Uno.

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De haber sabido lo que la esperaba en la Tierra, Brisa jamás hubiera bajado en aquella nave

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De haber sabido lo que la esperaba en la Tierra, Brisa jamás hubiera bajado en aquella nave. Nunca se imaginó aterrizar en el lugar equivocado donde a los sobrevivientes los encerrarían en un sótano hasta que se mejoraran solo para hacerlos cumplir un propósito. Se sentía ingenua por haber confiado en aquellas personas, por no haber buscado una salida para ir a por Bellamy. Las consecuencias que vivían eran a causa de todas las decisiones tomadas en el Arca. Incluso hasta el último minuto cometió un error: no haberle creído a su padre. Desde que habían aterrizado, no hubo señal alguna de otros sobrevivientes más que las personas que estaban cuidando de ellos. Para Brisa, Bellamy estaba muerto.

Como la gente a su alrededor.

Su pecho bajaba y subía con rapidez, respiraba por la boca sintiendo cómo el oxígeno quemaba su garganta. Una capaz de sudor cubría su rostro, podía sentir cada gota deslizándose por su frente hasta la tierra. Necesitaba sentarse, sus piernas lo pedían a gritos pero no podía hacerlo. Debía acabar con esto de una vez.

Los rayos de sol la bañaban pero incluso en su calidez, el frío calaba hasta sus huesos. El humo que creaba su respiración era lo único que la mantenía en el presente. Hacía frío, era verdad. Lo sentía como si fuera fuego quemando su piel, la cual estaba descubierta en varias zonas debido a la ropa rota que llevaba. Los terrestres, como los habían apodado cuando no estaban en el sótano, no les habían dado ropa nueva mas sí comida y agua. A Brisa le pareció extraño pero jamás se armó de valor para protestar, puesto que cada vez que el aroma a carne asada llenaba sus fosas nasales se olvidaba del infierno que la rodeaba. Por suerte, tres semanas después llegó la respuesta.

Miró a su alrededor, arrastrando los pies. Estaban muertos. Dos palabras que retumbaron en su mente.

Los terrestres creían que la gente del cielo había llegado para darles una solución a su búsqueda de líder. Ninguno se atrevió a contradecirlos, estaban mejor así que siendo el enemigo. ¿Qué haría esta gente si se enteraban que había sido por una falla técnica y pura coincidencia que habían acabado en aquel bosque? Brisa no quería averiguarlo.

La batalla había acabado. Brisa aún sentía la sangre sobre su ropa y manos, donde sostenía un cuchillo con tanta fuerza que se había entumecido.

Oyó un sollozo.

Giró sobre sus talones, buscando el origen. Lo halló enseguida. En el suelo, junto a un cuerpo sin vida de una mujer, se hallaba Karissa. Se acercó dando tropezones y dejándose caer a su lado. La observó atónita, sin saber muy bien qué hacer. Su estómago estaba manchado de sangre; sobresalía el mango de un cuchillo. La respiración de Karissa era irregular, su rostro cubierto de lágrimas y piedad. Brisa quiso tocarla, calmarla, pero había olvidado cómo tratar con el ser humano. Era increíble cómo había cambiado en tan solo tres semanas, ¿qué le depararía el futuro, entonces? ¿Miraría hacia atrás, al Arca, y se reconocería? ¿Anhelaría lo que alguna vez quiso ser pero jamás lo logró? Brisa sabía las respuestas a estas preguntas pero temía enfrentar la realidad.

—Sh... Sh... —susurró en un intento desesperado porque Karissa callara. No podía escucharla un segundo más en su agonía. Lo había hecho dos veces ya, por pura suerte y no sabía si su corazón soportaría la pérdida de una persona tan cercana.

Karissa sacudió la cabeza. Abrió la boca pero solo logró toser, manchando sus labios de sangre. Brisa miró hacia otro lado. Podía sentir cómo los terrestres observaban la escena desde una distancia prudente detrás de ella. Estaban esperando por el golpe final pero Brisa no quería hacerlo... No podía.

Miró a Karissa, quien tenía sus ojos sobre ella y asintió. O al menos eso le pareció. ¿Qué quería decir? ¿Deseaba que la matara? ¿Que terminara con su agonía de una vez por todas? Eso la convertiría a Brisa en ganadora, en la líder de este clan. ¿Podía Brisa matar a su mejor amiga, la única persona que tenía en la Tierra?

La hoja del cuchillo se hundió en el cuello de Karissa de una forma tan lenta que cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo la soltó, aunque era muy tarde. Su amiga dejó de respirar al instante en que la sangre comenzó a unirse con la tierra para siempre. ¿En qué se había convertido?

Se puso de pie, con el cuchillo en su mano y giró, enfrentándose a los terrestres que observaban en silencio. Cuando Brisa pensaba en la Tierra mientras vivía en el Arca, lo cual no era muy a menudo porque siempre sintió que su corazón estaba en el espacio, nunca hubiera imaginado personas vistiendo pieles de animales, las mujeres con cabello largo y trenzado, rostros pintados como si quisieran distinguirse de otros grupos, pero... Tampoco imaginó que hubiera sobrevivientes.

—¡Lo hice! —gritó de repente incapaz de soportar el silencio de los secuestradores mientras Karissa seguía alejándose aún más de ella—. ¡Hice todo lo que nos pidieron! —chilló aún más fuerte sintiendo cómo las lágrimas se acumulaban en sus ojos y su pecho quemaba—. ¡¿Ahora qué?! ¡¿Ahora qué?! —Apoyó las muñecas en su frente cuando las imágenes horroríficas inundaron su mente. Cerró los ojos. Había matado a tres personas. Tres. Estaba sola en este mundo. ¿Cómo se suponía que debía seguir delante de ahora en más? Tomó el cuchillo entre sus manos y apoyó el filo en su estómago. Podía hacerlo. Podía unirse a Karissa, a Amelie y a Helena. Estaba segura de que la esperaban en alguna parte. No se enojarían con ella, comprenderían que no podía vivir en un lugar así.

Pero sus manos temblaron al igual que sus piernas. No era capaz de hacerlo. Se dejó caer, soltando el cuchillo e inclinándose hacia delante. Era un dolor indescriptible, que recorría cada centímetro de su cuerpo y se manifestaba en un llanto descontrolado, pero quería gritar, romper cosas, todo, nada.

Era demasiado.

Oyó que una persona se acercaba y levantó la mirada de forma lenta. Ante ella se cernía la figura de una mujer, no lograba distinguir su rostro entre las lágrimas y las sombras, pero sí notaba una mano extendida. La miró unos segundos. Estaba invitándola a unírseles. Había ganado la batalla que le habían impuesto y ahora les tocaba cumplir con su parte mientras Brisa supiera hacer su trabajo. ¿Podía con tanta responsabilidad?

Tomó la mano.

Atlas II | Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora