Capítulo 37: Día D.

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— Ruego un minuto de atención, por favor

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— Ruego un minuto de atención, por favor.

La multitud levantó la cabeza al mismo tiempo y se acercó, copas en mano, al centro de atención, todos exhibiendo la sonrisa más brillante que tenían. Joel siguió en el mismo lugar en el que se encontraba hace más de cuarenta minutos, observando quieto cómo sus padres se paseaban a sus costados, riéndose con sus mejores trajes, empujándolo hacia personas que nunca antes había visto en su vida. Observó la forma en que la rubia de vestido corto y despampanante caminaba meneando sus refinadas joyas hacia su lado y su padre tomaba el micrófono con la misma confianza y petulancia de siempre, siendo enfocado por todas las cámaras de las revistas sociales más importantes de la ciudad.

El micrófono lanzó un sonido agudo antes de que su voz se escuchara.

— En primer lugar, agradecemos a cada uno de ustedes por encontrarse acá, acompañándonos en un momento tan importante como este. No tengo muchas palabras para decir, solo sé que estoy demasiado orgulloso de lo que se anunciará el día de hoy. Ver la forma en que mis hijos han ido creciendo en todo este tiempo y pensar que ahora son todos unos adultos que están a punto de consolidar su vida me hace sentir un orgullo de esos que no se pueden describir con palabras. Pero bueno... — Una sonrisa de satisfacción rellenó su cara y su cuerpo se irguió por completo. — ¿Lo dirás tú, hijo?

Su voz lejana apenas logró tocar sus oídos. Era como si se encontrase ahí, pero a la vez estuviese muy lejos, tan lejos que todo le resultaba irreal, falso, ilusorio. Sus ojos cafés se perdieron a través del enorme gentío, moviéndose entre las mujeres sonrientes y los elegantes ejecutivos, analizando todos los rostros desconocidos, deslizándose por las mesas y cada rincón del gigantesco patio.

Hasta que finalmente lo encontró.

Allí estaba él, sosteniendo una bandeja en medio de algunos ancianos, haciendo un esfuerzo por levantarse sobre las puntas de sus pies.

— Joel. — La susurrante voz de su madre hizo eco en alguna parte de su cerebro.

Siguió manteniendo sus ojos tiesos en él y entonces sus miradas se encontraron finalmente.

Podía ver sus mejillas encendidas, sus labios entreabiertos en nerviosismo y sus ojos chispeándole de la misma forma que siempre, solo que ahora tenían un brillo más especial.

Le observó caminar algunos pasos hacia adelante con desesperación y cuando Erick asintió con fuerza y le envió una sonrisa repleta de seguridad y ánimo, no dudó en devolverle el gesto.

— Quizá, es una de las primeras veces en las que siento la necesidad de decir cómo me siento y no saben lo emocionado que me pone decir esto y compartirlo con ustedes. Toda mi vida me he sentido perdido de algún modo, he cometido muchos errores, uno tras otro, pero ahora puedo decir que he sido curado, por así decirlo... Bueno, para cortar el rollo de una vez por todas,  lo que venía a decirles es que estoy enamorado, loco de amor y no puedo pensar en otra cosa que no sea compartir mi vida con esta persona día y noche. — Sus ojos lo abandonaron, enfocándose ahora en la sonrisa de la muchacha que sonreía a su costado, mientras una pausa hacía temblar cada rincón de su alrededor durante un par de segundos. — Y esa persona es ella.

Inocencia Pasional || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora