Capítulo 55: Una triste decisión.
Después de bastante rato, solo logró casi quebrar la pala. Detuvo a tiempo su empuje y decidió ir por abajo, por la tierra. Comenzó a cavar alrededor de la lápida con avidez o con desesperación, aunque si alguien lo viera parecía verlo con mucha rabia. La pala tenía mango de madera y los embates del chico la hacían crujir. Dean estaba tan concentrado en su tarea, que no le puso atención a eso. Golpeó otra vez la lápida con frustración y el mango cedió. La pala quedó partida en dos.
Dean quedó desolado con el mango en su mano, mirando la pala quebrada a sus pies.
—¿Hola? ¿Puedo ayudarte? —dijo la voz amable.
Dean saltó y se dio vuelta de improviso con ojos en sorpresa. Empuñó el palo para defenderse del monje. Era el mismo del otro día, solo que no le puso atención a su rostro y vio la túnica característica de los budistas. La lámpara de papel en forma redonda, iluminaba bastante bien. Tenía ojos penetrantes azules y su cabeza sin rapar, le sonrió con amabilidad, quitando el aura de peligro, pero le daba desconfianza, así que siguió empuñando su palo.
—¿Eres Dean Winchester? ¿Verdad? Viniste el otro día. No temas, no te haré daño. Trabajo para los ángeles. Soy Ketch —dijo ofreciendo su mano.
Dean dejó la mano estirada del monje y siguió mirándolo con desconfianza. Finalmente, el monje retiró su mano, abriendo y cerrando el puño mientras lo miraba.
—Puedes decirme y te ayudaré ¿Quieres abrir la tumba?
—Sí, eso quiero.
—¿Por qué?
—Quiero verlo.
—¿Verlo?
—Sí.
—¿Ver sus cenizas?
Dean quedó de una pieza y sintió confusión.
—¿No sabías? No hay cuerpo ahí, son las cenizas de Castiel sama. Los ángeles creman a sus seres queridos, incluso en la antigüedad hacían una pila funeraria y...
El chico no escuchó nada de lo que decía ese sujeto. Su mente estaba nublada con la información, porque nunca se imaginó eso. Él necesitaba ver el cadáver de Castiel, no sus cenizas, quería ver su rostro muerto, pálido. Si sabía algo de la muerte, es que el tratamiento funerario mantendría el cadáver por un tiempo, o al menos eso esperaba encontrar. Ahora con esa información, quedó casi sin alma.
—No, no, no, eso no puede ser —murmuró Dean y volvió la vista a la lápida.
La luz de la linterna del monje era bastante potente y pudo ver las lápidas de al lado también, las cuales no se había fijado antes. Estuvo a punto de caer en la desesperación, cuando fijó su vista en esas lápidas y vio que eran nuevas, del mismo tiempo de Castiel. Avanzó hacia ellas y vio los nombres de esas lápidas, una al lado del otro, de la tumba de Castiel. Se acercó a la de la derecha y leyó en voz alta.
—Rafael...
Tropezó al apurarse para ver la de la izquierda.
—¿Uriel?
Miró con interrogación al monje, como esperando una explicación de todo aquello tan surrealista.
—Te contaré todo. Ven vamos adentro, en el templo estaremos mejor.
Dean no se movió ni un milímetro y mostró desconfianza.
—¿Quieres que llame a alguien para que te venga a buscar?
—¡No! —exclamó con energía, luego se calmó al instante—. No es necesario, está bien, vamos.
Caminó triste, pero decidido a saber todo lo que estaba sucediendo y entró al templo junto con el monje. Fue como entrar al pasado, uno muy lejano de la historia medieval japonesa. Los murales eran coloridos con escritura en kanjis ininteligibles, por todos lados en pergaminos colgados en las paredes.
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Prisioneros de la Mafia (Destiel
FanficDean camina por las calles de la ciudad bajo la lluvia, sin saber cómo conseguir el dinero para las medicinas de su hermanito enfermo. Una idea se le ocurre al mirar una pareja de hombres en un callejón, pero al ponerla en práctica, se topa con una...