Dieciocho.

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Por unos segundos no supo qué hacer

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Por unos segundos no supo qué hacer. Se mantuvo quieta, sintiendo las manos de Bellamy en su espalda formando un cálido abrazo, su cabello húmedo como el resto su piel. Entonces, también lo rodeo con sus brazos, hundiendo su rostro en el cuello de Bellamy, dejándose llevar por las emociones que por tanto tiempo se habían acumulado. La única y última vez que lloró por Karissa fue luego de haberla asesinado, pero aquel día las lágrimas no caían solo por su amiga y por las otras vidas que había terminado, sino porque su mente y cuerpo cayeron en la cuenta de que no había vuelta atrás después de lo que había hecho. Jamás viviría con la posibilidad de dormir tranquila por las noches, en una cama cálida sabiendo que al día siguiente despertaría con una paz asegurada. Ahora abriría los ojos y lo primero que vería sería el rostro de Karissa, su boca manchada de sangre, su pecho subiendo y bajando con velocidad en una lucha eterna por el oxígeno que jamás llegaría. Y, al cerrarlos por la noche, vería al hombre que atacó por la espalda cuando lo vio en un momento de debilidad y la mujer que rogó por su vida hasta el último segundo que Briseida se la quitó. Desde entonces, era lo único que presenciaba antes de dormirse y al despertar.

Ahora con Bellamy, los sentimientos resurgieron una vez más. Sabía que estaba cometiendo un error al demostrarse de esa forma, pero no pudo evitarlo luego de haber visto a aquella mujer terrestre con el niño, absortos de lo que sucedía del otro lado. Se preguntó si en algún momento tendría la paz que sentían ellos o si su vida estaba encadenada a levantarse por la mañana y no saber si llegaría a la noche.

Tal vez debería haber sido más valiente y acabado con su vida aquel mismo día.

Sacudió la cabeza cuando el pensamiento invadió su realidad. Se alejó de Bellamy, quien no se movió de su lugar como si temiera que fuera a desmoronarse aún más y quisiera estar cerca para consolarla.

Briseida tapó su rostro con las palmas de sus manos, presionándolas. Aún sentía sus lágrimas caer, su pecho subiendo y bajando. Sintió la mano de Bellamy apoyarse en su cabello y levantó la mirada antes de que pudiera pensarlo, él no habló. Se avergonzó por su estado pero a Bellamy pareció no importarle. La observó de hito a hito en un silencio sepulcral donde solo se oían los sollozos intensos de Briseida, quien sintió los dedos de Bellamy correr un mechón de su cabello detrás de su oreja. Si bien la conversación de la mañana la tenía presente, Bellamy seguía mirándola con una ternura que era indescriptible para ella. ¿Cómo era posible que la mirara de tal forma después de lo que se había convertido?

—Soy un monstruo —susurró bajando la mirada, incapaz de sostener la de Bellamy.

—No es así, Brisa —repuso, inclinándose hacia delante para que no le quedara más opción que levantar los ojos. Pestañeó varias veces, tratando de alejar las lágrimas. La cercanía de Bellamy le daba seguridad—. Todos hicimos cosas terribles —continuó. Su tono de voz era bajo pero cargado de sentimiento, como si estuviera obligándose a que Briseida le creyera—. La Tierra nos puso a prueba a todos —añadió, haciendo una mueca pensativa.

Atlas II | Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora