra en una esquina de mi cama. El polvo parece ser más unido que yo, al instrumento durante los últimos años.
Mis dedos me sudan, pero no le tomo importancia. Me he decidido finalmente. Después de unos segundos, colocó la opción que mi corazón dicta, selecciono "enviar" y una sonrisa nerviosa se dibuja en mi rostro.
«Ahoraes tiempo de empezar a estudiar.»pienso.
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Antes de agosto [PARK JIMIN]
FanfictionLos problemas que la agobian en su día a día como adolescente a punto de entrar a la universidad, no la dejan en paz. Tiene en la cabeza tan metido ese embrollo que un día, sin explicación aparente, se encuentra en un diminuto elevador. Siendo acomp...