—Eso es, canaliza tu magia y llévala hacia tus manos. —Jigen se paró detrás de Gabriel para sostener sus brazos—. Recuerda escoger un buen recuerdo y enfocarte en él.
—Lo tengo —dijo Gabriel, manteniendo sus ojos cerrados.
Jigen vio cómo las manos de Gabriel comenzaron a iluminarse. Cuando aquella luz finalmente logró tomar forma, el Joia soltó los brazos del muchacho y exclamó:
—¡Ahora, suéltalo!
Con un sutil movimiento de sus dedos, el haz de luz salió disparado de las manos de Gabriel. En el camino se transformó en un aro incandescente que atrapó el cuerpo de Mael, quien estaba actuando como señuelo.
—¡Ah!, duele, duele, ¡suéltame! —exclamó, revolcándose por el suelo.
—Bien, Gabriel, ahora ordénale a tu magia que regrese.
El muchacho obedeció. Extendió sus manos frente al cuerpo de Mael, y la magia pareció ser captada como por un imán hacia sus manos.
—¡Lo logré!
—Has hecho un excelente trabajo.
Mael, luego de levantarse del suelo, se acercó a ellos sobándose los brazos. Hizo un mohín, dejándoles saber que estaba molesto. Tanto Gabriel como Jigen supieron que estaba a punto de llegarles el reclamo.
—Ya no voy a actuar de señuelo, la próxima vez te tocará a ti, Jigen, ¿escuchaste?
Jigen le sonrió, y la mueca de disgusto del Joia se transformó en un par de mejillas arreboladas que inútilmente intentó ocultar, ladeando el rostro.
Regresar a Raanan después de un mes en la tierra de los humanos era como un respiro para su alma. No echaba de menos su vieja vida, su casa o a sus vecinas. Sentía como si aquella tierra hubiese sido su hogar desde el principio.
Mael y Jigen se pusieron manos a la obra para entrenarlo y desarrollar más sus poderes. Juntos descubrieron que los recuerdos negativos no eran los únicos que despertaban su magia. También, que la magia que yacía en su interior no era igual a la de las demás criaturas. Todos tenían una habilidad única que los caracterizaba y los diferenciaba del resto; los Joia tomaban la esencia de los animales, podían transformarse en ellos. Los Nhaides eran capaces de crear espejos que reflejaban otros mundos, y los Nho usaban los poderes de la naturaleza para crear diferentes hechizos mágicos. Hasta el momento solo había una sola criatura que era capaz de combinar varias de esas habilidades y tranformarlas en un tipo de magia muy especial; esa era Lugh.
—Hagamos una última prueba. Intenta canalizar tu magia otra vez.
Gabriel volvió a cerrar los ojos y a extender sus manos. Cuando la magia hizo su aparición, Jigen volvió a darle indicaciones.
—Ahora toca el suelo.
El muchacho se inclinó, apoyando las dos palmas abiertas en el suelo. De inmediato, la tierra se abrió y de ella emergió un árbol enorme, con ramas retorcidas llenas de hojas amarillas, rojas, naranjas y marrones.
Gabriel abrió los ojos de par en par, completamente sorprendido. Se miró las palmas de las manos, sin terminarse de creer lo que acababa de suceder.
—¡Es increíble! —exclamó Mael, acercándose al árbol—. ¿Ya viste, Jigen? ¡Hizo crecer un Thelmug!
—¿Un qué? —preguntó Gabriel.
—Un thelmug —explicó Jigen—. Es un tipo de árbol muy especial, que solo crece en lo más profundo de Lesra. Se dice que sus hojas guardan la esencia de las estaciones de la tierra. El otoño, la primavera, el invierno y el verano.
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Raanan: la tierra oculta
FantasíaGabriel es un hombre de veinticinco años que ejerce como veterinario en su ciudad. Una noche se encuentra con un lobo herido, y movido por la compasión, decide ayudarlo. A partir de ahí, la vida de Gabriel dará un giro; conocerá un mundo nuevo que s...