Quince.

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Briseida no destacaba por su paciencia cuando se trataba de su gente en una situación peligrosa

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Briseida no destacaba por su paciencia cuando se trataba de su gente en una situación peligrosa. Mientras ella estaba a salvo, sentada frente a una fogata que Monty y Jasper habían montado, su mente no dejaba de dar vueltas, preguntándose cuánto tiempo tardarían en volver. Necesitaba saber que Eira y el resto estaban a salvo, que su mente se empeñaba a recrear escenarios inexistentes.

—Estoy hambriento.

Levantó la mirada, la cual estaba perdida en algún punto de la tierra. Del otro lado de la fogata se encontraban Monty y Jasper conversando, había sido este último quien habló mientras el primero le indicaba que bajara la voz.

Se puso de pie.

—Iré a buscar comida —anunció, acercándose a la pila de ramas que Monty y Jasper cargaron con la intención de avivar las llamas en caso de que se apagaran.

—Aún hay comida en la camioneta —señaló Bellamy, quien también se mantuvo encerrado en sus pensamientos desde que Octavia había dejado el campamento camino a la aldea. Seguramente tan torturado por su imaginación como Briseida.

Tomó la vara más larga y gruesa que encontró. Estaba seca y era perfecta para recrear una lanza.

—No podemos comer todos los días lo mismo —repuso, volviendo sobre sus pasos hasta tomar asiento otra vez frente a la fogata. Tomó un cuchillo que colgaba en su muslo para comenzar a tallar la forma de la lanza—. Además —continuó sin levantar la mirada—, esa comida es una porquería —añadió, esta vez elevando la cabeza hasta encontrarse con Bellamy, quien se hallaba sentado del otro lado de la fogata. Lo observó bajar la cabeza con la intención de ocultar una sonrisa y Briseida se concentró en la lanza al mismo instante que las comisuras de sus labios se elevaban de forma disimulada.

—¿Qué harás con la lanza? —preguntó Jasper. Briseida lo miró—. ¿No cazarás animales vivos, no? —añadió. Por primera vez, Briseida se tomó el tiempo de observarlo. Llevaba el cabello corto, oscuro, sabía que debía tener al menos veinte años pero su rostro pertenecía a la de un niño.

—Eres un idiota —repuso Monty, sacudiendo la cabeza como si no pudiera creer el comentario que su amigo había soltado—. ¿Qué crees que hará sino? —continuó con énfasis.

Jasper se encogió de hombros, ofendido.

—Pero hace frío, ¿dónde encontrará animales vivos? —cuestionó como si su razonamiento fuera increíble.

Briseida ahogó una carcajada, captando la atención de todos los presentes. Continuó tallando la vara, sintiéndose avergonzada mientras carraspeaba volviendo a la normalidad. Levantó la mirada, deteniéndose un segundo en Bellamy, quien ya estaba prestándole atención con la sombra de una sonrisa en su rostro, pero terminó concentrándose en Jasper.

—El mapa marca un río del otro lado de donde están estacionados los vehículos —comentó—. Estoy segura que encontraré algún pez —aclaró cuando Jasper abrió la boca, la cual cerró estupefacto ante la continuación de Briseida, quien se puso de pie, acercándose a las llamas para quemar la punta de la lanza que había tallado. Si bien la vara estaba seca, no podía arriesgar que se rompiera en el río.

Atlas II | Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora