Cinco.

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—¿Me dirás ahora por qué no nombraste a Seymour? —preguntó Ozin rompiendo con el silencio eterno desde que dejaron Polis atrás

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—¿Me dirás ahora por qué no nombraste a Seymour? —preguntó Ozin rompiendo con el silencio eterno desde que dejaron Polis atrás. Se habían adentrado al bosque en sus caballos, uno al lado del otro. La cabalgata era más tranquila que la primera vez, puesto que Briseida necesitaba pensar y Ozin la acababa de desconcentrar, trayéndola a la realidad una vez más—. Pudo haber sido él —añadió.

Briseida siguió con su mirada al frente, en el cielo gris que se cernía sobre la copa de los árboles.

—De haberlo contado —empezó con un tono lento—, nos habrían atacado —continuó. Suspiró—. Somos un blanco fácil, Ozin. Debemos buscar la manera de desviar la atención.

—¿Y ahora qué haremos? —preguntó tras unos segundos mientras meditaba la respuesta de Briseida.

A esta pregunta, se quedó en silencio. Aún no había pensado en qué harían a continuación. La mejor opción era resolver el misterio de quién robó la Llama antes de que los Clanes los atacaran. Debían encontrar a Seymour. Pero una expedición por parte de Oskru significaba revelar que algo andaba mal en su Clan. Los otros creerían que la Llama la tenían ellos. Al menos ahora en Polis existían dos sospechosos: Skairkru y Oskru.

Detuvo el hilo de sus pensamientos al tiempo que llegaban a la aldea y el cielo tronaba sobre sus cabezas. Pronto llovería. Briseida agradeció por el clima. Iría a su cabaña a pensar, sin que nadie la molestara.

Bajó de su caballo, entregándole las riendas a Ozin, quien no le dirigió palabra mientras se alejaba. Siempre le había dado espacio cada vez que lo necesitaba.

Comenzó a caminar por la aldea hasta llegar a su cabaña sin detenerse. Cerró la puerta y trastabilló hasta apoyar los nudillos en la mesa, su cabeza hacia delante con los ojos cerrados y su respiración irregular. Su corazón latía una fuerza más potente que los truenos.

Bellamy estaba vivo. Todo este tiempo. Los cuatro años... Vivo.

Levantó la cabeza, sintiendo las lágrimas escocer sus ojos. No recordaba la última vez que había llorado ni por qué. Era una sensación nueva para ella. Se preguntó por qué lloraba. ¿Porque Bellamy estaba vivo? ¿Por todo el tiempo que había perdido convenciéndose de que no lo estaba? ¿Cómo se suponía que debía reaccionar cuando un ser querido volvía de entre los muertos?

La puerta de la cabaña se abrió de repente y Briseida dio un respingo alejándose de la mesa con cuidado de no girar mientras espantaba las lágrimas que llegaron a resbalarse por sus mejillas.

—¿Qué haremos ahora? —cuestionó Eira, evidentemente Ozin le había contado lo sucedido en Polis—. ¿Cómo nos sacaremos el blanco de encima? —añadió en un tono más exasperado al tiempo que Briseida se detenía frente a la ventana. Las gotas habían comenzado a caer, finas pero constantes. Se mordió el interior de su mejilla. Temía hablar y romper a llorar—. ¿Briseida?

Atlas II | Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora