Capítulo 1: Malditos Platos.

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— ¡Vaya, de verdad te atreviste a aparecer!

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— ¡Vaya, de verdad te atreviste a aparecer!

Joel notó como todos los ojos se enfocaban en él. Su hermana y sus cuatro empleadas; todos los ojos lo miraban. Sonrió un momento como él lo sabía hacer, lanzando su mochila a una de sus empleadas, mientras se despojaba de su abrigo de cuero negro, deslizándola por su cansado cuerpo de veinte años para luego echar un vistazo a lo que tenía al frente. La casa estaba tal y como la dejó hace tres semanas, lo único que había cambiado era la mesa de comedor, que estaba atiborrada de todos los platos habidos y por haber. Su sonrisa sinvergüenza se ensanchó, mirando ahora a la que era su hermana.

— ¿Por qué no aparecería? ¿Acaso no enviaron al chófer para que vaya por mí?

— No sé, pensé que te quedarías por ahí, haciendo lo que te gusta...

Puta. ¿Haciendo lo que me gusta, dijo? Pensó Joel.

Bueno, quizá, Oriana tenía razón. Cada vez que llegaba de viaje, se iba a cualquier pub cercano y terminaba follando a media ciudad. Sí, claro, era extraño que hoy no se encontrase "haciendo lo que le gusta".

— ¿Por qué? ¿Alguna de tus amigas está disponible, hermanita?

— Imbécil.

— Si es que es así, solo avisa y pásame su dirección. No, no, mejor dile que vengan ellas para acá, pues el que les hará el favor seré yo.

— Cerdo, creo que quieres morir...

Joel reprimió una carcajada, lanzándole su abrigo en el rostro y caminando hacia la mesa vacía para sentarse y engullirse todo lo que se le sea posible. Si hoy no habría sexo, al menos habría comida, ¿no? Tomó un plato frente a la incrédula mirada de su hermana y lo llenó de fideos, llevándoselos a la boca luego.

— Joel, que bueno tenerte temprano, ¿cómo te fue en Boston?

La voz de su padre lo detuvo enseguida. Los fideos tocaron su boca, pero está no se los probó. Se levantó en seguida, fingiendo la mejor sonrisa que podía. Su madre también lo miraba con el rostro más serio que había visto en su vida, repleta de estupideces enormes alrededor de su muñeca, sus orejas y su cuello.

— Pensé que vendrían luego y tenía mucha hambre. — Hizo una reverencia mal hecha y se sentó de nuevo, echándole un ojo al espagueti. — No pasó nada interesante en Boston, la charla estuvo muy aburrida, pero hice lo mejor de mí, créanme.

Sí, exacto, él había hecho lo mejor de sí; se había reventado todas las botellas de hotel, había tocado todos los culos expuestos en la piscina, había tenido sexo acuático, había llevado a su habitación a todas las que les fue posible y mientras asistía a la charla empresarial, había flirteado con señoras mayores que él. Joel había hecho lo mejor de sí, de eso no cabía duda. Observó como todo mundo se sentaba alrededor de la mesa.

Inocencia Pasional || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora