Anabelle Dos

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La noche habia llegado con rapidez, la oscuridad la rodeaba y la lluvia acompañaba sus lagrimas, Anabelle se encotraba sentada en el pórtico de su casa admirando las luces de la calle. Podía oir las risas de las personas que viven frente a ella, una pareja con un hijo pequeño que suelen ir a la cafeteria de vez en cuando y siempre le dejaban buenas propinas. Ellos sabían lo que Anabelle soportaba dia a dia, todos sus vecinos lo sabían y muchas veces intentaron ayudarla pero de nada servia por que ella siempre volvia a su hogar.

¿Y como no volver si esa era su casa? No podia irse de un dia para otro, no podia abandonar su hogar por una mala racha. Anabelle estaba convencida que Henry cambiaría, que volvería a ser el que era, o al menos eso queria creer. Lo amaba demasiado y nadie entendia el por que, era abusivo, alcoholico y drogadicto, cualquiera en su sano juicio se alejaria lo mas posible de él pero Anabelle no, ella lo amaba.

Siempre habia fantaseado con la idea de tener una familia como la de sus vecinos, un pequeño al cual amar, con quien jugar y contarle cuentos por las noches, arroparlo y besar su frente pero era consciente que en su condición era imposible. Tenia que trabajar para poder mantener la casa y sabía que Henry no quería, se lo habia dejado bien en claro luego de perder su trabajo, en una de las tantas discusiones que habian tenido.

Se apuró a secar sus lagrimas al ver a su marido acercarse algo tambaleante a la casa, en cuanto la vio alli sentada se sonrió con malicia, se acerco hasta su cuerpo y la levantó de un brazo con algo de violencia.

— Hoy quiero que me complazcas.— susurró sobre su oído con lascivia. 

Entraron en la casa y con rapidez la dirigió a la habitación, el rostro de Anabelle volvió a llenarse de lágrimas mientras él le besaba el cuello y desabrochaba los botones de su vestido, se concentró en el ruido de la lluvia mientras Henry se deshacía de sus prendas. La empujo sobre la cama y abrió sus piernas hundiéndose en su interior con violencia, ella cerro sus ojos con fuerza al experimentar el dolor que la invadía en ese momento y soporto sus estocadas una tras otra hasta sentir como se venía dentro de ella. Su cuerpo sudado calló a un lado de Anabelle y tras unos minutos que parecieron eternos oyó los ronquidos deslizarse por sus labios que le indicaban que ya se encontraba en el sueño mas profundo, por primera vez en años sintió la necesidad de alejarse de aquel hombre, se levantó de la cama con delicadeza y se vistió lo mas rápido que pudo.

Corrió fuera de su casa sintiendo las gotas de lluvia mojar su cuerpo, cayó al suelo del jardin de la casa de junto sollozando con tristeza, con dolor, cayendo en cuenta todo por lo que estaba pasando. No sabia que hacer, como actuar, ni que decir, necesitaba hablar con alguien pero todos sus amigos se habian alejado con el tiempo, Henry la habia aislado de todos dejándola en completa soledad.

Daryl fumaba un cigarrillo sentado en el banco de madera fuera de su casa admirando la lluvia caer con algo de melancolía, sentia la soledad a su alrededor y lo que antes solía gustarle ahora lo sentia amargo. Vio a Anabelle correr fuera de su casa y caer en el barro de su jardín delantero, sin pensarlo mucho se acercó hasta ella envolviendo su cuerpo con una vieja manta que se encontraba sobre el viejo banco de madera, ella pareció asustada y triste, la ayudó a levantarse del suelo y la dirigió hasta la puerta de su casa. Ambos se sentaron alli a mirar la lluvia, Daryl prefirió guardar silencio esperando que ella dijera algo pero parecía hundida en su oscuridad mirando al frente con su mirada perdida intentando entender esos sentimientos que se amontonan en su interior.

— Me recuerdas a mi madre.— soltó Daryl como quien piensa en voz alta.

Anabelle lo miró por fin sin enteder el por que de sus palabras, apretó mas la cobija sobre ella y suspiro con tristeza.

— Ella solía aguantar todo lo que tu aguantas.— murmuró llevandose el cigarrillo a la boca y aspirando el humo. — Por eso intento entenderte.

— No hay nada que entender.— susurra para ella misma. — No puedo dejarlo.— el nudo en su garganta impidio que las palabras salieran claras.

— No entiendo por que. Ese hijo de puta no vale nada. ¿Que te da él aparte de golpes y miseria?— escupió intentando mantener su temperamento a raya.

— Yo lo amo.— murmuró con dolor. — El no era asi, cuando nos casamos era una persona dulce y atenta, pero cuando perdió su empleo el solo... Se transformó en esto que es ahora.

— ¿Porque lo sigues soportando? Eso ya no es amor, no lo necesitas en tu vida, tu llevas el dinero a la casa. Es que no lo entiendo...

— No es tan sencillo, si lo dejo ¿Donde irá?— le dolía el entender las palabras de Daryl, sabia que el tenía razón, que debia hacer algo antes de que ese monstruo que alguna vez fue su marido la mate.

— Eso no tiene que importarte.

Daryl permaneció en silencio mirando al frente, Anabelle siempre le habia gustado y le daba rabia el saber que aquél tipo la lastimaba, que no aprovechaba la mujer que tenia a su lado. Apretó sus puños y se levantó del banco, miro a Anabelle con una mezcla de molestia y ternura y suspiró.

— Yo puedo ayudarte si de verdad lo quieres.— se arrodilló frente a ella que lo miraba sorprendida y algo temerosa. — Déjame ayudarte.— susurró acariciandole la mejilla.

Anabelle se estremeció al sentir aquella caricia y cerro los ojos disfrutando de ella, hacia años no sentia tanta suavidad al tocarla, el calor de su mano le erizo la piel y con necesidad acerco mas su rostro a la mano de Daryl que solo apreto su mandibula al verla tan frágil, tan necesitada de cariño. Con cautela acercó su rostro al de ella que no se negó en ningún momento y unió sus labios en un dulce beso haciéndola sentir viva despues de tantos años, Anabelle llevó sus manos a un lado del rostro de Daryl acariciando sus mejillas mientras él se sentía en el cielo saboreando por fin aquellos labios que tanto habia admirado de lejos.

El beso dulce se fue transformando poco a poco en uno apasionado, Daryl bajo sus manos recorriendo la espalda de Anabelle hasta posarlas en su cintura apretando de ella con suavidad y firmeza. Anabelle se aferró a sus hombros con fuerza,  como si Daryl fuese su salvavidas en el medio del océano, se aferró a el con la esperanza de una vida mejor.

— Anabelle, dime que si y te ayudaré. — susurró con un tono de súplica sobre los labios de ella.

Anabelle llevó ambas manos a sus mejillas y acarició la piel de estas con ternura, suspiro y clavó sus ojos avellana en los azules de él intentando buscar allí una respuesta que la convenza a ella misma que eso era lo mejor. Tenía miedo, Henry se había encargado de hacerla sentir como una mierda durante tantos años que ella terminó creyéndolo en verdad. 

— No lo se Daryl, esto es muy repentino. — dijo en un susurró asustado. 

Daryl se levantó del suelo con dolor en el rostro y se alejó hasta la pequeña escalera de entrada,  se paro allí a contemplar las pequeñas gotas de lluvia y suspiro con tristeza ante la dudosa respuesta de ella. Sintió las manos de Anabelle envolverse en su cintura y su mejilla apollarse en su espalda,  el calor corporal se mezcló con el frío de su ropa mojada formando una sensación cálida en su interior. 

La luz del baño de la casa de Anabelle se encendió alertando a la mujer que el monstruo de su marido había despertado, se tensó y miro a Daryl con pánico,  él la abrazó con fuerza rogándole que se quede pero ella estaba completamente aterrada de lo que podría llegar a pasar si Henry se entera de lo que pasó entre ellos. Corrió con rapidez hasta la entrada de su casa dejando a Daryl allí parado,  añorando sus brazos, sus labios, el calor de su piel pero con la esperanza de que algún día sería de él.

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