Capítulo 47: Para siempre.

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— ¿Cuánto tiempo es un rato? ¿Una hora? ¿Dos horas? ¿Un día?

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— ¿Cuánto tiempo es un rato? ¿Una hora? ¿Dos horas? ¿Un día?

Los ojos escrutadores de Christopher Vélez lo miraron con un claro tono de claridad reflejado en sus pupilas.

— No bromees, Christopher. — Dijo, intentando simular una de sus mejores medias sonrisas y se encogió de hombros. — Puede ser una semana, un mes, medio año... quién sabe, tal vez, un año o dos, ¿tal vez, un para siempre?...

— ¿Estás loco?

Joel se sentó en una de las sillas del mediano comedor y tensó su garganta, dándole un breve vistazo a Erick, que estaba sentado a su lado y tenía los ojos moviéndose desde su rostro hasta el del otro, totalmente consternado.

— Tengo las tarjetas bloqueadas, estoy sin una moneda en mi bolsillo y no tengo a dónde ir.

— Yo diría que sí, pero tú sabes que esta casa no es toda mía, Joel, a veces, viene mi familia también...

— Solo será unos cuantos días, Chris, es una promesa. — Las palabras de Erick se escucharon como un suave farfullo acariciando la habitación, mientras sus ojos se enfocaban en los ojos del castaño. — Por favor.

Christopher elevó la cabeza y se lo quedó mirando unos segundos para finalmente suspirar, agotado.

— Está bien, son bienvenidos el tiempo que quieran. Pueden usar la habitación o habitaciones que gusten... tomar lo que quieran que vean en la cocina. — Caminó a pasos lentos hasta la nevera y abrió la puerta superior, colocando tres botellas de agua. — Por cierto, es bueno verlos juntos otra vez, pero... ¿qué pasó ahora?

Joel torció sus labios en una sonrisa y corrió su mano sobre la madera hasta que sus dedos se encontraron y fueron entrelazándose poco a poco.

Levemente.

Acariciando los nudillos pálidos con la parte interior de sus dedos, rozándolos con ligereza.

Sus ojos se encontraron, al igual que sus sonrisas y ese sentimiento volvió a explotar en su interior.

Ese sentimiento, ese mismo sentimiento que sentía cada vez que lo contemplaba; cada vez que se fijaba en sus ojos despiertos, sus labios abultados, sus bonitas mejillas, su radiante sonrisa.

Ese sentimiento que tocaba hasta el último de sus nervios y le hacía darse cuenta de lo perfecto que era Erick Colón; de lo perfecto que era amarlo y de lo perfecto que era poder tenerlo a su lado.

Ese sentimiento que le hacía enamorarse una y otra vez, que le permitía caer loco de nuevo, que le hacía arder en fuego, que le hacía desear lanzarse a besarlo, aunque sabía que si lo hacía, posiblemente no pudiese soltarlo más.

Y eso ahora no era muy conveniente que digamos.

Acarició el dorso de su mano y moduló un "te amo", escuchándolo susurrar lo mismo en respuesta y reír con la misma calidez de siempre, al tiempo que el timbre de la puerta se hacía oír.

Inocencia Pasional || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora