Capítulo 39

362 49 0
                                    


"Nadie se acostumbra a ver gente muerta, uno aprende a ocultar el dolor"


Las ventanas del edificio central estaban tapadas para que no sé notaran vidrios flotantes entre los árboles. La puerta tampoco se veía y solo Kumi supo dónde encontrarla al instante, se paró en frente de ella y presionó su mano contra la pared, un hueco se abrió al instante. Todos entramos y la puerta se cerró a nuestras espaldas, por dentro no había ningún cambio solo que las luces estaban encendidas levemente para iluminar el lugar, pero no demasiado. Estaba casi totalmente vacío excepto por algunos guardias que vigilaban el perímetro.

- ¿Cuánto tiempo llevas aquí dentro? –le pregunté a ella para apartar la tensión-

- Desde que me viste por última vez.

Asentí, aunque no recordaba muy bien.

- ¿Cuándo fue eso? –pregunté avergonzada-

- Cuando te estaban interrogando a ti y a Forrest, lo que me recuerda –se giró de golpe hacia mí- ¿En que estabas pensando? –exclamó, aunque no tan alto para no atraer a algún enemigo- Entraste en el edificio central, y dañaste las puertas del ascensor para llegar a la habitación de Forrest. ¿Qué cosas pasan por tu cabeza?

Me rasqué el cuello con nerviosismo, justo donde estaba mi cicatriz. Volví a dejar caer mi brazo a mi costado.

-Verás... Forrest sabe lo de Angelique –susurré para que nadie más escuchara- No pude dejar que se lo dijera a nadie así que vine a por él, pero en eso llegaron los guardias y después pasó algo muy extraño... él trató de encubrirme.

- ¿Le amenazaste?

-No –negué varias veces- Eso es lo raro, y en el interrogatorio se inventó toda una historia para que no sospecharan de mí, a pesar de que él perdió su futuro puesto como superior, aunque supongo que eso ya lo sabes, porque estuviste ahí.

-Creo que algo trae entre manos...

Kumi dirigió una mano a su barbilla en un gesto pensativo y no supe cómo reaccionar a su increíble y rápido cambio de ánimo. Hace un momento me había contado su trágico pasado y ahora me hablaba como si nada hubiese pasado.

Mis piernas empezaron a flaquear tan inesperadamente que caí al suelo de rodillas, me apoyé con ambas manos en el suelo y dejé caer mi cabeza. Sentía como si de pronto mis pulmones se cerraban para evitar que el aire entrara por mis fosas nasales. Tomé bocanadas de aire, pero no era suficiente.

-Megan –Kumi se agachó a mi lado con la preocupación a flor de piel- ¿Qué te pasa?

A mi lado pude sentir a Zyad olfateándome para saber qué es lo que me pasaba, pero por supuesto que no había nada que le dijera que es lo que tenía. Últimamente mis síntomas eran más fuerte, más duraderos, pero sobretodo, más sucesivo.

No podía hablar, mi garganta se cerraba, además sentía que con cualquier pizca de aire que gastara iba a perder todo oxígeno en mi ser. Esta vez no sentí que iba a desmayarme y en cierta forma deseé hacerlo, pues no soportaba el dolor en mis pulmones por la falta de oxígeno.

- Megan, respira –Kumi me puso una mano en la espalda-

Mi cuerpo empezó a temblar demasiado y sentí unas cuantas gotas de sudor en la frente, sentía como algunos guerreros dejaban de hacer lo que estaba haciendo solo para ver cómo estaba sufriendo un ataque que ni siquiera yo sabía describir.

- Te traeré un medicamento.

Antes de que Kumi se levantara, la tomé por la muñeca y se detuvo por el contacto, no porque mi fuerza la hubiera detenido ya que la había tomado con delicadeza, sino porque se sorprendió.

Lágrimas CongeladasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora