"El maestro torturador"

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Advertencia: torturas, violación y muerte.

Capítulo 38: El maestro torturador.

Los gritos de Dean eran dolorosos para Castiel, al punto de preferir los cuchillos sobre él que sobre el chico.

—Pensar que yo le enseñé este arte a mi hermano y él resultó mejor que yo para esto. Lástima que no se encuentre por aquí —dijo Azazel.

Dean respiraba con dificultad, estaba deshidratado y había perdido la noción del tiempo. Estaba vestido con su traje negro, pero con la camisa y chaqueta abiertas a pecho desnudo, al igual que Castiel. Su hermoso traje estaba todo maltratado, mojado por el sudor, pegajoso y su pecho lleno de heridas.

—Lo extraño, extraño a mi hermano —siguió Azazel con su monólogo—. Supongo que tú también extrañas a tu hermano, así que me comprendes.

El silencio fue la respuesta del muchacho. Estaba muy cansado para hablar tonterías, así que lo dejó divagar solo.

—Lo llamaré, a lo mejor se entusiasma y vuelve con nosotros, en vez de hacerse el honrado, cosa que no es.

Tuvo el descaro de tomar su celular y hacer la llamada, ahí mismo, en frente de él. Claro que a Dean no le interesaba en lo más mínimo. Mejor para él, así podría descansar un poco de sus heridas.

—Aló, hermanito, ¿cómo estás?... ¿Adivina quién tengo al frente mío?... ¡Adivinaste!... ¿Qué te puedo decir?, culpable de hacerles perder clases a los hermanitos Winchester.

De esta forma seguía hablando el muy maldito.

—¿No quieres venir a echarme una manita?... y sabes —dijo después—. Te dejaré jugar con Dean, es muy divertido... ¿No que te gustaba?

Eso asustó a Dean más que los cuchillos.

—Ya, ya —siguió después— ¿Vienes?... ¡Fantástico! Te espero entonces.

Azazel cortó la comunicación y se restregó las manos con delicia.

—Mi hermanito vendrá a jugar contigo, ¿no es buena noticia? —dice Azazel a Dean.

Dean siguió sin mirarlo, cosa que no molestó a Azazel, porque estaba de buen humor.

—¡Hey, ustedes! —ordenó a un par de subordinados—. Denle a estos dos un poco de agua y pan. Atiendan sus heridas.

—¿Cómo? —dijo uno de sus hombres sin entender lo que estaba pidiendo su jefe.

—Ya oyeron —repitió Azazel, mientras salía de la celda rumbo a la estancia principal—. Vendrá mi hermanito y deben estar presentables.

Por fin entendieron a qué se refería su jefe y una sonrisa adornó el rostro de los demonios elegidos para tal misión. Dean, en cambio, no entendió mucho, hasta que comenzaron a lavar, con una esponja, su pecho descubierto y lleno de heridas.

No quería aceptarlo, pero se sentía muy bien después de todo el maltrato. Castiel hubiera preferido, que lo siguieran torturando a soportar una falsa sensación de bienestar. Después sería peor la tortura. Mordió su labio en señal de frustración, señal imperceptible para los demonios por suerte, aunque "suerte" no era la palabra.

Debía conservar el aliento, pues tenía preguntas también y estas, aunque no se las respondieran, debía preguntar. Trató de hablar, preguntar sobre sus hermanos Inias y Balthazar. Cuando supiera que ellos también lo traicionaron, quedaría tranquilo.

—Oye —dijo Castiel— ¿Qué les pasó a Inias y Balthazar?

Los dos demonios, que los estaban "arreglando" pusieron atención al ángel.

Prisioneros de la Mafia (DestielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora