Cuatro.

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Polis no estaba lejos de donde acampaban, por lo que llegaron en cuestión de horas con sus caballos marchando en forma lenta

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Polis no estaba lejos de donde acampaban, por lo que llegaron en cuestión de horas con sus caballos marchando en forma lenta. Cruzaron las puertas en ruinas, encontrándose con una ciudad donde se abría un pasillo entre las tiendas. Las personas se movían de un lado a otro, aunque algunas se detenían para observarlos. Briseida nunca había estado allí, así que le resultaba casi imposible no observar cada detalle de algo jamás visto.

Ante ellos de cernía una torre, hasta donde cabalgaron en silencio y se bajaron de los caballos tras encontrarse con unos guardias en las puertas.

Briseida kom Oskru —saludó cuando sus pies tocaron el suelo firme—. Han pedido verme —continuó ante la mirada fría de los guardias, quienes vestían las mismas máscaras de las personas que habían ido a su aldea junto con unas lanzas que sostenían en sus manos a la vista de todos, como si así fueran a temerles.

Los guardias asintieron en silencio. Uno de ellos se adelantó para tomar la rienda de los caballos y alejarlos, mientras el otro les señaló con la cabeza que lo siguieran.

Ingresaron a la torre, pero nada allí dentro llamó la atención de Briseida. El salón estaba apagado excepto por velas encendidas. Sus pasos creaban un eco mientras avanzaban por el pasillo donde apenas ingresaba la luz del exterior. No solo porque el día estuviera nublado, sino también por las escasas ventanas.

Ozin caminaba a su lado, tan concentrado como ella en el camino. Ambos atentos por si el guardia hacía algún movimiento extraño, pero en ningún momento estuvieron bajo amenaza.

Se detuvieron frente a las puertas de un ascensor que se abrió; el guardia esperó a que ingresaran. Lo hicieron y las puertas volvieron a cerrarse. El ascensor comenzó a subir.

—¿Crees que sea una emboscada? —preguntó Briseida observando las paredes avejentadas del ascensor. No estaba nerviosa, pero se sentía más a gusto ante la presencia de Ozin que compartiendo el espacio con el guardia.

—Creo que debemos prepararnos para cualquier cosa —replicó.

Ozin había sido por mucho tiempo una de las personas más cercanas a Briseida. En realidad, había sido él el primer ciudadano de Oskru en acercarse a ella tras haber ganado la rueda de la muerte. Briseida le estaría siempre agradecida por la calidez que le había entregado en días de suma frialdad.

Cuando Briseida abrió la boca con la intención de preguntarle su teoría sobre la muerte de la Comandante, el ascensor se detuvo y las puertas se abrieron, mostrándoles un pasillo.

El primero en salir fue Ozin, observando a ambos lados hasta mirar a Briseida y asegurarle que todo estaba bien. Lo siguió.

—Veo que ya han llegado los representantes de Oskru —anunció un hombre acercándose a ellos desde el final del pasillo en un paso apretado.

Ozin giró la cabeza hacia Briseida, quien dio un paso hacia delante.

—No soy ninguna representante. Soy la líder —repuso en cuanto el hombre se detuvo. Por su expresión, supuso que lo había tomado por sorpresa.

Atlas II | Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora