S de ¿Serena está peligro?

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Darien, amor mío, no puedo verte sufrir, ni a ti ni a mi familia.

Es que ¿acaso a esto se reduce todo? ¿Al dolor y al desamor eterno? ¿Por qué el destino sigue entrelazando nuestros caminos, si cada vez que llegamos a este punto de felicidad nos separa de una manera cruel? ¿Somos simplemente peones en este juego de ajedrez que es la vida?

Simplemente, no lo sé.

Pero, si pudiera retroceder el tiempo y no hacer lo que estoy haciendo... lamentablemente, tendría que volver a defraudarte. Lo volvería a hacer.

Volvería a estar aquí con el Cristal de Plata entre mis manos, apuntando a Beryl, tratando de acabar con ella...

Pero lo lograré, no sé cuánto me demoré, pero sé que puedo.

Darien... desearía probar tus labios una vez más...

Fue lo último que pasó por mi cabeza al ver como mi brillante Cristal iba a tornándose oscuro.

No sé qué pasará ahora, pero no voy a morir...

No otra vez.

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POV DARIEN

Llegué a casa de Serena con el corazón en la boca. Ikuko me hizo pasar sin decir nada, su mirada lo decía todo. Estaba aterrada.

El padre de Serena, Kenji y su hermano Sammy me saludaron de forma cortes y me pidieron sentarme en el sillón.

—No he visto a Serena desde que la dejé en la puerta del colegio —le comenté a los tres, que se miraron aún más afligidos.

—¿Dónde estará mi pequeña Serena? —dijo Kenji, tomando a su esposa que estaba con la cabeza baja.

De la nada, me sentí ajeno a la escena que se desarrollaba en mi entorno. Ellos eran la familia de mi novia, no la mía. ¿Será eso?

Se ve que hice algún gesto raro porque Ikuko se me acercó y tomó mi mano.

—No hay que perder la fe, Darien —me sonrió—. Después de todo, mi hija es Serena —aquella sonrisa franca, aún dentro de la situación que vivíamos, me tranquilizó.

El amor de madre es algo tan bello.

Al rato, llegaron las chicas quienes, luego de conversar con los papás de Serena, decidieron ir cada una por su lado a ver si la encontraban. Yo me quedé en casa de mi princesa, esperando poder dar algo de ayuda moral a la familia Tsukino, por si ella volvía a su casa.

Eran las dos de la madrugada cuando las chicas decidieron dejar de buscar por el momento. Mañana empezaríamos muy temprano con la búsqueda. Cuando estaba por irme, mamá Ikuko –como me pidió que la llame- me lo prohibió, diciéndome que ya era demasiado tarde para andar a estas horas por la calle.

Las preocupaciones reflejadas en sus ojos me obligaron a aceptar la propuesta de quedarme, esa noche, en su casa.

Sinceramente, poco y nada pude dormir esa noche. Lo sorprendente fue que, cuando amaneció, escuché la voz de la mamá de Serena, gritar. Bajé las escaleras y lo que vieron mis ojos, no lo podían creer.

Serena -algo golpeada- se derrumbó en los brazos de su madre.

—Lo logré —susurró, cuando me acerqué para tomarla de brazos de Ikuko—, los derroté... —y esas fueron las últimas palabras de Serena, antes de perder el conocimiento.

Solo soy una niña inocente...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora