—Un hechizo de los Nho... —dijo la mujer, luego de escuchar la historia—. Su magia es muy poderosa, ellos son muy sabios.
—Mamá... Necesito que me digas cómo es que sabes todo esto, ¿cómo es posible que esto sea real? ¿Cómo llegó el libro a tus manos?
—Ya te lo dije, Gabriel: el ser humano le teme a lo que no conoce. Si no pueden probarlo mediante la ciencia lo tachan como locura. Pero tú ya comprendiste que hay cosas que no necesitan ser comprobadas para que existan, a veces los libros cuentan mucho más que una simple historia. La pregunta real es: ¿tú estás listo para escucharla?
Gabriel asintió, decidido.
—Muy bien, pero debes prometerme que no te vas a enloquecer.
—¿Es posible que enloquezca todavía más? Tengo a dos tipos en mi casa que pueden transformarse en animales y hacer... magia. ¿Qué puede ser más extraño que eso?
La mujer suspiró, estirando la mano para alcanzar la taza de té que descansaba sobre la mesa. Bebió un sorbo y se decepcionó al descubrir que la bebida que minutos antes humeaba, se había enfriado.
—Yo soy la guardiana del libro. Cuando la guerra comenzó, los Kiar estaban decididos a terminar con los Joia y apoderarse del libro para tomar el control de Raanan. Eran unos pocos, pero con el tiempo la manada fue creciendo, y cada vez eran más los que buscaban venganza. Yo fui enviada por el líder a esta tierra y mi deber era proteger el libro. Cuando llegué aquí, oculté mi magia para que ninguna criatura pudiera encontrarme. Estaba decidida a cumplir con mi labor sin ninguna distracción, pero el tiempo aquí pasa distinto... Perdí la cuenta de cuánto estuve fuera de Raanan, y sin quererlo comencé a sentir cosas nuevas, a volverme cada vez más humana. Me enamoré, y decidí que me quedaría aquí para comenzar una nueva vida cuando supe que tú llegarías.
Gabriel pestañeó, moviendo la cabeza.
—Espera... ¿Me estás diciendo que tú perteneces a Raanan? —dijo esto último en voz baja, mirando para sus costados para asegurarse de que nadie estaba escuchando—. ¿O sea que también puedes hacer magia...?
—Sí, aunque mi magia se fue debilitando mucho con el tiempo. Por esa razón es que sabía que el Joia y el Kiar estaban aquí. Pude sentir su magia cuando ellos atravesaron el portal. Escucha, Gabriel... quizás esto suene loco, pero necesito que mantengas la calma y creas.
—Desde luego que lo creo, tampoco es que tenga más opciones... ¿Pero por qué permitiste que te encerraran aquí? Te estuvieron tratando de loca todos estos años...
—Porque cometí el error de confiar en quién no debía. Creí que todos los humanos serían tan buenos como tu padre, pero ya ves que no fue así. Aquí lo que te estoy contando no existe; la magia solo forma parte de los cuentos de hadas.
—Te voy a sacar de aquí —dijo Gabriel, decidido.
—Aún no... —ella lo tomó de las manos, negando suavemente con la cabeza —. Gabriel, escúchame, aún no. Te prometo que regresaré a casa muy pronto, pero en su momento. Por favor, no sigas haciéndome más preguntas porque no puedo respondértelas.
Gabriel bajó la mirada, repasando las palabras de su madre. Él sabía que sus discursos siempre tenían un mensaje oculto de fondo, ella solía tener esa cuota de misticismo que al final acababa dejándolo más confuso que al principio, pero todo lo que él quería saber estaba allí, y como ella había dicho, solo tenía que descifrar el mensaje.
. . .
—Mael, ¿qué estás haciendo?
El Kiar revolvía uno de los cajones del estante de roble con puertas de vidrio. Jigen lo miraba desde el sofá, con una ceja levantada.
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Raanan: la tierra oculta
FantasíaGabriel es un hombre de veinticinco años que ejerce como veterinario en su ciudad. Una noche se encuentra con un lobo herido, y movido por la compasión, decide ayudarlo. A partir de ahí, la vida de Gabriel dará un giro; conocerá un mundo nuevo que s...