A solo unos minutos para que ya la noche acurrucara aún mas la desolada iglesia, me encontraba absorta con varias rosas en las manos intentando coser el hilo y pegarlas.
La brisa bailaba junto con las hojas provocando que estas brincaran a las ventanas cerradas. Ya cuando acabe con las rosas, las coloque en el recipiente correspondiente. Suspiré, sintiéndome pesada en el denso aire, estaba algo cansada y mi cuerpo no estaba funcionando del todo bien.
Las enormes puertas de madera se abrieron de golpe, dejando que el frío aire se adentrara sin demora. La mirada de Jungkook reflejaba alivio en el momento en que sus ojos chocaron con los míos. Sonreí apenada esperando a que avanzara, ya que parecía una estatua tallada en la puerta.
—Sorah...—murmuró suspirando con alivio.—Te he estado buscando por todo el convento. ¿Qué haces sola aquí?
—La hermana Junh me pidió ayuda para decorar.—hice una mueca leve y continué—Es para la ceremonia de mañana. ¿Recuerdas?
—Dios, se me había olvidado por completo—murmuró sonriente.—Vale, entonces, ¿Necesitas ayuda?—preguntó al tiempo en que se acercaba mas a mi, dispuesto a invadir mi espacio. Lo detuve.
—No hace falta, Jeon.—objeté.—Se que quieres protegerme por si acaso... me sucede algo, pero, estoy bien. No necesito que le hagas de Superman.—se que sonaba algo rustica y amargada, pero la idea de ver a Taehyung junto con Jungkook en el mismo lugar... simplemente me negaba. Ahora que comenzaban a florecer estos sentimientos hacía el, sentía que nada valía la pena y que nadie me importaba mas que el.
Quería a Jungkook, si. Somos hermanos, pero la idea de caer por fin de una vez en las garras del pecado, podían mas. Ya estaba harta de mentir y de ocultar, ya no merecía el cielo, ni a Dios de mi lado.
¿Qué otra opción me quedaba? No creo que haya otra hermosa forma de morir que no sea obsequiando mi alma.
Jungkook se mantuvo en silencio, su expresión me dio pena, pero aún así me mantuve firme. Con una mirada potente sobre mí, se marchó a pasos lentos, hasta cerrar la enorme puerta de la iglesia, dejándome en la soledad.
Suspiré, completamente cansada de todo lo que sucedía a mi alrededor, quería huir, llorar, gritar, por el simple hecho de que mi vida se desmoronaba poco a poco, ante mis ojos, y yo, sin poder hacer nada para evitarlo.
—Hola, linda gatita...—me estremecí al sentir su aliento caliente sobre mi hombro. Me había sumergido tanto en mis pensamientos, que ni siquiera me di cuenta de lo que pasaba en mi entorno. Giré lentamente tratando de calmar mi corazón, y lo vi.
Dios, juro que no hay nada mas hermoso en este mundo que lo que mis ojos están viendo.
Su piel perlada de aquel sudor, lo hacían ver hermoso, sin quitar el hecho de que su piel tostada combinada a la perfección con esos labios carnosos y su cabello rojizo. Su mirada gatuna me escaneo mientras yo, también hacía lo mismo. Estando junto a él, puedo decir que es como tener el infierno a solo centímetros de distancia...
Sonrió, de una manera tan peculiar. Dejé lo que estaba haciendo para tener toda mi atención sobre él, y esos ojos tan bellos.
—Veo que ya no me temes—acercó una de sus manos a mi cabeza, pasando sus dedos de manera lenta por mis cabellos.—No sabes lo feliz que me hace eso...—Se acercó aún mas, dispuesto a invadir mi espacio personal, podía sentir su respiración caliente cayendo sobre la punta de mi nariz.
—¿Qué quieres de mi?— susurré, como si tuviera miedo de que las paredes nos escucharan.
—Todo.—respondió.—Te quiero Sorah... te quiero como el diablo a su infierno.—Retiró su mano de mi cabeza para luego posarla sobre mi cintura, tan audaz y sin preocupaciones, él de antemano ya sabía que me tenía, que era suya por el simple hecho de que mi vida ya no tenía sentido, creyendo que voy a caer.
Y que equivocado esta... porque ya me tiene.
—No tienes nada aquí, todo, cada pequeña cosa que poseías ha sido arrebatada.—continuó mientras siseaba como una serpiente idiotizando a su presa.—Me he obsesionado contigo, debo admitir...—confesó de manera rápida, lo miré curiosa, deseando mas.—No solo quiero tu alma, quiero todo lo que sea tuyo.—De la nada su mano libre tomó uno de los mechones de mi cabello, pasándolo por su nariz, suspiró.—Solo di que si, mi Sorah... Solo un Si.
Y esto es lo que hacen los demonios como estos. Se adentran hasta llegar a lo mas profundo de ti, comiéndote desde adentro, usando tus culpas y pecados para dominarte, hasta el punto en donde no ves la luz, creyendo que solo hay oscuridad.
Y caí.
Y él, lo notó.
—Vente conmigo, deja que te lleve a los placeres mas oscuros y retorcidos de tu mente, que no conoces.—Alardeo emocionado.—Deja que me lleve tu alma y podremos estar juntos por siempre, es lo que mas deseo en esta tierra, ¿No es lo que mas deseas tú también?—ronroneo conociendo lo que decía. Al fin y al cabo, me conocía mejor de lo que yo a mi. Sabía que me había enamorado por el simple hecho de que era prohibido...
Me tomó el rostro, haciendo que su mirada chocara con la mía, cerré los ojos al sentir como sus labios tibios presionaban los míos, como su boca se comía la mía.
Si este era el jodido infierno, pues, bienvenido sea.
Ya todo estaba perdido, ya no quedaba mas, así que solo podía morir en manos de mi ángel de la muerte.
—Di que sí, mi Sorah...
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「incubus」 ;+k. th
Espiritual❝Padre, perdóname, porque he pecado.❞ ✧Actualizaciones lentas. ✧Historia 100% mía. ✧mintaeung.