"Último escape"

640 75 9
                                    

Advertencia: muertes y torturas.

Capítulo 37: Último escape.

Castiel estaba tratando de convencer a la chica de que escaparan de ahí, porque podrían llegar en cualquier momento sus hermanos traidores y la cosa se pondría peor. Tenía sentimientos encontrados con la traición de su sangre. Si bien, nunca les cayó bien, ni a Rafael, ni a Uriel, nunca pensó que se atreverían a hacerle algo como esto. Ni que traicionarían a su familia, ni a su propia sangre en Balthazar. Quizás Balthazar también estaba involucrado en todo esto, pero no, no podía ser, Balthazar no podía, porque sería el derrumbe total, de todo su amor familiar.

—¿Cuándo nos vamos? —pregunta Castiel.

—Tranquilo tigre —responde Meg—. Primero debo burlar al guardia principal. Hacer un plan de escape.

—Pensé que ya lo tenías. No podemos esperar mucho, porque Azazel se dará cuenta.

—Mmmmh, tienes razón, mi ángel —dijo Meg, decidiendo utilizar su plan original.

Meg acariciaba la barbilla de Castiel con suavidad mientras hablaban. Dean veía todo como si fuera una de esas películas de espías, donde la mala bomba sexy, seducía al héroe mientras lo torturaba. Lo veía tan lejano a la realidad, toda esa escena, que parecía irreal. Lo que no sabía Dean, es que estaba creando una especie de disociación producto del estrés en el cual se encontraba.

Castiel sabía que lo que estaba haciendo, Dean nunca se lo perdonaría, pero no tenía tiempo para preocuparse, porque estaban en peligro de muerte y lo único que importaba de todo esto, era salir vivos. Después, arreglaría las cosas con Dean, dolía demasiado el pensar, que a lo mejor esto no podría ser. Su relación solo era una mentira y lo que estaba a punto de hacer, los distanciaría aún más, quizás para siempre. Y como dolía demasiado, preferible no pensar en eso.

Haría algo horrible por buenas razones.

¿Cómo le dijo una vez al chico?: "Puedes joderte y darle un futuro mejor a tu familia". Este era casi su lema de vida ¿No se jodió cuando aceptó ser el jefe de la familia, renunciando a todos sus sueños? Fue lo más difícil que tuvo que hacer en su vida y ahora esto. Jamás pensó, que volvería hacer una cosa semejante, pero aquí estaba a punto de joderse con una demonio.

Su mente lo estaba traicionando ahora mismo, lo último que le faltaba, ya todos lo habían traicionado, que se traicionara a sí mismo no era la gran cosa. Sentía tanta pena de todo lo que estaba sucediendo, que apenas podía controlar las lágrimas. Esa era otra de las razones para salir de ahí, porque bastaría otra sesión de tortura intensa, de verdadera tortura, y se quebraría como una rama seca o por lo menos eso pensaba.

Lo cierto es que estaba equivocado, pues el tiempo le daría la contraria, al ver lo bien que podría resistir una sesión de tortura intensa, de verdadera tortura, esa con cuchillos filosos rasgando su piel de forma lenta. No derramaría lágrimas, pero gritaría. Lo lamentaba, el gritar, porque Dean gritaría también, y es que no podría evitar hacerlo.

Meg quería escaparse con su ángel. Sabía que no sería fácil, ya que burlar a Azazel nunca lo era y tarde o temprano, terminaría por saberlo, lo cual convertía lo que estaba haciendo en una verdadera locura suicida. Sin embargo, el angelito lo valía. Era uno en cien mil, muy especial. Lo supo desde que lo vio por primera vez, no en la fiesta, sino en una misión con los demonios. Lo vio de lejos, subiendo al automóvil con su acostumbrada seriedad. Se veía demasiado joven alrededor de todos los demás y sin embargo, ese aire maduro lo seguía. Tenía varias fotografías de él y cuando lo conoció en la fiesta, no pudo quitarle la vista de encima. Por supuesto, en ese entonces, ya sabía que era el jefe de los ángeles, un jefe muy especial, tanto que se enamoró como una tonta de él.

Prisioneros de la Mafia (DestielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora