ғɪɴ

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— Cuéntame, muchacho

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— Cuéntame, muchacho. ¿Qué haces aun aquí? —el barman me extiende otro vaso lleno de cerveza.

Miré de reojo el vaso. He tomado desde que puse un pie en el bar, y no quiero dejar de hacerlo.

— Mi chica me abandonó—dije agarrando el vaso para luego darle un sorbo.

— Ya veo. No me sorprende—ríe—. Todos los que vienen aquí es porque quieren ahogar sus penas con el amor o simplemente porque quieren hacer trabajos sucios.

Parece que no soy el único tonto al que el amor de su vida lo había lastimado, eso en parte me hace sentir menos miserable. Pero, sin duda me apena que muchos de nosotros acabemos de esta manera cuando este tipo de situaciones ocurren.

— ¿Sabe qué? Cada persona con la que hablaba para contarles lo increíble que era esta chica, me decían que era una mala persona, pero yo nunca me deje llevar por sus opiniones, sabía que en el fondo no era tan mala como decían. El problema es que su corazón había sido tan dañado que lo ocultó siendo una persona fría, tomándolo también como su método de defensa contra las personas que querían dañarla. Su frialdad, es su escudo—tomé un sorbo de la cerveza y me encogí de hombros—. Yo no era como otras personas que conoció e intentó hacerla cambiar, yo la quise tal como era, porque me encantaba su forma de ser. Y no, no me importaba en lo absoluto que tan "mala" fuera, la amé a pesar de que su corazón fuese de hielo.

Si yo no hubiera sido tan tonto en aceptar lo de Mindy, tal vez hubiera sido diferente o tal vez no. Sea lo que sea, Abby ya tenía planeado irse desde un principio, sola, sin nadie que la acompañe. Hubiera deseado irme con ella.

— Me recuerda a alguien esa muchacha—sonríe—. No sabes lo mucho que te entiendo, muchacho. Mi esposa era así—llenó mi vaso nuevamente con algo de cerveza—. Por cada persona fría, siempre existe alguien que derribara sus muros. Alguien lleno de amor y pasión... tal vez tu derribaste sus muros y a ella eso le dio mucho miedo. Hay quienes huimos del amor.

Sonreí de lado. Realmente creí que yo sería quien derribaría sus muros, sin duda creo que en parte lo hice, pero creo que alguien más los terminó de derrumbar.

— Parece que estarás aquí todo el día. Debo atender a los demás, así que sírvete cuando tú quieras—dice dejándome dos botellas. Antes de irse me miró por una última vez—. Si necesitas algo más, llámame. Sabes que, Eugene siempre te ayudara—dice señalándose así mismo.

De todo el bar, él era la persona más agradable que conocí. Después de todo, ha sido el amigo de mi padre durante años, así que ya me conoce desde que era muy pequeño.

Extraño sentirme bien, ella me hacía sentir bien. Todavía no logré dormir ni una sola noche, tenía la esperanza de que ella me llamara o me mandara un mensaje. Ya pasó un mes desde que se fue, y aun sigo así de estúpido sufriendo por ella. Me quedo todas las noches despierto mirando la pantalla de mi móvil esperando un mensaje de Mike o de ella diciendo que volverán a la ciudad, aunque sea de visita. Lo único que quería era un "Niño, hoy volveré" o un "Pronto nos veremos", solo eso, solo esos simples mensajes, pero conociendo a Abby y a su orgullo, sé que nunca me mandaría un mensaje, y menos uno que diga esas cosas. Debo olvidarla, recordarla me hace mucho mal. Lo primero que tenía que hacer para dejar de pensar en ella es dejar de mirar el móvil esperando un mensaje, y también dejar de llamarla teniendo la esperanza de que en algún momento me contestara.

Cᴏʀᴀᴢᴏ́ɴ ᴅᴇ Hɪᴇʟᴏ ✔©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora