Capítulo VII: Osadía.

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Resulta que me llamaron dándome el día libre en el trabajo gracias a que Elena se equivoco y fue a trabaja en su día libre, así que es mi día libre por hoy, y sé que las clases son tarde. Entonces decido ir a visitar a Fiorella. Me voy luego de desayunar. No veo a mamá o a su novio y honestamente agradezco al cielo por eso.

Ricky me llama justo en el momento en el que salgo del edificio.

—¡Hola tu! —Lo saludo viendo a ambos lados de la calle para pasar.

—Buenos días Laura ¿ya estás en el trabajo? Me apetecía pasar por un café o algo —Dice, se escucha el ruido de la calle me lo imagino manejando.

—De hecho, me dieron el día libre. Lo siento —Me rio y él me imita.

—Bueno eso es genial ¿y donde estas? Podemos hacer algo —Arrugo mi nariz esperando algún taxi, Ricky es en verdad perseverante.

—Ahora mismo voy a casa de Fiore... pero, podemos vernos en la universidad más tarde —Escucho que suspira y hay un silencio.

—Bien, te veo luego.

Me corta y me quedo atónita. Ricky nunca había sido grosero antes, es decir colgarme la llamada de esa forma. Pero decido dejar ese asunto para después. Paro un taxi y todo el tiempo en el camino pienso en como debería de actuar si veo a Franco ¿Enojada? ¿Indiferente? Honestamente no tengo idea. Con él no sé ni que esperar.

Al llegar a la mansión Cifarelli tomo un largo respiro y atravieso el jardín de entrada. Toco el timbre, y Anita el ama de llaves me recibe.

—Hola mi niña.

—¿Fiore está en casa? Vine sin avisar, lo siento —Ella me sonríe y asiente mostrándome el camino. Subimos a la segunda planta, y Anita me señala la biblioteca. Le agradezco y toco dos veces antes de abrir.

—¡Necesitas calmarte! —Escucho a Fiore decir antes de asomar mi cabeza y verla recostada en el respaldo del sofá, Franco sentado allí con sus manos en la nuca.

—Oh, lo siento... Anita me dejo pasar, toque la puerta... —Fiore corre a mí y me abraza. Veo a Franco ponerse de pie para irse pero mi osadía lo detiene —Espera... Franco.

Ambos se paralizan mirándose entre sí, y luego a mí. Tomo un respiro y me acerco a él.

—Quería ofrecerte una disculpa, no debí golpearte. No debí comportarme así en primer lugar. Los considero mis... amigos, y me la pase muy bien con todos. Lamento arruinarlo. Y con respecto a anoche —Franco alza su voz y me interrumpe.

—No soy tu amigo. Pero disculpas aceptadas —Dice y abre la puerta dispuesto a irse. Entonces se gira a mí —Para la próxima, considera pegarle al imbécil de Ricardo que te roba besos... y no a mí, que solo te seguí el juego del baile.

Abro mi boca para replicar pero se va antes de que incluso pueda digerir sus palabras. Me cruzo de brazos y me giro a mi amiga. Se ve confusa.

—Estás jugando con fuego, Lau. Será mejor que te alejes de él —Dice, y lo entiendo. Todos me han dicho que debo andar con cuidado con Franco. Pero él no me interesa y es obvio que yo tampoco a él, sino para jugar cuando mucho.

—Lo sé, lo siento. No pasara de nuevo ¿Cómo estás? Dios. Te extrañe. Me tenias preocupada —Hablo rápido mientras la abrazo ella chilla y me pellizca un cachete.

—Estoy bien. Solo, problemas familiares —Ella me ve y yo asiento —Mierda ¿Fue Will o Dan? ¿Quién te conto del accidente? —Niego tratando de mentir pero ella me sonríe y me invita a sentarme junto a ella en el sofá —Me miras diferentes Lau, me miras con lastima. Es obvio que ya lo sabes.

Un Perfecto DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora