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"Dedo"
6 años

Mi primer día de clases en la primaria estuvo repleto de llanto. Había niños de mi edad que abrazaban las piernas de sus padres, mientras suplicaban que no los abandonaran. Luego estaba Nagisa que, por pura empatía, estaba con el rostro rojo e hinchado, sorbiendose los mocos.

   —¿Quieres que te acompañe a tu salón? —preguntó mi madre, buscando ya con la mirada a mi profesora.

   —No. —frunci el ceño. —Mejor llevate al costal. Apesta.

   —¿No crees que estas un poco grande para esto? —replicó mi madre, cargandolo.

   —No quiero que me llene de popo en mi primer día.

La profesora Aguri Yukimura salió de su salón en ese instante. Con una gran sonrisa y la mano alzada, pidió que sus alumnos de primer año entraran a clase. Llevaba una horrible camisa con estampado de payasos que asustó a unos cuantos.

Me despedí de mi madre con un simple movimiento de cabeza.

El salón de clases que nos asignaron era muy amplio. Había una zona de juegos en la parte trasera, con colchas y sillas de plástico. Pero gran parte de la habitación la abarcaban las cuatro filas de mesas compartidas.

La profesora Aguri nos dejo sentarnos donde quisiéramos. Por supuesto, ocupe la mesa que se encontraba de ultimo, en la fila que daba a la ventana para poder distraerme cuando la clase se pusiera aburrida.

Para mi mala suerte, las mesas eran justamente las necesarias para el numero de alumnos.

Un niño delgado, pequeño y de cabello azabache tomo el lugar disponible a mi lado. No me habría molestado si tan solo se hubiera sentado pero, siendo tan patético como el resto de niños, se puso a llorar y a pedir que su madre le recogiera.

Estaba tan cansado de fingir que no me importaban los berrinches de mis compañeros, que decidí desahogarme.

   —¡Mirenlo! —grite y golpeé en el hombro al moreno, para después señalarlo. La maestra Aguri dejó de tranquilizarlos y me miró nerviosa. Era su primer año dando clases y no le estaba yendo tan bien como esperaba. —Cree que su madre vendrá por él. ¡Por ustedes! Los han dejado aquí porque son unos diablillos insoportables y. . .¡aaaaaah!

Sentí un fuerte dolor en mi dedo indice, el mismo con el que estaba señalando al niño llorón. Otro niño, uno más alto y de cabello miel me estaba mordiendo.

   —¡Sueltame! ¡Sueltame!

Grite con enojo, tratando de que las lagrimas no me salpicaran. Me levante de mi lugar y empuje la boca del niño con la mano que me tenía sujetada. Cayó de espaldas, con las manos sosteniendo su peso. La profesora y el niño moreno se arrodillaron junto a él.

   —No. . . —escupió a un lado. —Vuelvas a tocar a mi Isogai.

Debo admitir que siempre he sido un cabeza dura. Volví a tocar a Isogai en muchas ocasiones para molestar al testaturado y reprimido Maehara, que al final termino por aceptar su homosexualidad. Le llevo años hacerlo, y creer que, ese primer día que marco nuestra amistad, lo declaró con tanto facilidad.

   —Es mio. —añadió el pequeño e inocente Maehara de seis años.

El ABC de la vida (Karmagisa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora