―Despierta ―. Alguien enojado me habla, y yo, por imbécil, le hago caso abriendo los ojos. La cabeza me duele todavía, como una gran resaca con un poco de droga encima. Ah, y que además de eso, te hubieran pegado una paliza con palos y piedras.
― ¿Qué quieres? ―Gruño. Ariel está de pie, y a diferencia de cuando lo conocí, no tiene la sonrisa de tonto chico bueno, está... ¿Frustrado?
―Respuestas ―antes de poder pensar otra cosa, me agarra por el cuello de la ropa, elevándome en el aire. Este tipo es fuerte, con vestido y todo―. ¿Cómo lo haces? ―Presiona sus dientes.
Sonrío con sorna, ¡el angelito está berrinchudo! Pobrecito. ¡Ni siquiera sé qué hace aquí!
― ¿Cómo hago qué? ¡Estás loco! Ni me hablas, y ahora apareces en mitad de la noche como una mujer en sus días ―alzo las cejas―. Mira, no te voy a besar por más que te me acerques. Lo siento.
Él rueda los ojos, libera un bufido conteniendo la furia, y me suelta. Casi me caigo, pero no le doy el gusto. Mejor que me diga de una buena vez que quiere, o mejor, que me explique qué pasó con el libro.
Peina su cabello hacia atrás y mueve las alas, nervioso. Las tiene replegadas, pero siguen siendo bastante grandes.
―Estuve pensando ―su semblante de piedra me da la sensación de que el asunto va a ser un poco complejo, así que me trago mis bromas y escucho― aquello que supones sobre nosotros ―susurra, luego sube la voz―. No es cierto.
-Ah...¿no? ―Río irónicamente― Dime una cosa, ¿dónde estaban ustedes cuando ella murió? ¡¿Dónde estaban ustedes cuando mi padre se portaba como una mierda?! ―Grito y lo empujo. Ángel no nos escucha, supongo que estamos aislados de alguna manera.
Me sorprende como en sus ojos aparece el dolor.
―¡Estuvimos ahí! ―se quiebra― ¡Siempre estuvimos ahí! ―Realiza una pausa para retomar la compostura― Pero no se nos permite hacer nada. Tanta miseria en el mundo...amo a los humanos―se golpea el pecho― ¡y tengo que soportar ver cómo se comenten injusticias a diario! ―lleva las palmas su cara y las deja allí unos segundos― Le he pedido a Dios durante siglos que me dé la capacidad de accionar...y te la otorgó a ti ―me señala, furioso― ¡A TI! ¡Un pecador! ¡No te mueve el amor por nada, sólo es un mero impulso egoísta! ―Escupe ― Quiero saber por qué el Creador hace eso, quiero saber qué tienes de especial...
Un silencio tirante surge entre los dos por al menos un minuto, hasta que decido hablar:
―Pues si te soy honesto ―pongo una mano en su hombro, proponiendo la paz. A ver, entiendo qué se siente que otro obtenga algo que tú crees merecer...y es una verdadera cagada ―no sé qué pudo haber encontrado en mí, de hecho, creo que tienes razón.... El viejo necesita lentes ya. Tú serías mil veces mejor para el trabajo, y mira que odio ser un chupa medias.
Él no esperaba una reacción así de mi parte, me doy cuenta porque queda descolocado un instante, sin creerlo.
― ¿No vas a insultarme? ―Ok, el tipo este tiene retraso severo. Me suena a que se cayó de cara varias veces antes de venir― Eso es más normal ―sonríe. Ah...con que lees mis pensamientos de nuevo, te voy a enseñar a no... ―. Tranquilo, tranquilo ―interrumpe. Me mira con esa cara que tiene el Jesús de los cuadros con lucecitas, como sonriente, pero no sonriente...raro ―. Gracias― y ahora me abraza. Esto es aún más raro. ¿Fumé mariguana? A lo mejor sí se me quemaron las neuronas cuando toqué al condenado Lázaro― es bueno hablar con alguien que no esté tan metido en la luz, ayuda a descargarte.
―De nada, de nada. Suéltame, que me apestas con el perfume de bebé. ―Todos me abrazan ahora, ¿tengo pinta de buda? No, ¿verdad? Aléjense.
Ríe otra vez y me rodea por los hombros:

ESTÁS LEYENDO
Infierno
Ficção AdolescenteÁngel es una chica que quiere verlo todo, y él, un idiota dispuesto a ayudarla. ¿Por qué? Para sumar puntos...y ganarse el cielo.