Veintisiete.

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Apoyó los pies en el suelo, haciendo que un suave eco recorriera el pasillo gris al tiempo que las gotas de lluvia caían de su ropa

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Apoyó los pies en el suelo, haciendo que un suave eco recorriera el pasillo gris al tiempo que las gotas de lluvia caían de su ropa. Tomó las dos espadas que había escondido en su cintura para bajar con más comodidad. Miró a ambos lados. El pasillo parecía desierto. Antes de caminar, echó un vistazo a la puerta que había cerrado, dividiéndola de Eira, quien no bajó. Un vacío se formó en su pecho pero lo alejó de inmediato. Salvaría a Bellamy. Lo salvaría aunque le costara la vida.

Comenzó a avanzar con cuidado, ambas espadas alzadas a sus lados, lista para defenderse si alguien deseaba atacarla de improviso. El camino que Eira había marcado aún seguía allí, el agua intacta.

Por alguna extraña razón, la decisión que había tomado no le atormentó, era como si su cuerpo entero supiera que había hecho lo correcto.

Siguió avanzando, el pasillo parecía ser eterno y no había ninguna puerta en las paredes. Era extraño. Jamás había oído de un lugar así ni visitado uno igual.

Se detuvo cuando llegó a una esquina. Apoyó la espalda contra la pared. Su corazón latiendo con fuerza ante la incertidumbre, respiraba con dificultad y sus músculos ardían debido a la pelea con el hombre. Contó hasta tres en silencio, antes de dar un paso hacia delante, revelándose.

La sensación de millones de agujas pinchándola recorrió su cuerpo al tiempo que sus músculos se contraían del dolor, intentó gritar pero las palabras quedaron perdidas en su garganta, incapaz de moverse y de gritar, las espadas cayeron el suelo junto con ella.

Respiró hondo, sintiéndose aliviada.

Pestañeó varias veces ante la visión borrosa de dos pares de piernas ante sus ojos. Levantó la mirada, pero no logró reconocer a los atacadores.

—Está con Skaikru —oyó decir una voz masculina—. Dale otra descarga y llevémosla —añadió.

Las agujas y los músculos tensos aparecieron una vez más, cerrando los ojos con fuerza y mordiéndose el labio inferior el tiempo que su mente parecía alejarse de la realidad.

Volvió a respirar en el suelo, pero estaba vez no se preocupó por abrir los ojos. Quería hacerlo. Quería ponerse de pie y luchar contra los brazos que la tomaban de sus axilas para arrastrarla por el pasillo, pero se sentía como si hubiera estado corriendo días enteros y sus músculos estuvieras exhaustos.

Oyó una puerta abrirse y un dolor agudo recorrió el costado de su cuerpo cuando la arrojaron al suelo.

De repente, una ola de frío la hizo despertar y sentarse en el lugar con la boca abierta buscando aire, esperando no ahogarse con el agua que caía de su rostro. Otro dolor recorrió su rostro. Un puñetazo que la hizo echarse de vuelta al suelo con un gruñido. Tosió, incapaz de defenderse cuando un hilillo de sangre provino de su boca, manchando el suelo. Sus oídos incapaz de recibir sonido alguno pero sí sentía con cierta lejanía sus brazos moverse, colocarse detrás de su espalda con la ayuda de otras manos. Allí se quedaron.

Atlas II | Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora