Dieciséis.

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Llegaron al campamento más pronto de lo que pretendían, sin ningún altercado aunque Briseida se detuvo alguna que otra vez para asegurarse de que nadie los seguía

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Llegaron al campamento más pronto de lo que pretendían, sin ningún altercado aunque Briseida se detuvo alguna que otra vez para asegurarse de que nadie los seguía. En el bosque habían animales dando vueltas, por lo que no era una sorpresa que uno de ellos estuviera dando vueltas por la zona, pero jamás se estaba demasiado alerta.

—Creí que les había pasado algo —soltó Octavia cuando los vio acercarse entre los árboles. Si bien habló en plural, Briseida sabía que solo se había dirigido a su hermano así que la ignoró, marcando distancia entre los Blake y acercándose a Monty y Jasper, quienes no se habían movido de su lugar.

—¿Pudiste pescar con eso? —cuestionó Jasper divertido—. Tardaron una hora —añadió, encogiéndose de hombros ante la seria mirada de Briseida, quien arrojó la lanza a los pies de Jasper.

—Te la regalo, por si te atacan a la noche —repuso sin sonreír. La sonrisa se disfumó del rostro de Jasper, dando paso al pánico al tiempo que un trueno recorría el cielo.

Briseida levantó la mirada, encontrándose con el cielo cubierto de nubes grises, cargadas de agua que no tardarían en soltar. Ya era la tarde, debían almorzar y conversar sobre lo que había pasado.

—Supongo que no encontraron la Llama —comentó Briseida, volviendo sobre sus talones para tomar unas varas del montón con la intención de crear soportes en forma de «Y».

—No nos dejaron ingresar a la aldea —replicó Clarke, sentada del otro lado con la mirada perdida en las llamas. Briseida interrumpió su trabajo para cerciorarse de que había oído bien tras ver la expresión seria de Eira.

—Estuvieron un largo tiempo tratando de convencerlos —repuso la rubia—. Pero no funcionó —continuó. Su tono de voz cargado de una emoción negativa, también estaba decepcionada y perdida por lo que había ocurrido.

Briseida sacudió la cabeza. Si no podían ingresar a la aldea, ¿cómo sabrían que Seymour no estaba escondiéndose entre los habitantes? ¿Qué certeza les daba la palabra? La culpa la invadió de inmediato. Mientras su gente se arriesgaba a ser atacados por Trikru en un plan que acabó fallando, ella se encontraba con Bellamy tratando de saldar cuentas que caducaron años atrás.

—Tenemos que volver —soltó, mirando al grupo. Los únicos presentes eran Skaikru y Eira, sentados alrededor de la fogata, mientras que Vienna, Isla y Milo se hallaban bajo la tienda que habían montado similar a la primera.

—No podemos —repuso Clarke sacudiendo la cabeza como si ni siquiera pudiera contemplar la idea.

—Debemos hacerlo —contraatacó Briseida—. No tenemos más opción —repuso antes de que Clarke pudiera añadir algo más.

—¿Quieres arriesgarte a que te maten? —cuestionó Eira, esta vez su tono sonaba enfadado. Briseida la observó atónita, esperaba que, de todos los presentes, fuera ella la primera en apoyarla—. Trikru nos odia. Clarke y Octavia apenas pudieron hablar con ellos, imagínate si te ven a ti —explicó, sacudiendo la cabeza de la misma forma que Clarke lo había hecho segundos atrás.

Atlas II | Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora