Un día de castigos

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La luz del sol entró por su ventana como siempre, despertándola. Durante toda la noche había dormido profundamente a pesar de la tormenta que había tomado lugar, sí sabía sobre esta era debido a las gotas de agua que había en el vidrio de su ventana y por como lucía el cielo. Sería un día frío. Trudy como siempre lo hacía, se despertó temprano, se estiro, bostezó unas cuantas veces y se arregló para después ir a preparar el desayuno. Para ella aquel día era igual al anterior, el cual a su vez era igual al anterior, no había altibajos en su vida y eso le gustaba, le gustaba llevar una vida tranquila. Solo que esa mañana sería diferente.

Cuando salió de su habitación, a pesar de que aún no despertaba por completo, una sonrisa resplandecía en su rostro. Su habitación no estaba ubicada en el mismo pasillo que las habitaciones de las chicas, sino que estaba en otro pasillo diferente, uno que casi no era usado.

De toda la casa, mucho más de la mitad era usada regularmente, pero había tres habitaciones más (dos en el segundo piso y una en el primero) que eran mucho más antiguas y que por lo mismo no eran usadas. Las del segundo piso estaban en el mismo pasillo que la suya, al principio era escalofriante tener que dormir ahí pero con el tiempo, y al ver que nada malo ocurría, se acostumbró.

Hace poco tiempo habían arreglado las tres habitaciones, una de la segunda planta como recámara para la nueva residente: Ana y la segunda como un baño que compartían ambas. La de la planta baja era también una habitación destinada a los alumnos.

Antes, cuando los tres cuartos solo servían para contener polvo y Victor aún era encargado de la casa, estos se mantenían cerrados todo el tiempo, solo se abrían una vez en tres meses para limpiar lo que fuera posible.

A veces, cuando la curiosidad de los alumnos por conocer estos lugares era inmensa, les permitía entrar con la condición de que le ayudaran a limpiar, ellos aceptaban y se quedaban satisfechos. Era extraña la vez que los veía husmeando por ahí después de que las veían, la verdad es que no había mucho que ver, eran habitaciones comunes y corrientes, vacías. Sin embargo, en los últimos tres años aproximadamente, había llamado la atención repetidamente a más de uno, los chicos que actualmente vivían en la casa eran muy curiosos e inquietos, más de lo normal, pero nunca había pasado a mayores. Hasta ese día, nunca había castigado a alguien tan severamente.

Con mucho cuidado de no hacer ruido, Trudy iba caminando por el pasillo que unía al ático con el otro pasillo de las habitaciones de las chicas, debía pasar por ahí para llegar a las escaleras. Sus ojos aún no lograban mantenerse abiertos del todo y sus sentidos de cierta manera aún estaban despertando. Pensaba en lo que haría para el desayuno y en los pendientes de ese día, a pesar de que estaba muy concentrada en eso, algo extraño la sacó de sus pensamientos. Ese algo era una sensación que no era común en su día a día al recorrer los pasillos de la casa. Ese algo era... ¿tierra?



Nina nunca había dormido tan bien. Anoche, después de que Fabian y ella llegaron a la casa, fueron a dormir inmediatamente debido a la hora que era, y ella, a penas y su cabeza toco la almohada, se quedó dormida sin importarle lo mojado que estaba su cabello. Justo ahora estaba durmiendo, tan profundamente que se podría asegurar que nada la despertaría, pero no fue así.

Había un ruido muy irritable que no dejaba de sonar por todos lados, se escuchaba lejos pero cada vez iba acercándose más. Era como una campana golpeada repetidas veces, pero en Anubis no había campanas, fuera lo que fuera, era molesto escucharlo.

Nina no abrió los ojos a pesar de que ya estaba despierta, no sentía ni la menor curiosidad de saber qué era lo que resonaba dentro y fuera de su cabeza, solo deseaba que parara. Pero no fue así.

-¡¡¡Levántense ya!!! ¡¡Rápido!! ¡¡Despierten!! ¡¡Al comedor!!

Una voz ahora se unió al escandaloso ruido y Nina, resignada, se levantó forzando a sus ojos a abrirse. Patricia estaba igual que ella, moribunda por el sueño y confundida e irritada por el ruido, ambas salieron de la habitación para ver qué era lo que pasaba. En el pasillo se encontraron con las demás chicas, todas lucían igual. Nina no lograba encontrar de dónde provenía aquel ruido hasta que miro hacia el final del pasillo. Justo antes de que se cerrara la puerta logró ver a alguien, era Trudy. Ahora ya sabía qué era lo que se escuchaba, era un sartén siendo golpeado fuertemente con una pala.

Todas fueron hacia las escaleras directamente, parecía serio, Trudy nunca había hecho algo así antes, debía de estar muy molesta, ¿pero por qué? Nina estaba a punto de bajar al segundo escalón cuando se resbaló, rápidamente se detuvo fuertemente del pasamanos y logró recuperar el equilibrio. Asustada y con los ojos bien abiertos por el susto, miró hacia abajo mientras Patricia preocupada le preguntaba si estaba bien. Ella estuvo a punto de contestarle que sí, pero se quedó sin palabras cuando vio la razón de su accidente, había tierra por todos lados, en las escaleras, en el recibidor, en todo el lugar. Ahora sabía por qué Trudy estaba tan molesta- oh no- dijo preocupada, se había olvidado de ese grandísimo detalle.

Patricia- ¿Qué pasa?- Nina le señaló el piso incitándola a mirar. Ella lo hizo al igual que todas las demás. Se quedaron boquiabiertas, también se habían olvidado.

En el comedor ya se encontraban los chicos, parados de espaldas a la mesa formando una fila. Sin siquiera dudarlo todas hicieron lo mismo. Nina se paró junto a Fabian quién estaba en uno de los extremos de la fila, todos estaban serios y miraban hacía el suelo, pero él le sonrió por un segundo al verla y volvió a bajar la mirada. Seguro que se burlaba de su aspecto. Ella también sonrió un poco, pero su sonrisa se desvaneció cuando Trudy, enojada, se paró frente a ellos. 

Trudy- no necesito ninguna explicación, sé perfectamente que más de uno de ustedes, talvez todos, salieron anoche y no me importa cuál sea la razón. Ustedes parecen no comprender las reglas de esta casa y yo me aseguraré de que las recuerden.

Trudy hizo una pausa, una larga e inquietante pausa, ¿qué rayos les esperaba?, ¿qué castigo les iba a poner?

Trudy pareció dudarlo por un momento pero la determinación y el enojo no la abandonaron- A partir de ahora cada quien se ocupará de lo que coma, ensucie y de lo que necesite. Eso quiere decir que por las mañanas prepararán su desayuno, lavarán su ropa, y limpiaran sus habitaciones, además de realizar los quehaceres que se les había asignado anteriormente. Yo prepararé la cena pero todo lo demás lo harán ustedes. Desde ahora y hasta que yo decida levantar el castigo- dichas sus impactantes palabras, se dio la vuelta, pero regresó justo antes de salir del comedor, había olvidado algo- ¡Y limpiarán este desastre ahora!- esta vez sí se fue, dejando a sus espaldas a una multitud de chicos y chicas boquiabiertos. 

El misterio de Anubis: el cetro de los elegidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora