Ruleta rusa.

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Tome una bala y la metí en el tambor.
El revólver tenía espacio para 8 de ellas, pero con una era suficiente para mí juego.
Hice girar el proyectil en su depósito,
Una posibilidad entre ocho.
Me lleve el arma a la sien y gatille.

Nada.

Una menos, quedan siete.

Ella que me miraba espantada me pregunta si acaso estoy loco, si no tengo miedo de jugar así con mi vida, de un modo tan riesgoso.

Le digo que solo temo a la traición, al dolor interno, el del alma, pero nunca a la muerte.
Le explicó que en mi mundo personal cargado de angustias solo el caos se siente lógico y ordenado para mí, aquí no hay más justicia que la muerte.
Qué en este mundo loco y transtornado no hay ya razón ni sentido.
Es más seguro jugar a la ruleta rusa que enamorarse.

Antología CotidianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora