Capítulo 16: Besos y Maldiciones

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El escenario de Draco Malfoy cambió drásticamente. Pasó de estar en la comodidad de su cama, a un lugar lleno de libros, sumido en la oscuridad. "La biblioteca" dedujo. ¿Qué hacía ahí? Se había aparecido sin querer, sin saber cómo. Miró los alrededores en busca de una pista, y lo que vio lo dejó congelado. Hermione Granger estaba acostada en una mesa ubicada al lado de una gran ventana, que dejaba ver los jardines del colegio. Si mal no recordaba, ella siempre solía usar esa mesa. Estaba durmiendo, hablando entre sueños.

—Malfoy...— suspiró.

Se le desencajó la mandíbula. ¿Había dicho su nombre? Se acercó un poco más. La luz de la luna le iluminaba tenuemente el rostro, resaltando sus pecas y sus largas pestañas. Tragó saliva, se veía condenadamente hermosa. Espera. ¿Granger hermosa? Negó con la cabeza. El sueño le estaba pasando la cuenta. Involuntariamente, le tocó la mejilla para despertarla.

—Granger, despierta.— Le dijo con más dulzura de lo que había planeado. Maldición.

Hermione se movió, pero sin despertar.

—Un ratito más, mamá. Por favor.— dijo en un idioma difícil de comprender. Draco sonrió con ternura. Se horrorizó. ¿Qué mierda le pasaba?

—GRANGER— la sacudió.

La chica despertó de golpe, extrañándose cuando lo vio.

—¡Malfoy! ¿Qué diantres haces acá?—

El chico tenía dos opciones: Aparentar que estaba ahí, o explicarle la verdad: que no tenía ni puta idea. Meditó una fracción de segundo, aclaró su garganta y dijo

—Venía a buscar un libro y te encontré durmiendo—

—Estaba haciendo una tarea para Transformaciones, y perdí la noción del tiempo...— se ruborizó.

—Deberías irte a dormir— Sugirió.

Hermione se paró enfrente de él, y le sonrió. —Gracias, Malfoy.—

El chico sintió unas ganas horribles de abrazarla, y antes de que pudiera reaccionar, ya estaba rodeándola con sus brazos. Por su parte, Hermione también lo abrazó, escondiendo su cabeza en su pecho. Ambos llenaron sus fosas nasales con el olor del otro, embriagándose. Menta y Canela se mezclaron una vez más. Ella levantó la vista, y se maravilló con sus ojos, que parecían plata derretida. Ya no demostraban arrogancia, ni frialdad. Pudo incluso percibir...¿Calidez? sí, eso era. Draco Malfoy estaba extasiado y a la vez confundido. La honestidad de los ojos miel lo hipnotizaban, siendo víctima de sus instintos una vez más, se inclinó, mirando sus labios y la besó. No fue un beso salvaje, lujurioso. Fue cálido y gentil. Le besó la comisura de sus labios, recorriéndolos con su lengua generando un suspiro de la chica. Hizo un ademán, pidiendo permiso para entrar en su boca. Hermione entendió y le dejó entrar, juntando sus lenguas. El la abrazó, profundizando aún más el beso, mientras con una mano le recorría la espalda y con la otra sujetaba su cintura, como si temiera que se esfumara. Finalizó el beso con uno suave en la mejilla. Cuando abrió los ojos, ella se veía nerviosa.

—Te ves hermosa, Hermione— La chica se rió nerviosa, jamás sus labios habían pronunciado su nombre de pila, y sonaba maravilloso.

—Gracias, Malfoy. Creo que debería irme a dormir...—

—Sí, yo también debería hacer lo mismo.— Le acarició la mejilla y le dió un beso más.

De pronto, alguien entró. Viéndolos cómo se besaban.

—¿QUÉ ESTÁS HACIENDO, MALDITO MORTÍFAGO?— dijo Harry Potter, rojo de ira.—¡Saca tus asesinas manos de ella!— Le gritó, corriendo y posicionándose de forma protectora frente a Hermione.

El Brazalete de KnomitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora