"El fin de una era"

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Capítulo 56: El fin de una era.

Dean no volvió al colegio, ni nunca más volvería a estudiar en ese lugar. Sam lo lamentó demasiado, pero comprendió que su hermano necesitaba otra cosa para recuperarse y no era estar en ese lugar, donde se sentía frustrado y fuera de sí. Lo habló con los ángeles y estos le dieron el permiso, después de convencerlos, todo el fin de semana, aunque en realidad no tenía razón de pedírselos, él haría lo que tendría que hacer, sin que nadie se lo impidiera. Missouri ayudó un poco, ya que se comprometió a estar pendiente del chico a distancia. Así que el día lunes estaba ahí, listo para irse.

—Dean, como ahora vivirás lejos de la ciudad, quizás necesites movilizarte para visitar a tu hermano —le dijo Miguel.

—Lo vendré a ver cuándo pueda.

Dean estaba empacando sus cosas en el penhouse. Inias, Miguel y Lucifer estaban con ellos, Sam tenía cara de funeral.

—¿Sabes conducir? —le preguntó Miguel.

—¿A qué viene eso? No pienses regalarme nada, porque no lo aceptaré. Puedo trabajar, ya suficiente tengo con el seguro.

—No te regalamos, y yo no te regalaré, nada. El seguro es un beneficio, que todos, quienes trabajaron con nosotros tienen. Y no necesitas nada de mí o de nosotros. Eres libre, ya te lo dije. Creí que lo tenían claro.

—Espero que sea cierto.

—Diablos, mocoso, eres muy molesto —dijo Lucifer.

—¡Lucifer! —retó Inias.

—Niisan —suplicó Sam con ojos llorosos.

—Okey, sí, sí sé conducir, pero no tengo licencia —Dean rodó los ojos.

—Bien, ¿estás listo? —preguntó Miguel.

Dean miró a su alrededor. Había empacado todo lo necesario, en especial, su osito de peluche.

—Estoy listo.

Bajaron a los estacionamientos y Dean iba a subir al vehículo de Inias.

—No, por acá —dijo Miguel.

—¿Me llevarás tú? —preguntó Dean.

—Yo no te llevaré a ningún lado.

Caminaron unos pasos, Sam tenía las tripas de su estómago revueltas, todavía no podía creer que su hermano se alejaría de él. No sabía si podría sobrevivir sin él, pero comprendía, o trataba de comprender a Dean, que era algo para poder sanar, así lo dijo Missouri.

—Entonces, ¿quién me llevará?

—Nadie, te llevarás tú mismo —dijo Miguel.

Dean miró el automóvil que tenía al frente y arrugó el ceño.

—No quiero que me regalen nada —dijo Dean.

—No te regalamos nada ¿Acaso no lo reconoces?

—¿Qué? No, no sé a qué juegan.

Lucifer perdió la paciencia.

—Es el Impala de tu padre —dijo Lucifer.

—Mi padre no tenía ningún Impala.

—Dean, ¿no lo recuerdas? Papá hablaba de él a veces —dijo Sam.

Dean abrió los ojos y recordó una antigua fotografía. Algunos flashes de una vida pasada, en aquellos tiempos felices aparecieron en el rincón de los recuerdos. Casi hipnotizado, abrió la puerta del vehículo y se sentó en el asiento del conductor, tocó el panel de control, entonces, el olor familiar lo azotó. Cerró los ojos y se dejó llevar. No había dudas, en ese tiempo fue feliz, tan feliz como un niño pequeño puede ser. Ese Impala representaba aquel tiempo. Sonrió mientras las lágrimas caían por su rostro.

Prisioneros de la Mafia (DestielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora