Ágape.

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Aceptar que Dazai y Chūya eran pareja era algo difícil de imaginar pero a la vez obvio.

Es decir, era más que obvio había algo entre ellos desde que se conocieron. Algo que se escondía tras insultos, palabras de odio y promesas de muerte.
Cuando uno de ellos había necesitado ayuda el otro no había dudado en ir a salvarle. Cuando alguien que no fuese Dazai insultaba a Chūya Nakahara el demonio interno del castaño salía a la luz. Cuando Osamu Dazai planeaba lo hacia confiando en que Chūya le respaldaría.

Pero todo esto también era la razón por la que costaba visualizar una relación entre ese par. Aún cuando Chūya le salvaba lo hacía a base de golpes. Aunque Dazai no permitía alguien se burlara de Chūya él podía casi humillarlo (casi porque al ojiazul  nunca parecía afectarle más allá de la ira). Porque cuando se veían el uno al otro siempre había cinismo, ira, orgullo y fastidio de por medio.
Para ser sinceros, también se podía ver algo de deseo en la mirada de ambos. Pero el deseo no es algo que fuese a mantenerles juntos por siempre.

Al menos eso pensaba cualquiera que los viera.
Porque ellos no habían visto la convivencia que tenían en su cuarto, donde las máscaras caían. Donde no había sombreros, ira, suicidios ni vendas.
Donde ambos podían ser débiles y fortalecer a su pareja. Donde no había gritos sino susurros, donde las palabras no eran necesarias pues todo era explicado con caricias, con miradas, con sonrisas y besos.
Ahí no había mafia, agencia o Yokohama. Ahi solo eran ellos dos, con la motivación de proteger la ciudad solo para mantener al otro bien.
Sus mayores demonios salían también, pero no para dañar, sino para encontrar placer en el cuerpo contrario. Luego se aplacaban y nuevamente el amor, la calma y la compresión los reemplazaban.
Pero nadie tenía por que saberlo, nadie necesitaba saber lo que ocurría dentro de esas cuatro paredes, que, aunque para otros solo podía ser un cuarto para ellos era el mundo.
Al entrar y cerrar las puertas las caretas desparecían, como si hubiese un hechizo presente. Al abrir la puerta para salir, nuevamente eran colocadas, rompiendo la magia anterior pero añorando volver.

Por ello, no les molestaba que el mundo observara y creyera lo único entre ellos era ira, que seguramente su hogar era campo minado y siempre estaban matándose mutuamente. No, importaba pues ellos sabían la verdad y sobre todo, conocían y entregaban  completamente su amor al otro.

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No tengo maldita idea de qué hago escribiendo esto. Pero... Qué se le va a hacer 😂

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