Capítulo 4

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Me quedo un rato en silencio, pensando si puedo confiar en él.

- Me llamo Ranya.

- Bonito nombre.

- ¿No puedes caminar?

- No, nunca en mi vida he podido. Aquí tienen muchas tecnologías, pero no una cura para mí. ¿Por qué habéis venido aquí sabiendo lo que os esperaba?

- Se llevaron a Álex.

- ¿Es tu novio?

- Prefiere a Clover por lo que veo. ¿Qué le han hecho?

- Le lavan el cerebro para que vaya de su bando. Aún no saben como absorver los poderes.

Sentimos pasos que se acercan y abren la puerta de golpe.

- Kenzo, ¿qué haces?

- Intentar sacarle información, Clover.

¿Está mintiendo o contando la verdad?

- Venga, es hora de dormir, deja que los vigilantes se encarguen de ella.

Se van los dos.

Me duelen mucho los brazos y las piernas. Las cadenas me están matando. Me duele la cabeza. Cuanto más peleo por librarme, peor.

Voy a intentar transpasar las paredes. Me concentro. Esto nunca se me ha dado bien. No sé que habrá al otro lado, pero hay que intentarlo.

Lo consigo, pero tengo tan mala suerte de que Álex está aquí, en la habitación justo a mi lado. Cuando intento retroceder, él me ve.

Sus ojos están más oscuros, está distinto, ya no es mi Álex.

- Álex - le digo - soy Ranya, tú eres mi guardián. Por favor Álex, vuelve conmigo. Vamos a salir de aquí.

- Yo solo sirvo a Clover. No quiero irme.

Madre mía. Esto es demasiado. Intento hablar con él a través de la telepatía, pero tiene la mente bloqueada.

- Vamos - me agarra muy fuerte del brazo - tengo que llevarte a tu celda de nuevo.

- No, Álex, por favor - estoy llorando - ¿no te acuerdas de mí?

- Sí, eres la persona que quiere interferir en los planes de la reina Mina.

Me empuja y empieza a gritar:

- ¡¡¡Guardias!!!

Llegan dos centinelas y me llevan a mi celda. Me amarran otra vez a las cadenas y Álex me lanza un conjuro para que me duerma.

No sé cuánto tiempo a pasado, pero cuando despierto, escucho a alguien, abro los ojos y veo a Kenzo, grito.

- Shhh... - me cubre la boca - tranquila, te sacaré de aquí.

- ¿Enserio?

- Claro..., ya está.

Me ha liberado. Tengo los brazos con sangre.

- Son unos animales - dice tocándome los brazos cariñosamente - había que hacerles esto a ellos a ver si les tenía tanta gracia.

- Gracias.

Kenzo está de pie, lleva como una armadura alrededor de sus piernas.

- ¿Puedes andar?

- Más o menos, es muy incómodo, te sientes como atrapado, pero es lo mejor que tengo.

¿Te duelen los brazos?, creo que tengo algo para ti - saca de su mochila una pomada y me la hecha en los brazos. Las heridas me cicatrizan rápidamente.

- ¿Por qué quieres ayudarme?

- Porque sí, quiero demostrarte que no soy como el resto. Tú me pareces buena chica, no nos has hecho nada, solo has venido a recuperar a tus amigos. Tenemos que darnos prisa, creo que sospechan de mí.

- ¿Por dónde salimos?

- ¿Tú no tienes el poder de transpasar paredes?, como has hecho antes, pero por el techo.

Aquí dentro sí que puedo volar y ya no me siento como si pesara el doble.

- Vale, puedo volar - le cuento - así que si me agarras, tú también podrás.

Me agarra tímidamente de la mano.

- ¿Listo?

- Listo - me responde.

Nos elevamos hacia arriba y traspasamos el techo. Llegamos a una sala vacía.

- Te tienes que cambiarte. El traje que llevas es muy parecido, pero no lleva esta insignia. Me la enseña. Es un planeta muy parecido a la luna. Es Clatinium.

Se da la vuelta para que me cambie, pero yo lo hago con magia, y en diez segundos le digo:

- Ya está.

- Madre mía, eso sí que es rapidez. Te queda perfecto.

- ¿Me vas a ayudar a rescatar a mis amigos?

- Sí, pero quiero que cuando mi madre y mi hermana intenten cortarme la cabeza por ayudarte, me lleves contigo.

- ¿Quieres venir a otra dimensión?

- No me gusta este sitio, además, nadie me quiere, nadie me necesita. Ni siquiera puedo trabajar porque piensan que porque no pueda andar soy inútil. Parece que hay que ser perfectos para encajar aquí.

Primera dimensiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora