Seis.

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La mañana llegó más rápido de lo que esperaba

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La mañana llegó más rápido de lo que esperaba. Pronto, se encontró frente al mismo espejo donde había estado tantas veces, aunque ahora era distinto. Iría al Clan Skaikru, el campamento. Su corazón latía con tanta fuerza que parecía ser de otra persona. No recordaba la última vez que había reaccionado de esta forma tan eufórica, pero con razón. Volvería a ver a Bellamy.

Incluso luego de que Eira la dejara sola el día anterior tras el momento compartido, su mente no abandonó un segundo a Bellamy. La forma en que la había mirado, como si creyera que fuera un espejismo, cómo no le quitó los ojos de encima en ningún momento y Briseida creyó que Ozin se daría cuenta, y cómo dio un paso hacia delante con la intención de ir a buscarla, tan decidido, tan seguro de sí mismo, sin saber que Briseida no tenía ni idea de qué decir o hacer, pero Marcus lo detuvo.

Su mirada se encontró con la del espejo.

Si Marcus estaba aquí, ¿significaba que su padre también? Su estómago dio un vuelco de tan solo imaginar verlo una vez más. Lo último que recordaba de Desmond era una imagen de él gritando del otro lado de una puerta que los separaba antes de que Briseida subiera a la nave camino a la Tierra. Era una secuencia sin sonido, porque ni siquiera recordaba su voz.

Cuando Helena murió, por mucho tiempo Briseida rememoraba situaciones cotidianas con su madre con la intención de oírla hablar y verse reflejada en sus ojos una vez más. Pero luego aprendió que los recuerdos habían sido alterados. En realidad, no recordaba su voz. Ni su mirada, ni sus gestos, ni sonrisa. Recordaba cómo se había sentido en aquel entonces pero la pureza de esos momentos ya no existía. Lo mismo había ocurrido con Bellamy.

Bellamy fue la persona que la mantuvo centrada por mucho tiempo hasta que encontró otra forma de poner los pies sobre la tierra para levantarse de la cama. El recuerdo que más la acompañaba era el del cometa. Verlo juntos, abrir su corazón por primera vez y pasar la noche juntos. Tal y como sucedió con los recuerdos de su madre, Briseida comprendió que estos también estaban alterados y, por más que supiera cómo se había sentido en aquel entonces, no era suficiente. Debía dejarlo ir. Debía dar a Bellamy por muerto porque era lo único que la ataba a su pasado. No lo había visto desde que aterrizó, no había ningún signo de vida de otras personas. Bellamy había muerto y Briseida debía seguir adelante.

Ahora todo había cambiado... O no.

Tomó aire, observando su cabello trenzado en la parte superior, con los lados unidos a la trenza mayor y la parte inferior del cabello suelto. Este era el estilo que más le gradaba. Llevaba la ropa negra; no se había preocupado por lucir mejor que el día anterior. Debía cumplir con su deber. Debía servir como líder a Oskru y era lo que haría, sin importar qué sucediera en su interior.

—¿Briseida? —Llamó Eira ingresando por la puerta, sin cerrarla. Briseida planteó cierta distancia el día anterior antes de que se fuera, necesitaba pensar en lo que había hecho y Eira pareció respetarlo por el momento, aunque no sabía por cuánto tiempo aguantaría sin hablar al respecto—. Ozin te está esperando —señaló.

Atlas II | Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora