Mas líbranos el mal ahora, y...
Jorge era un joven policía municipal al que le acababan de dar su primera misión. No era una gran misión, pero él estaba muy satisfecho con ella, pues era algo muy útil a la sociedad, y se la habían confiado en solitario. A otros policías los ponían en otras misiones más peligrosas, pero iban siempre por parejas, en coche, en moto o andando, pero de dos en dos. Sólo a algunos les daban una misión individual. Le habían dado una motocicleta para que llegar a su destino, la aparcara donde pudiera, y organizara el tráfico a la salida de un centro escolar. Porque él era policía de barrio. Era su primera misión, pues acababa de acceder al cuerpo de Policía Municipal de su ciudad.
Aquel día había parado los coches cada vez que un niño o madre de alumno había hecho amago de cruzar la calle por el paso de cebra. Se sentía importante. No daba la opción de que los conductores infringieran la ley al no detenerse ante el paso de peatones, si alguno de estos expresaba el gesto de ir a cruzar la calle por allí. Era consciente de que al ver un uniforme de policía, los peatones dejasen de cruzar por cualquier lado y utilizasen el paso de cebra a ese fin pintado en el centro de la calle, justo ante la entrada del colegio.
Cuando ya se iba, pues ya no quedaba casi nadie, apareció un grupo de tres niños de once años, dos niños y una niña. Él paró el tráfico por enésima vez, en el centro del paso para que ellos pasaran. Pero ellos no pasaron. Le dijeron:
—Señor guardia, ¿podemos hablar con usted?
Extrañado por lo de señor y porque los tres querían hablar con él, se los llevó a la acera contraria a la que ellos habían dejado, y les preguntó.
—Sí, claro, niños. ¿De qué queréis hablar?
—En nuestro colegio se cometen delitos. Hay un hombre malo que viene todos los días y nos da miedo.
El guardia les miró con un poco de asombro, y les preguntó:
—¿Delito? ¿Qué hacen?
—Venden droga.
—¿Quién?
—Un gitano.
—¿Y a quién se lo vende?
—A otros niños.
Qué raro, se dijo Jorge, los niños no suelen tener dinero.
—¿Y les cobra mucho?
—No sabemos.
—¿A qué hora pasa eso?
—En el recreo, Señor Guardia. A las diez y media.
Los niños le informaron a Jorge del lugar donde se escondía el gitano que vendía droga a los niños. Por lo que le dijeron, aún estaba en la fase de regalar o vender la droga muy barata para que los niños se acostumbraran. Pero estos niños estaban preocupados porque habían visto por la tele un programa en que se avisaba de ese problema, y sus padres les habían dicho que estuvieran muy pendientes y les avisaran si veían algo raro. Pero ellos habían visto al policía y pensaron que era el policía el que tenía que hacer algo para evitar eso.
—Bien, niño, habéis hecho lo correcto. Mañana después del inicio de las clases, en lugar de irme a otro sitio, me quedaré por aquí escondido y volveré a la hora del recreo a ver si pillamos al gitano.
Al día siguiente, a las diez y cuarto estaba Jorge hablando con el dueño de un kiosco que había cerca del colegio, oculto a las miradas que vinieran del colegio, y sin embargo él podía ver la fachada donde se ocultaba el camello. Vio un adulto que se paraba frente a la verja del colegio, y hablaba con algunos niños. Con disimulo se acercó, y cuando los niños le vieron ya era tarde: él había visto que los niños le habían dado dinero al gitano, y este les había dado un papel doblado.
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La saga del Padre Nuestro.
Non-Fiction"El Padre Nuestro" es la oración más famosa de la historia. En otros países se le llama también "The Lord's Prayer", la Oración de El Señor, porque en una ocasión dirigiéndose sus discípulos a Jesucristo, le pidieron: "Maestro, enséñanos a rezar"...