III

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El día de la fiesta llega muy pronto, y yo no puedo estar más emocionada. Es gratificante caerle bien a la gente, y más aún cuando llegas de un sitio distinto. Estos días he estado hablando con mamá. Ella dice que está muy bien, ya que se pasa todos los días fuera de casa... ¿Os imagináis que tiene pareja? Yo tampoco.

Ahora mismo me encuentro en el despacho, sentada en mi escritorio y en frente de mi ordenador, escribiendo. Es la historia de una mujer que se va de viaje con su mejor amiga y narra su experiencia.

-          Maia. – dice David, entrando en el despacho. – Hemos quedado a las ocho de la tarde. Yo no sé tú, pero sabiendo cuanto tardas... - me mira, enarcando una ceja.

-          ¿Me avisas a las seis de la tarde? ¿En serio? – me levanto deprisa de la silla. – Dios, no me va a dar tiempo a nada.

-          Deja de ser una exagerada. – rueda los ojos. – No te quejes y entra en la ducha.

Me meto en la ducha, haciéndole caso a David. Salgo a los veinte minutos, y entro en mi habitación con mi cuerpo enfundado en mi albornoz y mi pelo tapado por una toalla. Elijo para ponerme un top bralette blanco, unos pantalones altos vaqueros claros y mis stilettos blancos con la suela negra.

Regalo de mamá.

Justo cuando termino de ponerme los tacones, David entra en mi habitación con las planchas del pelo en la mano.

-          ¿Qué haces con eso? – río.

-          Déjame hacerte algo bonito en el pelo. – hace un puchero, agitando la plancha.

-          Está bien.

David me hace ondas en el pelo y seguidamente una trenza de espiga. Sonreímos satisfechos al ver su trabajo. De verdad que él sabe lo que hace. Seguidamente yo lo ayudo con el maquillaje. A ambos nos encanta todo esto, pero más que él se sienta libre. Si se quiere maquillar, se maquilla. Si quiere ponerse vestidos, se los pone. Si quiere calzar unos tacones, lo hace y pisando fuerte.

Y lo digo en serio, una vez me reventó mis tacones favoritos porque no les entraban. A los días se arrepintió y me compró unos nuevos, y yo a él otros.

Después de terminar con él, nos echamos perfume y me pongo mis pendientes de aro. Cojo mi bolso y meto en él mi móvil, mi labial, pañuelos y preservativos. Por si las moscas.

Bajamos hasta nuestro portal y ahí está Ana, con su Lamborghini negro. Dios, en esta universidad todos son unos millonetis.

-          Dios. – dice, mirándome impresionada. – Brutal. O sea, brutal. – hace unos gestos con las manos.

-          También me alegro de verte. – le dice David, rodando los ojos. – También estás muy guapa.

Le sonrío a Ana y entramos los tres en el coche. Detrás está sentada Emma, y me siento con ella. En el camino al local donde está la fiesta, escuchamos a todo volumen todas las canciones que ponen en la radio, que por cierto, Anita se las sabe todas.

DAMA (HVA 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora