Estaban inmersos en una oscuridad que ocultaba las pequeñas dimensiones de la habitación, haciéndola sentir como un amplio espacio diseñado especialmente para poder rodar en el piso, sin el temor de chocar contra una pared, mientras dos almas hacen el amor.
No podían verse el uno al otro, pero conocían tan bien cada centímetro del cuerpo ajeno, que les bastaba sentir la brisa creada a partir de un movimiento para poder saber si el otro sonreía. El vacío dejado por disponer de un sentido menos, era reemplazado por la agudeza con que los demás se manifestaban. Con el oído podían escuchar los susurros, suspiros, y gemidos de la pareja. Con el olfato podían sentir el aroma emanado por el sudor, al mezclarse con los respectivos perfumes que se habían aplicado antes del encuentro. Usaban el gusto con diferentes propósitos, a veces eran capaces de adivinar lo que el otro había comido tres semanas atrás, solo con darse un beso francés. El tacto era el sentido que más usaban. Él para sentir la suavidad de la piel tersa de Ella. Ella para sentir el cuerpo duro y trabajado de él.
Se miraban sin saber que parte del otro estarían enfocando de haber luz. Miraban a la nada, esperando que el peso de sus ojos fijos cayera sobre la piel del objetivo, que sintiera la presión del amor, siendo enviado con fuerza para atravesar completa oscuridad en la que se veían inmersos.
Se tomaban de las manos y entrecruzaban sus dedos para que ningún movimiento pudiese separarlos. Antonio sentía perfectamente el interior de Alejandra. Había conocido la sensación teniendo el sentido de la vista disponible, pero en ese momento no lo echó de menos para nada. De tanto verla desnuda en su habitación - aprovechando cada oportunidad en que sus padres salieran a una reunión o de vacaciones - había adquirido la habilidad de imaginar completamente, hasta el más pequeño lunar que tuviese Alejandra. Incluso podía imaginar detalles en el cuerpo de Alejandra que ella misma desconocía, simplemente por nunca haberlos visto, o porque eran detalles que surgirían en un futuro cercano. Mientras la penetraba con fuerza, y aprovechando que ella estaba en cuatro, Antonio pasaba su mano derecha por la espalda tersa y suave de Alejandra. Reconocía pequeños elementos que le permitían ubicarse en la geografía del cuerpo de su amada. Sintió el pequeño saliente en su tórax, producto de una costilla un poco más al frente de lo normal. Con eso supo que estaba a una cuarta, lo más forzada posible, del seno derecho de Alejandra. Recorrió la distancia, y tal como había imaginado, se encontró con un pezón duro. Evidencia del gozo fisiológico y emocional de su pareja. Apretó el botón que producía estremecimiento en el cuerpo de Alejandra suavemente, y luego fuerte. Empezó a estirarlo, provocando que la teta derecha adquiriese una forma más cónica que esférica al tacto. Teniendo como vértice el pezón raptado por el índice y pulgar de Antonio.
Alejandra al estar de espaldas a Antonio no podía sentir más que un miembro duro y grande dentro de su vagina. También se dio cuenta de que cada vez entraba más fácil y más fuerte, acelerando como si se las caderas de Antonio estuviesen en una carrera que por nada del mundo perderían. A ella le tocaba tratar de frenar el movimiento de su pareja, produciendo el mismo vaivén de caderas, pero en dirección contraria, logrando un efecto de choque cuyo sonido se asemejaba al de un niño pequeño corriendo con sandalias por una calle de cemento. El placer que avanzaba por su cuerpo, comenzando en su trasero, subiendo por la columna, y llegando finalmente al encargado de producir escalofríos en el cuello, la obligó a apretar las sábanas con ambas manos y morder la almohada. Su mandíbula ejercía tanta presión que en algún momento llegó a temer romperse alguna de las piezas dentales que años atrás le habían corregido con frenillos. Un impulso salvaje se apoderó de ella, detuvo las estocadas de Antonio apoyando su mano derecha en el abdomen bajo de él, sacó el pene de su interior, dio una vuelta rápidamente, y en un movimiento ágil, como si un tigre se lanzara sobre su presa, quedó sobre Antonio, dejándolo de espalda en una superficie que parecía ser una alfombra. Colocó los labios de sus genitales sobre el glande de Antonio, y sin dejar que entrara en su cuerpo comenzó a masturbarlo con el movimiento de sus caderas. Iniciaba su recorrido en la punta del glande, retrocedía lentamente hasta sentir el escroto, y desde ahí, se devolvía rápidamente hacia delante. Todo este "circuito" lo realizaba con la espalda rígida, ocupando solo un desplazamiento de su pelvis. Antonio imaginó como sería la imagen de Alejandra en ese preciso momento si la luz permitiera ver su contorno. La imagen ficticia de las tetas de su pareja balanceándose lentamente mientras lo miraba impávidamente, a la vez que su cintura estrecha se movía sensualmente sobre él, provocó que sus ganas de entrar con todo en ella aumentaran progresivamente pero de manera bastante acelerada.
Antonio intento resistir sus impulsos de embocar a Alejandra en son de la sensualidad que involucra estar tan cerca de estar dentro de Alejandra sin estarlo. Disfrutaba la sensación de ser usado como un perro al cual le hacen pensar que lanzaron su juguete favorito, cuando en realidad su dueño nunca lo soltó. Dejar que Alejandra tuviese el control de la situación le ofreció el placer de sentir que la otra persona podía llegar a desearte más de lo que tú a ella, sentir que eres imprescindible para la otra persona, reflejado en su intención de tomar la iniciativa provoca que un corazón se entregue sin miedo. En este caso Antonio entregó algo más que el corazón.
Tomó la cadera de Alejandra y la detuvo justo cuando estaban en la punta de su pene, con suavidad la levantó un poco, y con mucho menos suavidad tomo su propio miembro y lo introdujo con una fuerza parecida a la que usan los toros para embestir al torero, claro que Antonio no uso precisamente un cuerno. Alejandra lanzó un gemido de placer absoluto, el éxtasis reflejado por medio de sus cuerdas vocales pareció iluminar por un momento la oscura habitación. La conexión establecida por la fuerza con la cual penetraban a Alejandra más el movimiento coordinado de la cadera permitió que los cuerpos de ambos se hicieran conscientes del otro. Antonio podía saber la posición exacta de la mano derecha de Alejandra sin tener que tocarla, era capaz de decirte cuantos dedos tenia extendidos o en que ángulo estaban dobladas sus rodillas. Alejandra por su parte logró una conexión aun mayor gracias a su sexo femenino, el cual de por sí tiene una mayor facilidad para generar conexiones con los demás que los hombres.
Alejandra hundía sus uñas en el pecho duro de Antonio totalmente consciente de que era muy seguro que sangrara, pero no le importaba, después de todo en más de una ocasión Antonio le había pedido que lo rasguñara, quizás para poder presumir con sus amigos, o quizás realmente disfrutaba de la sensación otorgada por el dolor mezclado con el frenesí del sexo. Antonio por otra parte tenía las manos en el culo de Alejandra guiando sus movimientos hacia adelante y hacia atrás mientras apretaba con fuerza los músculos tonificados del sector.
Cuando sintió que estaba por eyacular recordó un antiguo truco que usaba cuando estaba entrando en la adolescencia y que le había comentado un amigo unos años mayor. Aceleró su pelvis mientras se concentraba fuertemente en endurecer el pene aún más de lo que ya estaba. Alejandra se percató y se lo hizo saber con un gemido algo más largo y fuerte, destacando entre los demás que escapaban de su boca. Ya estaba a punto de terminar por lo que empezó a masajearse el paladar con la lengua. Recordó en un destello su pubertad, cuando se masturbaba pensando en las alumnas de años mayores y como al estar a punto de eyacularen sus caras (por lo menos así lo veía en su imaginación) se acariciaba el paladar para que el placer, por alguna razón, fuese mayor. Antes de soltar el semen dentro de la vagina de Alejandra percibió el escalofrió naciente de su boca, la sensación provocó que sacara y metiera el pene mucho más rápido que antes. Alejandra sin saber a qué se debía ese aumento de velocidad dio las gracias. Su pene se transformó en una manguera que expulsaba un líquido blanco a presión. El escalofrió de placer naciente de sus pelvis se juntó con el que bajaba desde su paladar y al juntarse cada músculo del cuerpo de Antonio de contrajo y tensó al máximo. Sintió una mezcla de emociones y sensaciones que finalmente al sumarlos habría dicho que era felicidad. Alejandra con la misma sensación y aun moviendo la cadera, aunque sabía que habían acabado, tomó el rostro de Antonio y lo besó, fue un beso rápido, si alguien los hubiese visto incluso diría que frió y sin pasión, pero ellos eran así, sabían que eran así, y sentían como ese pequeño contacto de labios provocaba en sus ojos un haz de luz que les permitía ver el cuerpo del otro en la más absoluta oscuridad.
Fin.
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Historias De Lujuria (+18)
Roman d'amourQuizás no es lujuria la palabra que debería usar en el titulo, no escribiré sobre sexo desenfrenado, o tal vez si, pero siempre con un trasfondo de amor, espero lo disfruten.