I de Investigando al arrogante

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¡Qué bello día! Hermoso día de primavera, ideal para iniciar mi plan. Eso, si Luna no se da cuenta de lo que planeo... sino, no va a demorar en sus exasperantes...

«Nuestra misión es encontrar a la princesa, tú como líder de las Sailors Scouts, blah, blah, blah»

Ajam... —tosí.

Cómo les decía, tengo la mala suerte de encontrarme con "Don Arrogante" todos los días. Hasta ahora, él sólo me trata de "cabeza de chorlito" o "Cabeza de Odangos", por mi peinado.

—¡Argh! —de solo acordarme, me da rabia.

¡Bien Serena, el plan del día consiste en averiguar cosas de este tipo para poder insultarlo por el nombre!

Lancé las cobijas de mi cama hacia los pies y me alisté para ir a clases.

—Cuando quieres, puedes hacer milagros, hija —aclamó mi mamá, al servirme el desayuno. ¡Ella siempre tan tierna!

—¡Para que lo sepas, mamá, soy una persona muy importante, mientras tú y el resto del mundo duerme!

—Sí, hija —respondió, sin creerme una sola palabra—. Ahora, come antes de que se enfrié.

Terminé de desayunar, tomé mi lonchera, mi bolso y me dirigí al lugar donde siempre me lo cruzaba y esperé.

No tardó en aparecer, pero había algo raro en él... ¿Llevaba uniforme?

—¿What? —exclamé la única palabra en ingles que recuerdo de las clases de la profesora Mónica—. ¿Por qué llevaría un uniforme? Por la cara que tiene, juraba que ya estaba en Universidad... Ok, Serena... Hora de la acción.

Caminé hasta que nos cruzamos, y no perdió oportunidad de saludarme...

—Hola, cabeza de chorlito —me dijo y apreté los puños encolerizada—, ¿tan temprano? ¿Te caíste de la cama?

—No —respondí molesta—. ¿Y tú? ¿Por qué vistes de uniforme? —la Serena mala despertó de golpe—. No me digas que tú también eres un cabeza de chorlito y eres un eterno repetidor.

—Para nada —gruñó, acomodando el nudo de su corbata—. Para tu información, apenas tengo diecisiete años.

—¡Oh, por Dios! —llevé mis manos al rostro, sorprendida.

—¿Qué? —soltó de mala gana.

—Entonces, ¿qué le paso a tu rostro? Pareces de treinta.

—¿Y tú? —me miró de arriba a abajo— ¿Cuánto tienes? Si me baso en tus mismos argumentos, cabeza de chorlito, pensaría que tienes ¿unos once o doce años? —Oh... golpe bajo... ya vas a ver.

—Pues no, tengo unos dulces catorce años —le informé—, y para que sepas, me llamo Serena.

—Oh, ya veo el sueño de tus padres, contigo... Que seas una persona serena, claro que por lo visto, le falló.

—¡Uy! —gruñí, pues las cosas no me estaban saliendo como las planeé. — Apuesto a que tus padres te dieron un nombre corriente como Juan o José... o tal vez uno que detestas y por eso cargas esa cara de amargado todo el tiempo.

—Se nota que no sabes nada sobre mí —acomodó el libro que traía en sus brazos y continuó—. Me llamo Darien, Darien Chiba.

—¿Darien? Es un nombre raro.

—Es un hombre inusual, y me alegró de poseerlo —corrió la mirada y siguió su camino—. Me voy, a mí sí me gusta llegar a tiempo al instituto.

Solo soy una niña inocente...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora