Capítulo 12: Fría noche. (2/2)

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Erick sintió cómo sus labios se estampaban sobre los suyos con tanta fuerza que solo tiempo para contener la respiración y abrir los ojos lo más que podía

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Erick sintió cómo sus labios se estampaban sobre los suyos con tanta fuerza que solo tiempo para contener la respiración y abrir los ojos lo más que podía. El sabor metálico de la sangre y el alcohol se coló por sus labios, mientras Joel intentaba darse paso entre sus labios y sus manos subían hasta tomar su suave y delicado rostro con mucha necesidad, apretándolo de las ardientes mejillas. El menor intentó separarlo, pero ninguno de sus músculos le respondió.

     —   No quiero que vuelvas a sonreírle, odio que le sonrías y no lo vas a volver a hacer. — Masculló Joel, deslizándose con rapidez hacia la tersa piel de su cuello. — Erick...

— ¿Q... qué?

— Eres tan ridículo y precioso que no sé qué mierda has venido a hacer conmigo.

Empezó a depositar húmedos besos sobre toda la extensión de su sudoroso cuello, mientras el muchacho se estremecía y ladeaba un tanto la cabeza; los latidos de su corazón le amenazaban con explotar y los nervios del momento le estaban comiendo toda la columna vertebral. 

— No sabes con quién te estás metiendo. — Escuchó la voz de Joel junto a su oído, casi en un susurro. — Agradece que te estoy avisando, bonito, porque ya me has dado lástima y no deberías dármela...

— Joel, déjame curarte...

Los labios de Joel llegaron hasta su hombro y el menor sonrió, intentando empujarlo con todas las frágiles fuerzas que le restaban, aunque le era imposible moverlo.

— Abre esos jodidos labios y déjame besarte. — Joel retuvo su rostro con más seguridad, aunque sus ojos estaban cerrados y la marea estaba a punto de hacer colapsar sus neuronas.

Erick cerró los ojos y su sonrisa se hizo todavía más dulce, mientras sus mejillas ardían de vergüenza. El agarre de Joel en su rostro se hizo más leve, más suave.

        — Sí, tú puedes besarme cuando gustes, pero tengo que curarte primero, déjame hacerlo, por favor...– Escuchó cómo el otro se reía a carcajadas secas de nuevo y se lanzaba sobre sus labios.

         — Me pones, Erick, me pones mucho. — Indicó contra ellos y de repente, se quedó inmóvil. El mayor abrió los ojos poco a poco y notó cómo la respiración de Joel se hacía cada vez más pausada sobre su menudo cuerpo. Estaba durmiendo. Su sonrisa se hizo más profunda cuando lo tomó de los hombros con temblorosas manos y empezó a levantarse, haciéndolo con dificultad. El cuerpo de Joel cayó totalmente sobre la cama y Erick se le quedó mirando con ternura, entrecerrando sus ojos para que sus pupilas se dilatasen y se acostumbrasen a la oscuridad.

De pronto, todo el miedo que había sentido hace algunos minutos desapareció por completo, aunque la preocupación todavía seguía latente en su corazón.

Estornudó y se movió rápidamente hasta la sala de estar, buscando el botiquín de primeros auxilios en todos los lugares posibles.

— ¿Dónde estás? ¿Dónde estás?

Sus manos se pasearon por todas las paredes y luego regresó corriendo a su habitación, sacando una de sus camisetas de su bolso y metiéndose en el baño para humedecerla de agua fría.

Cuando la tela estuvo totalmente húmeda, la presionó entre sus manos y la llevó hasta la cama, intentando girar el cuerpo de Joel con todas sus fuerzas. Cuando el cuerpo se giró un poco, empezó a pasar su camiseta suavemente sobre su rostro, dando toques en los lugares que estaban heridos y deteniéndose solo para separar su cabello de su inflamada frente con suavidad.

Aunque el olor a alcohol había llenado toda la habitación, a Erick no le interesaba. Sentía que Joel era lo más valioso que tenía y el miedo de herirlo de alguna forma mientras pasaba la tela de su camiseta sobre su rostro y su cuello le aceleraba más el corazón.

Sonrió y volvió a acomodarle el cabello con la misma delicadeza de siempre, casi acariciando su rostro con las puntas de sus dedos. No entendía cómo alguien tan perfecto como Joel Pimentel podía haberse fijado en él, pero le  agitaba el corazón de alegría el simple hecho de pensarlo.

Su primer novio, Joel Pimentel.

Se movió rápidamente hacia el otro extremo de la cama y tomó la almohada, colocándosela detrás de su cabeza para luego cubrirlo con todo el enorme edredón y continuar acariciándole la cabeza. Se mantuvo observándolo durante muchos minutos hasta que Joel se levantó de golpe y se lanzó contra una pared, tocándose la cabeza con ambas manos.

— Mierda. — Gritó con el rostro fruncido en una mueca de asco. — El baño, joder, el baño.

Erick se alarmó de inmediato, aunque cuando empezó a moverse, Joel había ingresado ya al baño y estaba tosiendo con la voz más ronca que nunca, soltando maldiciones de vez en cuando. El sonido del vómito llegó mucho después y el menor abrió los labios, aterrorizado.

— ¿Puedo entrar?

La tos se volvió a escuchar y después de diez minutos, Joel salió como alma que se lleva el diablo, lanzándose a la cama nuevamente.

— ¿Te sientes bien o quieres que haga algo?

Erick no obtuvo respuesta, así que lo único que le quedó  fue continuar pasando sus finos dedos sobre su cabeza y sentarse junto a la cama, recostándose sobre el frío lateral. No contó cuántos minutos transcurrieron, pero cuando abrió los ojos de nuevo, la oscuridad era más notoria.

Se acurrucó mucho más y continuó acariciándole la cabeza, decidiéndose a no cerrar los ojos hasta que el sol apareciese de nuevo. Sentía que el sueño lo vencía, pero no podía atreverse a quedarse dormido; no con Joel necesitándolo en cualquier momento.

Cuando la luz del dormitorio empezó a aclararse, sus ojos empezaron a cerrarse, aunque terminaron por abrirse de golpe cuando notó que los oscuros ojos de Joel lo miraban también.

— Buenos días, Joe. — Susurró, sonriéndole con la misma ternura de siempre y quitó la mano de su rostro con la misma rapidez en la que se ruborizó.

Joel se lo quedó mirando durante tres minutos sin sonreír ni moverse. Sentía diferentes ideas mezclándose en su dormida mente; muchas de ellas le gritaban que se levantase y lo golpease hasta que dejase de sonreír de ese modo y otras, que lo tomase y lo follase con tanta fuerza hasta que anochezca de nuevo.

Pero se maldijo internamente cuando lo único que hizo fue sonreírle de vuelta.

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Inocencia Pasional || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora