[05] So what

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So what

Mi confianza, al encontrarse por las nubes, me hace sentir que lo que sea que se encuentre al otro lado de la puerta no será tan duro, ni feroz como mi energía. En pocas palabras, siento que puedo tragarme al mundo de un solo bocado.

Es una lástima que, de todas las cosas que me pude haber imaginado, nunca hubiera pensado que lo que se encontraría en aquella habitación, en realidad, era nada menos que un hoyo gigante.

Me da pena decir que nunca me fijo por donde piso y, por consiguiente, no soy capaz de evitar mi caída al enorme vacío que representa ese hoyo.

Ahora que lo veo en perspectiva, me doy cuenta que quizás las pinturas que estaban en el pasillo era una especie de advertencia ninja.

Al entrar estrepitosamente a ese hoyo, me gustaría decir que el golpe que recibo es uno bastante duro, pero a decir verdad, por más que caigo, me voy dando cuenta que el final está muy lejos de aparecer.

También me gustaría decir que, a pesar del vértigo y lo revuelto que siento el estómago, el aburrimiento no me acompaña. Pues en este curioso trayecto, muchas cosas comienzan a aparecer, cada una más rara que la primera, como por ejemplo: un alebrije con colores "te voy a romper la pupila" y un huarache volador.

Uno de los primeros pensamientos que se dibujan en mi cabeza fue que me he convertido en una versión de Alicia, una meramente mexicana y, quizás, de bajo presupuesto.

Esta idea permanece en mí hasta que una muchacha rubia aparece en mi campo de visión. Ella se encuentra inquietantemente tranquila una silla, tomando el té... mientras cae al vacío. Obviamente acompañada del famoso conejo blanco, que no hace otra cosa más que señalar con apuro su reloj.En pocos minutos dejo de observarlos porque mi suerte, contraria a la de Alicia y la del conejo blanco, parece ser muy poca, pues la gravedad me jala más fuerte que a ellos.

Ahora mi atención, como siempre, se centra en algo que también cae: un lapicero de colores. Este inusual objeto pareciera tener vida propia, pues dibuja en el aire cosas sin sentido, como flores, estrellas, triángulos, siete chicos... al continuar observando dicho objeto, sé que mis ojos adquieren un brillo especial y mi corazón se llena de felicidad.

A este espectáculo visual, en algún momento es acompañado por un instrumento musical, no obstante las notas que este objeto llega a producir salen terriblemente desafinado, por lo que decido tomarlo y empiezo a tocarlo con naturalidad. La música que surge desde ese momento pareciera que adquiere la sincronía de un río, pero el ímpetu de una cascada. El ambiente cobra un nuevo sentido y yo con el.

No obstante y, más pronto de lo que debería, mi tranquilidad y armonía se ve interrumpida por unos murmullos que provienen de mi espalda. Volteo, queriendo saber de donde son, sin embargo no encuentro nada. Por un segundo creo que vienen del instrumento, sin embargo me doy cuenta que lo único que me transmite es felicidad.

«¿Me lo estaré imaginando?» pienso.

Algo confundida, continúo tocando, tratando de ignorar los murmullos, pero estos se hacen más fuertes y mi espalda comienza a sentir que algo o alguien me observa.

Con malas intenciones y palabras de desaliento, mi ánimo inicial se corroe con lentitud. Como sí el instrumento absorbiera mi sentir, la melodía decae poco a poco y después, se convierte en un quejido débil que con los segundos, muere.

Suelto el objeto con tristeza y este, presa de mi rechazo y semejante a una flor, se marchita en el aire. Desapareciendo en el acto.

Las voces de malas intenciones se ríen mientras me observan caer. Aunque no sé si por mi infortunio de una muerte inevitable o que algo que quise, fue dejado de lado por ellos.

Las voces se callan por un instante y yo me acuerdo de que estoy cayendo, veo hacia el suelo por instinto y lo primero que mis ojos encuentran es algo reluciente y dorado. Tardo un segundo en conectar las piezas y me percato de que es el oro del minero de las pinturas.

¡Lo había logrado! ¡Había encontrado aquello que buscaba! Ese hombre de seguro persistió, aunque los hombros le dolieran y la inclemencia del tiempo jugara en su contra. ¡Lo hizo! Y yo era testigo de su propio esfuerzo.

Y ahora iba a morir por ello.

Rápidamente me pongo en manos a la obra, escaneando las paredes en busca de algo con qué salvarme. Al no encontrar algo útil, mis ojos se topan con el lapicero. Sin dudar un segundo más, extiendo mi brazo tratando de tomarlo y este, al notar mi acción lo único que hace es acercarse más a mí.

Lo tomo y las voces comienzan a hablar, pero esta vez no les escucho y comienzo a trazar lo primero que se me ocurre. Al terminar, extiendo mi mano y toco el dibujo, convirtiéndose en un instante en un objeto real. La distancia entre el suelo y yo es poca, sin embargo ahora no me preocupa. Ni siquiera las voces. Abro el paraguas en el aire y de manera inmediata, la velocidad de mi caída se reduce.

Antes de agosto [PARK JIMIN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora