Capítulo 34.

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Se pasó la mano por la frente y el cuello para luego secarse el sudor en sus vaqueros, aunque se arrepintió rápidamente. Tomó un trago de la lata que había comprado. Se sentía raro bebiendo refresco después de estar prácticamente dos días bebiendo cantidades masivas de alcohol, pero para esto quería mantenerse sobrio. 

Durante la llamada con Cassidy, sintió que su voz se quebraba en ciertos puntos de la conversación, su tono era amargo a pesar de que intentó camuflarlo. Quizás ella fue capaz de notar las intenciones del cazador, el mensaje oculto tras esa quedada. Quizá, si Dean se convencía de que ella se lo veía venir, no le resultaría tan difícil. 

Había llegado quince minutos antes de lo pactado con la camarera. No quería dar el cante en algún bar o restaurante, así que se decantó por citarse con ella en un parque que no quedaba demasiado lejos de la casa de la chica y de su motel. Ahora mismo ni siquiera le apetecía coger el impala, cosa que le dolió en el alma.

Cuando quedaba vagamente un minuto para que diese la hora señalada, Dean pudo ver a lo lejos a la camarera, echándose el pelo hacia atrás con una sonrisa en el rostro. Tragó saliva. Igual no se lo veía venir... En cuanto la tuvo delante, quiso salir despavorido o agasajarla con cientos de elogios y no tener que dar el paso que tanto le había costado elegir, pero sabía que no era justo para ella, tenía que ir de frente con ella y serle absolutamente sincero. 

Cassidy apoyó una mano en su codo y se acercó en un suspiro a su rostro; sus alarmas saltaron, haciendo que pusiera la mejilla disimuladamente. Ella no puso muecas. 

- ¿Qué tal estás, pasando por un momento de abstinencia? -bromeó, señalando la lata de refresco. 

Movió los hombros, indiferente.

- Intento que en mis venas vuelva a correr sólo sangre. 

- ¿Mal día?

Dean tomó una gran bocanada de aire para posteriormente echarlo de nuevo por sus fosas nasales. Soltarlo de buenas a primeras no era su idea, pero la verdad es que se lo había puesto a tiro. Sacudió las manos, nervioso. La camarera le observó, curiosa. Ella no acababa de entender la extraña actitud del chico. 

- Verás... es que, durante un tiempo, he estado viendo a otra persona... -narró. Tomó otra bocanada de aire, no se sentía preparado para esto- He tardado bastante en decidirme porque ambas sois unas chicas geniales, y de verdad que ninguna me ha decepcionado, pero... no podía pasarme el resto de mi vida dudando y dando palos de ciego sin saber qué hacer y mareándoos a ambas.

Las palabras empezaron a enredarse en su aparato fonador. Cerró un momento los ojos y se aseguró de que ningún fluido intentara darse a la fuga. Reflexionó sobre cómo decirlo y se armó para seguir con su discurso, pero un dedo bloqueó sus labios. Cassidy le hizo guardar silencio. Bajó el dedo y acarició ligeramente la mejilla del cazador, sintiendo ligeramente el roce de su barba mal afeitada; esta caricia sólo hizo que los sentimientos de Dean se volvieran más caóticos y lucharan con más brusquedad para salir a la luz. El labio inferior le temblaba -ya ni siquiera sabía la razón-. Decidió volver a cerrar sus ojos; si seguía observándola desde tan cerca, sus malditas dudas le harían retroceder lo poco que había logrado. 

- No tienes por qué seguir hablando -tranquilizó la chica- Creo que... más o menos he entendido por dónde iban los tiros, y por cómo hablabas, estoy bastante segura de que yo no soy la elegida, ¿me equivoco? -sólo silencio. Sintió a Cassidy esbozar una sonrisa, aunque como se negaba a mirarla, no sabía qué transmitía realmente su rostro. Los remordimientos le carcomían todavía más- Me lo suponía. No tienes de qué avergonzarte, Dean, la gente se pasa la vida confusa, no hay ningún problema en que tengas dudas entre dos personas; yo he estado en tu situación varias veces, y sé que no es precisamente bonito. Escucha, has tomado una decisión, por supuesto no me gusta porque eres un hombre que vale mucho la pena, pero tengo que respetarla y aceptar que no soy yo la persona que te recorre constantemente el pensamiento -los delgados dedos de la chica recogieron una minúscula lágrima que se había arrastrado sin consentimiento por su mejilla. Detestaba estar llorando delante de ella, no tenía derecho en hacerlo- Has tomado una decisión, Dean, y por ende, debes seguir adelante con ella sin temor a romperle el corazón a otra persona; tienes que mirar por ti mismo y ser egoísta, si ella te gusta, ¿por qué tienes que estar preocupado por mí? Soy fuerte y capaz de soportar mucho más que esto. 

- Lo siento mucho... -murmuró con la voz entrecortada.

- ¡Que no te disculpes, bobo! Sólo has hecho lo que te pedía el corazón, ¡eso es lo que debes hacer siempre! 

Dean atrapó a Cassidy en un abrazo donde dejó rodar sus lágrimas sin control. La apretó con fuerza. 

- G-gracias... -murmuró en su oído- Por todo... 

- Gracias a ti por molestarte en decírmelo a la cara -vaciló ella, tratando de quitarle hierro al asunto- Espero que un día te pases por el bar y me dejes conocerla.

- Algún día... Lo prometo. 

La pareja se quedó en un silencio incómodo donde ninguno de los dos sabía qué más decir. La conversación había llegado a un claro punto muerto. 

- Me voy ya... -dijo ella. Acarició una última vez la mejilla del chico- Ha sido un placer, Dean Winchester...

 - Lo mismo digo, Cassidy... -quiso quedar como en las películas y añadir su apellido, pero se percató de que no se acordaba del mismo. La sangre se le subió a la cara.

- No importa. Déjalo -sonrió ella, restándole importancia- Ni siquiera me acuerdo de si llegué a decírtelo. 

Él quiso añadir algo; una disculpa, algún comentario de lo que fuese, pero antes de que las palabras correctas llegasen tan siquiera a su mente, la chica se dio media vuelta y se marchó en la misma dirección por la que había venido. Según la veía alejarse, sintió un vacío en su pecho, como si su cuerpo le estuviera insinuando con crueldad que estaba cometiendo un error; sin embargo, estaba completamente seguro que con el tiempo, pensaría en esta escena, y no sentiría remordimiento alguno. Había hecho justo lo que había sentido.

Miró la hora en su móvil. Todavía era temprano. Estaba decidido y no se iba a amedrentar, necesitaba el todo o el nada ahora. 

Entre Dos VidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora